Rafael Aguirre, La utilización política de la Biblia (Ágora 42), Verbo Divino, Estela 2024, 256 pp., ISBN: 978-84-9073-987-7. ISBN Ebook: 978-84-9073-995-2.

El A. es catedrático emérito de la facultad de Teología de la Universidad de Deusto. Se ha especializado en el NT, principalmente en los evangelios y en los orígenes del cristianismo. Pero estamos ante un libro distinto en comparación con lo que Aguirre había producido en las últimas décadas. El mismo aclara en el prólogo que el origen de este libro encuentra su motivación en las reflexiones surgidas durante el curso sobre “Trasfondo bíblico de conflictos políticos actuales”, que ha venido dictando en el Máster universitario “Estudios Bíblicos: Historia e Influencia de la Biblia”, ofrecido desde hace unos años en Deusto.

No se trata de una obra compleja, dirigida a especialistas en estudios bíblicos, exégesis o hermenéutica, sino que puede ser leída perfectamente por cualquier persona interesada en la temática, ya que no abunda en tecnicismos ni en notas al pie de página. Sorprende su inclusión en la colección “Ágora” de Editorial Verbo Divino, que no suele abarcar investigaciones vinculadas a “situaciones actuales” (11). Esperamos que este hecho no limite la difusión de esta obra.

El A. parte de la comprensión de la Biblia como libro “profundamente político” (11) y de la convicción de que su interpretación tendrá siempre consecuencias en la política actual: “el uso y abuso de la Biblia en la vida política es un tema de gran interés intelectual y envergadura hermenéutica y práctica, pero poco atendido por los biblistas, absorbidos por el contexto eclesiástico o académico convencional” (12). Hay que agregar que, en muchos casos, puede tratarse más bien de un conflicto personal de intereses o de opciones más complejas. De manera que este libro viene a llenar un espacio de reflexión necesario, aunque Aguirre insista en que se trata de una “pretensión modesta” o un “ensayo introductorio” (13).

El cap. 1 (17-43), “La tradición exódico-liberadora y el centro de la Biblia”, describe la importancia política que tiene la tradición y el relato del Éxodo en todo el texto bíblico. El llamado a “salir” de la esclavitud es un hecho político que define la experiencia de un pueblo, ya que se trata, ni más ni menos, que del “mito de sus orígenes”, expresado literariamente en forma de “epopeya histórica” (20). Aguirre admite la ambigüedad con la que se ha leído e interpretado dicho relato en los diferentes contextos, que van desde la perspectiva de grupos oprimidos hasta la de grupos invasores, como en la conquista de América: “la Biblia ha sido utilizada para todo. Posturas políticas contrarias han buscado legitimación en la Biblia”. A continuación, el A. analiza de manera sintética cómo la tradición del Éxodo ha sido reinterpretada dentro de la misma Biblia Hebrea, desde los profetas, los salmos y la literatura sapiencial, entre otros. Este primer capítulo funciona como marco bíblico-teológico para el resto del libro y finaliza con la descripción de la fiesta de la Pascua como el rito-memorial, mediante el cual se rememora en el pueblo de Israel la liberación y se cultiva así la identidad judía.

El cap. 2 (45-80), analiza el primero de cinco casos en los que, según el A., la Biblia ha sido leída, interpretada y utilizada con intereses políticos. Aguirre afirma que “el mito de los orígenes de los Estados Unidos tiene unas raíces esencialmente bíblicas” (46), mostrando cómo la narrativa del Éxodo jugó un papel central en el relato de los pioneros europeos que llegaron a tierra norteamericana, así como en la llamada Gran Guerra de la segunda mitad del s. xviii y en la guerra civil de mediados del s. xix. Se muestra además cómo dicha teología fue reinterpretada y reapropiada luego por la población negra esclava de los Estados Unidos, dando un vuelco interesante al uso y a la interpretación de dichas tradiciones, frente a realidades y experiencias distintas.

El A. dedica una sección al uso de la Biblia en el movimiento por los derechos civiles liderado por el pastor bautista Martin Luther King Jr., a mediados del s. xx. Aquí se citan y analizan extensos párrafos de distintos discursos del líder afroamericano. A continuación, se concentra en el uso político de la Biblia en los presidentes estadounidenses desde la década de 1980 del siglo pasado –tanto republicanos como demócratas– comenzando por Reagan, continuando con George Bush, Barack Obama, Donald Trump y finalizando con el actual presidente Joe Biden. Se subrayan las diferencias de énfasis de cada uno, así como de su entorno.

