Viktor Burr, Tiberio Julio Alejandro, un aristócrata judío al servicio de Roma. Traducción y estudio preliminar de Fernando Bermejo Rubio (Monografías 59), Signifer Libros, Madrid – Salamanca 2022, 140 pp., ISBN: 97884162022287.

Este libro presenta la traducción de una obra de referencia sobre la vida de Tiberius Iulius Alexander (10-15 e.c. – 85 e.c.) escrita en alemán por el historiador Víctor Burr en 1905. Tiberio fue un judío alejandrino con un particular cursus honorum que lo llevó a ser prefecto de Egipto en el año 66 y luego consejero de Tito en el asedio a Jerusalén.

La traducción y el estudio preliminar de la obra de Burr están a cargo de Fernando Bermejo Rubio, doctor en Filosofía, máster en Historia de las Religiones y reconocido especialista en el judaísmo de época herodiana, al que ha dedicado publicaciones recientes, como La invención de Jesús de Nazaret. Historia, ficción, historiografía, Siglo XXI de España Editores, Madrid 2018, 796 pp. [recensión de H. Safa, en RevBib 83 (2021) 224-231]; Akal, Madrid 2 2023 y Los judíos en la Antigüedad. Desde el exilio en Babilonia hasta la irrupción del Islam, Síntesis, Madrid 2020, 328 pp.

Según los conocimientos que el lector posea acerca de la historia de Roma y del judaísmo en el siglo i d.C., le convendrá seguir el orden de lectura propuesto en el libro o bien comenzar la lectura por la monografía de Burr y abocarse recién al estudio ofrecido por Bermejo. Dicho estudio aborda temáticas que suponen ya cierto conocimiento de la vida de Tiberio Julio Alejandro y trata temas que necesitaban ser profundizados o aclarados a la luz de investigaciones posteriores a la publicación del libro en 1955. De hecho, la serie de “Monografías y Estudios De Antigüedad Griega y Romana” de la editorial Signifier ofrece estudios de Antigüedad clásica dirigidos a un público universitario o con cierta formación histórica.

Burr indagó en las fuentes antiguas y en las investigaciones de sus coetáneos para exponer la vida de Alejandro, “un judío alejandrino al servicio de Roma”. Tanto Burr como Bermejo coinciden en que la vida de este personaje es sumamente interesante, sobre todo, por su particular ascenso en el cursus honorum. En su trama pueden reconocerse muchos rasgos de la vida del judaísmo del siglo i, que tienen que ver con su identidad específica como grupo étnico y religioso, y con sus relaciones con los pueblos.

La biografía acompaña la carrera de Alejandro. En el primer capítulo (“Hogar paterno y juventud”: 61-70) se da cuenta de la posición que su familia ocupaba en Alejandría por sus vínculos económicos, políticos y sociales, y de cómo se vivía en ella la religión judía. Por otra parte, Burr indaga en la formación cultural de Alejandro en la que tuvo notoria influencia su tío, el filósofo Filón de Alejandría. El segundo capítulo (71-82) desarrolla el ascenso de Alejandro como procurator ad epistrategiam Thebaidos (“epistratega de la Tebaida”), cargo al que accede no solo debido a sus aptitudes personales sino –según barrunta Burr– a las relaciones de su familia con Herodes Agripa y el emperador Claudio. Se detallan luego los acontecimientos que conducen a Alejandro a ser procurador de Judea en el 46 d.C. Para medir con precisión el alcance de ese puesto, el A. muestra que el de procurator era el título oficial, pero que implicaba en realidad el cargo de gobernador imperial (hēgemón, cf. Mt 27,2; Hch 23,24, entre otros). El periodo de gobierno de Alejandro será breve –según Burr hasta el 48 d.C.– pero estará atravesado por graves desafíos como fueron la hambruna de Jerusalén y el levantamiento de judíos zelotes, al que él pondrá fin haciendo crucificar a los hijos del insurrecto Judas de Gaulanítide.

El A. reconoce que no hay datos concretos sobre la vida de Alejandro tras la salida de su cargo de procurador y hasta que, en el 63 d.C., aparece como minister bellus datus (Tácito, Anales, XV, 28), es decir, como oficial ecuestre de alto grado, “prefecto del ejército” en la campaña contra los partos. Cuando el peligro de los partos pierde fuerzas en el año 66 d.C. y después de la reasignación de las legiones, Alejandro será nombrado praefectus aegypti.

Sobre este cargo, Burr se explayará en el tercer capítulo (83-112). A través de la reconstrucción del gobierno de Tiberio Julio Alejandro, se consigue mostrar cómo eran las relaciones de las provincias con el Imperio y las delicadas funciones que tenía el gobernante en su tarea por garantizar la paz social y el bienestar de sus súbditos, sin perder los vínculos favorables con Roma. En este periodo se suceden –en un lapso breve, además– la aclamación y caída de varios emperadores. Y esto va a exigir a Alejandro una delicada y hábil relación con los soberanos imperantes y los emergentes sucesores.

