Facultad de Teología, Pontificia Universidad Católica Argentina
https://orcid.org/0000-0002-6405-2817
Resumen: Este trabajo se propone analizar 1 Cor 1,10–4,21 por medio del análisis ideológico propuesto por Michel Foucault sobre las discontinuidades discursivas en los saberes. Pautas foucaultianas del método crítico de exploración de los discursos, como son las incidencias de las interrupciones en un instante histórico de quiebre fundamental, las rupturas en los modos de pensar y el modo en que se desarrolló un sistema de ideas, se constituyen en herramientas teóricas de valor epistemológico que sirven para comprender la ruptura con los valores y pensamientos ordinarios de una cultura y con la adquisición e incorporación de una nueva ética y paradigma social. Este sustrato teórico ofrece valiosas herramientas para el análisis de textos que nos permiten indagar y conocer a la comunidad cristiana de Corinto de mediados del siglo i d.C., que formó parte de la historia de los orígenes del cristianismo cuando los valores sociales, culturales y religiosos fueron resignificados.
Palabras clave: 1 Cor 1,10–4,21. Michel Foucault. Arqueología del saber. Ideología. Comunidad de Corinto.
Abstract: This paper proposes to use the ideological analysis of discursive discontinuities in knowledge proposed by Michel Foucault to analyze 1 Cor 1:10-4:21. The Foucauldian guidelines of the critical method of studying discourses, such as the occurrence of discontinuities in a historical moment of fundamental rupture, the ruptures in the ways of thinking and the way in which a system of ideas has been developed, constitute theoretical tools of epistemological value. They serve to understand the rupture with the usual values and thoughts of a culture and the acquisition and incorporation of a new ethical and social paradigm. This theoretical substratum offers valuable tools for the analysis of texts that allow us to study and get to know the Christian community of Corinth in the middle of the first century A.D., which was part of the history of the origins of Christianity, when social, cultural and religious values were re-signified.
Keywords: 1 Cor 1,10–4,21. Michel Foucault. Archeology of knowledge. Ideology. Corinthian Community.
Este trabajo pretende realizar un análisis a nivel ideológico de la unidad literaria de apertura trasmitida en 1 Corintios por la comunidad paulina recopiladora de los escritos auténticos del apóstol. En este texto de 1 Cor 1,10–4,21 se pueden vislumbrar tensiones entre los miembros de la comunidad que pretenden expresar un sistema de ideas o convicciones comunitarias compartidas por pequeños grupos. ¿Cuáles eran los criterios de pertenencia? ¿Qué comportamientos y conductas los movilizaban? ¿Cómo entablaban relaciones entre ellos? Por otro lado, la unidad literaria en cuestión se ocupa más bien de desarrollar ciertos valores que son propuestos como fundamentos para toda la congregación y que contradicen las particularidades enseñadas por algunos líderes de la comunidad. Mediante el análisis discursivo propuesto, podremos comprender más exhaustivamente qué valores e ideas conformaban estas diferencias y cómo se proponían resolverlas. El discurso paulino significó la ruptura con ideologías estructurales y diversas que convivían y, a la vez, una convocatoria a vivir de acuerdo con otro sistema de ideas.
El marco teórico que se aplicará para guiar nuestro análisis discursivo se nutre del pensamiento de Michel Foucault. El autor en sus trabajos sobre el lenguaje y los saberes desarrolló un método para entender las rupturas y los cambios en los modos de pensar, y el tratamiento específico de las ideas y sus luchas de poder productivas, expresadas en discursos. Como parte del objetivo general del autor –la construcción del saber a lo largo de la historia– considera necesario indagar en las rupturas, los quiebres y las interrupciones que son perceptibles en todos los campos de conocimiento. Su focalización en las rupturas implica cuestionar las continuidades que presentan los dominios de saber. Para Foucault lejos de ser naturales son el efecto de una construcción cuyas reglas se trata de conocer y controlar sus justificaciones.
El principio de trastocamiento: pretende cercar las formas de exclusión, de delimitación, de apropiación, a las que aludía anteriormente; muestra cómo se han formado, para responder a qué necesidades, como se han modificado y desplazado, qué coacción han ejercido efectivamente, en qué medida se han alterado 1.