En el cap. 3 (81-118), Aguirre aborda la delicada y compleja cuestión vinculada al uso de la Biblia en el Estado de Israel. La amplia experiencia del A. y sus repetidas vivencias en Tierra Santa desde la década de los años 70 del s. xx lo hacen conocedor de primera mano de la problemática. Con claridad explica el surgimiento del llamado “protosionismo” y el sionismo cristiano a comienzos del s. xix, y cómo ambos movimientos estuvieron entrelazados desde su origen, especialmente por su manera de interpretar la Biblia, ligada a la lectura fundamentalista. Muestra, por otra parte, cómo en el surgimiento del sionismo se dio una nueva lectura política de la Biblia, según la cual David Ben-Gurion consideraba al Israel bíblico como “el Israel auténtico y su tarea es continuar una historia no solo accidentada, sino interrumpida por el alejamiento de su tierra” (90-91). Para ello, se reivindica la tradición militar y violenta de los Macabeos, “mientras que la referencia profética pacifista y utópica se ha ido difuminando” (91). Seguidamente, Aguirre narra el surgimiento del neosionismo, en la década del 70 del s. xx, y cómo distintos bloques (la ultraortodoxia religiosa y el laborismo laico) recurrían todos a la Biblia pero remarcando aspectos diferentes.

La actualidad del libro de Aguirre permite unas reflexiones en torno a las posiciones del Estado de Israel ante la reciente guerra de Gaza, pero sin desviarse del interés de la obra, que es el del uso de la Biblia desde la política. Así, el A. destaca que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha recurrido varias veces a la Biblia para justificar el avance bélico por parte del Estado de Israel y ofrece varios ejemplos. En un paréntesis, Aguirre describe cómo el conflicto bélico ha tenido repercusiones en los ámbitos académicos dedicados al estudio científico de la Biblia, especialmente en la Society of Biblical Literature (SBL). Concluye con un apartado dedicado al uso de la Biblia en la política palestina.

En el cap. 4 (119-140) –bastante más breve– el A. aborda el tema del uso de la Biblia en la política del apartheid en Sudáfrica. Señala aquí que el proceso de evangelización de dicho territorio logró que tanto los conquistadores como los colonizados estuvieran ligados profundamente a la lectura de la Biblia, aunque evidentemente desde interpretaciones políticas diversas y hasta opuestas. Luego de una breve síntesis de lo que fue el proyecto afrikáner en Sudáfrica, Aguirre describe las políticas vinculadas al surgimiento del apartheid y cómo dichas medidas se argumentaban con supuestos “fundamentos bíblicos”. A continuación, resume algunos fragmentos de documentos de la Iglesia Reformada de Holanda en Sudáfrica de comienzos de la década de los años 80 del s. xx. En ellos se refleja la mencionada fundamentación bíblica, con la que se “argumentaba” la necesidad de iglesias diferenciadas, hasta la casi “prohibición” de matrimonios entre blancos y negros, legitimando así el racismo.

El cap. 5 (141-186) aborda la cuestión del uso de la Biblia en los conflictos políticos latinoamericanos. El primer apartado se titula “Las heridas abiertas de un continente cristiano y bíblico” (¿una referencia indirecta a la conocida obra de Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina?). Aquí el A. español problematiza la cuestión de la llegada de los europeos a “las Indias” por medio de una serie de preguntas incómodas, vinculadas al rol de la evangelización y de los evangelizadores en el continente americano. Con dos ejemplos del uso de la Biblia en el s. xvi como antecedentes del desarrollo posterior (los dominicos Antón de Montesinos y Bartolomé de las Casas), comienza a analizar la problemática latinoamericana desde los años 60-70 del s. xx. Este análisis se sitúa en el nivel regional (confesando lo complejo de la tarea, dada la diversidad de cada caso particular), pero se detiene por momentos en ejemplos concretos diferenciados por países. El A. señala cómo los movimientos golpistas en América Latina argumentaban estar defendiendo los valores cristianos, al tiempo que muchos cristianos “optaban por la revolución en nombre del Evangelio y el Reino de Dios. La dimensión bíblica aparecía con frecuencia explícitamente” (146).

En el ámbito de Centroamérica, se ofrecen los ejemplos de El Salvador y Nicaragua, y se describe el surgimiento de los movimientos de “lectura popular de la Biblia”, en los que el contacto con el libro sagrado resultaba vital en la experiencia cristiana de las comunidades. En este contexto, el A. vincula la lectura de la Biblia y la teología de la liberación, en la que la práctica de las comunidades “se basaba fundamentalmente en la lectura creyente e implicativa de la Biblia” (158). Eso hace que esta teología tenga un marcado perfil bíblico, especialmente con lecturas y reflexiones basadas una vez más en el libro del Éxodo, incorporando posteriormente las denuncias de los profetas. Aguirre destaca, no obstante, que la teología de la liberación se fundamentó de modo especial en temáticas que surgen del NT.