El libro de Burr termina con la reconstrucción de la participación de Tiberio Julio Alejandro en el asedio de Jerusalén, en tanto que preafectus exercitus judaici. En este capítulo cuarto (113-128), se trata de determinar el rol que tuvo este funcionario judío alejandrino en el grupo de los jefes militares encargados de dirigir el asedio junto con Tito. El rigor y la exposición académicas no impiden que se susciten en el lector –sobre todo, si profesa la fe cristiana o judía– muchos cuestionamientos acerca de cómo pudo haber vivido este judío el acontecimiento de la destrucción de la ciudad sagrada y su Templo.

Burr había descripto ya en el capítulo inicial al padre de Tiberio Julio Alejandro, que llevaba el mismo nombre y ocupaba la función municipal de alabarca en la comunidad judía de Alejandría. Según el testimonio de Josefo (Antigüedades judías XX, 100), era un judío helenista y cosmopolita, pero fiel a la religión mosaica, que hacía generosas donaciones al santuario nacional de los judíos. Su hijo, en cambio, fue parte del Consejo de guerra del 5 de agosto en el que se debatió qué hacer con el Templo de Jerusalén, usado como último baluarte por los rebeldes. Burr se inclina a pensar que tanto Alejandro como Tito eran de la opinión de no destruir el Templo. El relato de los eventos que llevaron al incendio y a la destrucción del templo y de la ciudad está construido con rigor histórico y sin efectos dramáticos, aunque no deja de ser impactante.

Luego de estos sucesos no hay referencias significativas a Alejandro en las fuentes. Burr concluye entonces abruptamente el relato planteando la posibilidad de un viaje a Roma. Algunos estudiosos posteriores a Burr dicen que Alejando habría llegado a ser praefectus praetorio, pero este es un tema discutido todavía.

Aunque deja algunos puntos planteados como hipótesis y otros sin desarrollar demasiado, la monografía de Burr logra su cometido presentando la vida de Alejandro a partir de toda la información disponible en sus fuentes y de manera realmente completa. Al reconstruir la notable carrera ascendente de Alejandro, el A. no deja de señalar las estructuras sociopolíticas, económicas, culturales y hasta religiosas que permitieron un recorrido tan particular a este judío alejandrino. Ayuda a comprender, de este modo, la complejidad del mundo judío de la diáspora y sus relaciones con el Imperio.

En el “Estudio preliminar” (13-50), Bermejo se propone indagar sobre cuatro puntos concretos que, según su entender, habían quedado poco desarrollados o pueden ser hoy cuestionados en virtud de las investigaciones posteriores al texto de Burr: el edicto de Alejandro, la visita de Vespasiano a Alejandría, la cuestión de la “apostasía” de Alejandro y su relación con el judaísmo, y finalmente el status quaestionis sobre el posible ascenso de Alejandro a prefecto del pretorio.

Hay valiosos observaciones en cada uno de estos apartados. Destacan el rigor científico con que se incorporan testimonios arqueológicos, las opiniones de los académicos (incluida la del propio Burr) y la formulación de nuevas hipótesis. Así, por ejemplo, en el capítulo donde aborda el edicto de Tiberio Julio Alejandro, datado en el 68 d.C. (13-18), Bermejo analiza el contenido del edicto y muestra el equilibrio que tenía que mantener el gobernante de Egipto para no presionar desmesuradamente a sus súbditos y a la vez no perder las relaciones propicias con Roma. Alejandro aparece así como un gobernante muy prudente, aunque inflexible en algunas cosas.

En los dos capítulos dedicados a la visita de Vespasiano a Alejandría, el A. analiza dos supuestos milagros hechos por Vespasiano en el contexto de la acogida entusiasta con que lo recibió el pueblo de Alejandría (“política, religión y prodigios”: 19-25). Mas allá de la historicidad de los supuestos prodigios que reconstruye desde fuentes antiguas, establece interesantes paralelos con los relatos de milagros en el NT. Pone de manifiesto, además, el sentido que tenía este poder de realizar signos milagrosos para convalidar la autoridad de una persona o darle una investidura especial de cara al pueblo. Por otra parte, Bermejo señala el vínculo de la política con la religión manifestado a través de estos prodigios y en virtud de la presencia del dios helenístico Serapis, quien otorgaría así una legitimación sacral a Vespasiano.

Bermejo se pregunta si de verdad es posible definir como “judío apóstata” a Tiberio Julio Alejandro (30-38). Su análisis es juicioso; trata de ser cuidadoso con los términos que se usan y de considerar todos los contextos vitales en los que Alejandro desarrolló su carrera. Ciertamente hay una posición política que puede haber llevado a abandonar ciertas prácticas cultuales o preceptos del judaísmo. Por otra parte –como señalaba el mismo Burr– Alejando habría tenido una formación filosófica que le confería cierto sentido crítico respecto del judaísmo. Sin embargo, deduce Bermejo Rubio, es muy problemático afirmar que Alejando haya hecho una apostasía formal o una defección explícita de la religión de sus padres.

Tanto el libro de Burr como el estudio preliminar de Bermejo resultarán preciosos para todos los que se interesen en la historia del siglo i d.C. Si bien se estudia la vida de un judío alejandrino en particular, se sitúa esa existencia individual en el entramado de la vida del judaísmo de la diáspora en un momento de crisis. Ambos estudios ayudan a comprender la pluriforme y matizada configuración de los judaísmos de una época tan importante para los orígenes del cristianismo y para la redacción de sus primeros textos.

Leonardo Valoy

Seminario Mayor de Tucumán

leonardovaloy@gmail.com