En La arqueología del saber, M. Foucault indaga el conjunto de todos los enunciados efectivos (hablados o escritos) en su dispersión de acontecimientos y en la instancia de crisis que le es propia a cada uno. Utiliza, como el nombre de la obra lo indica, un método de trabajo arqueológico para acercarse a los discursos 2. Allí se pregunta según las reglas con que ha sido construido un enunciado y, por consiguiente, según cuáles podrían construirse otros enunciados semejantes. Foucault elabora en este libro un concepto fundamental para nuestro análisis discursivo de las ideologías, se trata de la noción de “formaciones discursivas”:
En el caso de que se pudiera describir, entre cierto número de enunciados, semejante sistema de dispersión, en el caso de que entre los objetos, los tipos de enunciación, los conceptos, las elecciones temáticas, se pudiera definir una regularidad (un orden, correlaciones, posiciones en funcionamientos, transformaciones), se dirá, por convención, que se trata de una formación discursiva, [...] Se llamarán reglas de formación las condiciones a que están sometidos los elementos de esa repartición (objetos, modalidad de enunciación, conceptos, elecciones temáticas). Las reglas de formación son condiciones de existencia (pero también de coexistencia, de conservación, de modificación y de desaparición) en una repartición discursiva determinada 3.
El análisis desde la modalidad enunciativa permite comprender los tipos de conexión que posibilitaron “la aparición de ciertos enunciados en vez de otros, de ciertos conceptos que no son la sucesión de ideas sino producto de las regularidades discursivas” 4. Este paradigma, aplicado metodológicamente, permite determinar las matrices productoras del discurso, sus construcciones y a la vez sus oposiciones. Resulta muy útil para el análisis de los enunciados de la unidad seleccionada de 1 Cor. Por otro lado, el discurso paulino se encuentra en los tiempos fundacionales del cristianismo; por lo tanto, un tiempo de “construcción conceptual” del ethos comunitario 5 en el que se definió la validez de sus ideas.
El acceso a esta formación discursiva requerirá también que se plantee una cuestión inseparable, a saber, la de la ideología; pues la formación ideológica configura la formación discursiva 6. Esta perspectiva exige pensar el concepto de ideología: “el sistema de ideas, de representaciones que domina la mente de un hombre o de un grupo social” 7. Una ideología es un sistema (que posee su lógica y rigor propios) de representaciones (imágenes, mitos, ideas o conceptos según los casos) dotados de una existencia y de un papel histórico en el seno de una sociedad específica 8. En este marco teórico althusseriano, Michel Pêcheux analiza la formación social y vincula su comprensión al desarrollo ideológico; allí él inscribe el concepto de formación discursiva:
En un momento histórico dado, las relaciones de clases (la lucha de clases) se caracterizan por el enfrentamiento, en el interior mismo de estos instrumentos, de posiciones políticas e ideológicas “que no son cosa de individuos”, sino que se organizan en formaciones que mantienen entre si relaciones de antagonismo, de alianza o de dominación. Se hablará de formación ideológica para caracterizar un elemento susceptible de intervenir como una fuerza confrontada a otras fuerzas en la coyuntura ideológica característica de una formación social en un momento dado; cada formación ideológica constituye así un conjunto complejo de actitudes y de representaciones que no son ni “individuales” ni “universales”, pero que se refieren más o menos directamente a posiciones de clases en conflicto las unas con relación a las otras 9
El concepto de “formación discursiva” asumido por Foucault se puede investigar metodológicamente asociado con la ideología de un grupo enraizada en una formación social 10. Este concepto determina aquello que se puede y se debe decir, en una posición puntual, dentro de una coyuntura específica 11.
En la unidad literaria analizada, el apóstol Pablo se dirige a un destinatario específico; un grupo minúsculo de cristianos gentiles de mediados del siglo i d.C., un grupo o comunidad conformado dentro de la gran ciudad Corinto 12. Ese grupo se encuentra inmerso en un proceso de “contiendas”, como podemos notar en 1 Cor 1,11 (hóti érides en humĩn eidin), que los divide en facciones, signadas cada una por un líder (cf. 1,12-13). Pablo buscará mostrarle a toda la comunidad que ciertos comportamientos o ideas defendidos por los distintos sectores no representan el pensamiento de Cristo (1,10); sino que más bien, se identifican con el pensamiento habitual del mundo. El apóstol repudia las divisiones dentro de la comunidad; puesto que allí, en la escisión se hace presente un proceder que no puede ser considerado “de Cristo”. Por lo tanto, en su discurso desarrollará criterios que considera representativos y fundamentales para los cristianos y que se deberían hallar en los comportamientos de todas las facciones.