En el mismo capítulo, el A. aborda el desafío que el “indigenismo” representa para la lectura bíblica: un “movimiento que considera que la evangelización supuso que los mitos bíblicos sofocaron y suplantaron a los mitos ancestrales de los pueblos autóctonos” (162). Menciona también la masiva difusión y distribución de la Biblia en Latinoamérica en el mundo católico, motivo por el cual hoy se lo denomina “el continente de la Biblia”. En este apartado se echa de menos la inclusión del rol clave que tuvieron las iglesias evangélicas en el mencionado fenómeno, sobre todo a través de las diversas Sociedades Bíblicas presentes en los distintos países (solo se provee el dato de la Sociedad Bíblica en Brasil, 164). Esa información sería un muy buen complemento a los datos y estadísticas que se ofrecen ya que, en ese aspecto, las iglesias protestantes tuvieron un rol pionero, mucho antes de la década de 1960 del s. xx.

En un nuevo apartado, Aguirre profundiza en la lectura popular de la Biblia, ya mencionada. Esta manera de leer los textos sagrados, tan particular de las comunidades de base católicas en Latinoamérica, sigue los criterios del pedagogo brasilero Paulo Freire, que “se inscribe en este proceso de toma de conciencia de la realidad y de la perspectiva transformadora” (166). Aquí se destaca la figura de Carlos Mesters.

El capítulo termina con el apartado “El uso político de la Biblia por las iglesias evangélicas y pentecostales”. Desde mi punto de vista, considero que esta sección merecería ser completada. Aguirre afirma varias veces a lo largo del libro que la iglesia evangélica está caracterizada por una lectura fundamentalista. Y si bien no se puede negar que este fenómeno existe en amplios sectores de las iglesias evangélicas latinoamericanas (así como en los Estados Unidos), el análisis debería complementarse con ejemplos de otras lecturas no fundamentalistas, pastorales y con un claro compromiso social que también estuvieron y están presentes en amplios sectores de la iglesia evangélica. Al mismo tiempo, hay que destacar que la lectura fundamentalista no es una práctica “monopólica” de las iglesias evangélicas, sino que también existe en varios sectores del mundo católico y en otras confesiones religiosas. Dicho esto, es justo reconocer la realidad que Aguirre describe acerca del apoyo ofrecido por sectores evangélicos conservadores a los movimientos políticos de derecha en América Latina. Se menciona el caso de Bolsonaro en Brasil (179), pero también podrían mencionarse otros casos más recientes, como el de Milei en Argentina.

El cap. 6 (187-223) se dedica al uso de la Biblia en la política del Reino Unido y destaca que en Inglaterra fue de uso común la Biblia del Rey Jaime o King James Bible (KJB), “que se convirtió en un clásico desde el punto de vista literario” (188). El A. describe cómo el laborismo de Inglaterra surge como un movimiento de profunda inspiración bíblica, en los ss. xviii y xix, siendo así que el primer presidente del Partido Laborista fue un socialista cristiano, que frecuentemente incluía citas bíblicas en sus discursos. Ese fenómeno se extendió, según Aguirre, hasta mediados del s. xx.

Un apartado especial se reserva al rol de Margaret Thatcher y su vínculo con el texto bíblico a lo largo de la década del 80 del s. xx. La primera ministra del Reino Unido reivindicaba abiertamente el uso de la Biblia en sus discursos y defendía, según el A., la libertad individual y el liberalismo como congruentes con el pensamiento bíblico, cuestionando así las interpretaciones que se habían realizado décadas atrás desde el partido laborista. Aguirre incluye párrafos de distintos discursos de Thatcher en los que se refleja su manera particular de interpretar el texto bíblico. En lo que hace al empleo político del texto bíblico, se puede decir que la posición de Thatcher se mantuvo, con matices, en la misma línea durante los períodos de Tony Blair y David Cameron.

Se echa de menos una conclusión general. Sin embargo, hacia el final de este apartado sobre la política británica, Aguirre concluye: “Lo que es inadmisible... es que partidos de extrema derecha se erijan en monopolizadores o, al menos, en los más fieles representantes de los valores cristianos. Pretensión inadmisible por múltiples razones, pero especialmente cuando para defender una supuesta civilización cristiana se rechaza a los pobres de otros continentes, se niega la hospitalidad, que es el santo y seña de las virtudes bíblicas” (214-215).

El libro se cierra con un epílogo (225-247) escrito por Julio Trebolle Barrera –catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid– sobre la teología política de la Biblia y la función política de las traducciones de la Biblia.

Estamos frente a una obra sin desperdicio. Cada página y cada reflexión son dignas de ser leídas, meditadas y reflexionadas. Además, el libro llega en un momento muy oportuno, que –una vez más– Aguirre es capaz de leer con una particular sabiduría y sensibilidad, como quien interpreta los “signos de los tiempos” elevando una voz profética y equilibrada. Una obra para disfrutar y leer varias veces.

Pablo Vernola

Seminario Internacional Teológico Bautista de Buenos Aires

Universidad Pontificia de Salamanca

pablovernola@sitb.edu.ar

https://orcid.org/0000-0003-1529-8703