Este trabajo se propone analizar estas formaciones discursivas que van entretejiendo la argumentación seleccionada y pretenden representar a aquel grupo social que conformaba la comunidad cristiana de Corinto, tan fundamental para la posteridad religiosa del cristianismo. Este procedimiento servirá para conocer su ideología por dos caminos que se develarán:
a) el del comportamiento sociocultural afirmado como propio y necesario, y
b) el de las conductas o convicciones que vive el grupo y son repudiadas directamente, o aludidas en el discurso por no pertenecer a la identidad del mensaje profesado.
Esta distinción de comportamientos trazará un ideario de la comunidad con las ideologías sostenidas y, a la vez, un ideario que vive la sociedad en la que el grupo se encuentra inmerso y que el grupo paulino –según el enunciador– 13 debe desechar y no debe asentir. De este modo, se podrán vislumbrar algunos elementos que constituyen el ethos de aquella comunidad.
Durante el invierno del año 53, mientras se encontraba en Éfeso, el apóstol recibió la visita de un grupo de la comunidad corintia que él llama: “los de Cloé” (1 Cor 1,11) 14. Por lo que se logra reconstruir de las cartas, ellos representaban una voz marginal dentro de aquella comunidad griega. Pablo había recibido unos meses antes la visita de: “Estéfanas, Fortunato y Acaico” (1 Cor 16,17) 15, que parecen ser antiguos cristianos de la comunidad (al primero Pablo admitirá haberlo bautizado, cf. 1 Cor 1,16; 16,15). Estos le habían informado al apóstol sobre algunos problemas del grupo y lo habían movido a la escritura de su primera carta (generalmente designada como Cor A 16). Ahora recibía la visita de “los de Cloé”, un grupo antagónico al subrogado por la embajada anterior; probablemente, esclavos (pertenecientes a esta casa de Cloé). Eran personas más simples y pobres que pareciera acusan ser perjudicadas o segregadas dentro de la comunidad con las prácticas que ocurrían en la vida cotidiana 17. Ellos llevaron quizás a Pablo una carta que los más pudientes de la comunidad escribieron al apóstol para que aclarase temas pendientes no escritos en Cor A; pero a la vez, este grupo testimonió otros problemas que eran nuevos para Pablo que lo llevará a escribir una nueva carta que reconocemos como Cor B e integrará las dos perspectivas. Es probable que, junto a las inconformidades ya existentes por los problemas anteriores, haya ocurrido, a partir de la visita y estadía de Apolo en Corinto (cf. Hch 19,1), un proceso de crisis que trajo aparejado profundas divisiones en la comunidad (cf. 1 Cor 1,12-13).
A la hora de plantear la cohesión interna o delimitación del texto que se analiza dentro de la carta canónica, la propuesta que se realiza descansa en la apertura y el cierre correspondiente a la misma problemática comunitaria. La apertura de la discusión, que se refiere a “escisiones” o “divisiones” (sjísmata, 1 Cor 1,10) internas, especificadas a continuación como agrupaciones en torno a un referente (cf. 1,11-12), tienen como punto de llegada, la legitimación del enunciador como padre, que remite a los destinatarios al origen de la existencia creyente del grupo (cf. 4,15) y que les promete una próxima visita para conocer y escuchar, personalmente, los argumentos de las discusiones (cf. 4,19). Infinidad de trabajos científicos coinciden en la necesidad de tratar toda esta pieza de forma completa 18.
La problemática vivida por la comunidad corintia durante aquellos años del siglo i no puede comprenderse solo con este texto estudiado, ni tampoco se puede suponer que el mismo haya bastado para resolver las tensiones y divisiones. Esto se puede deducir de 2 Cor, pues allí siguen las tensiones y desencuentros con el grupo griego. Por lo tanto, resulta coherente que este texto sea considerado como una etapa entre los diferentes peldaños que incrementaron las tensiones hasta su resolución definitiva.
Se considera aquí como una unidad literaria de sentido a la pieza delimitada (1 Cor 1,10–4,21); la cual, a la vez, subdividimos en dos bloques que permiten ordenar mejor el desarrollo discursivo de los argumentos. El tema abierto en 1,10 sobre estar unidos: en tôi autôi noì (en una misma mentalidad), se clausura en 2,16 con la frase: hēmeîs dè noûn jristoû éjomen (pero nosotros tenemos la mente de Cristo), y ya no vuelve a aparecer luego el sustantivo noûs (mente/mentalidad) en el desarrollo siguiente. En 3,1 se señala que los destinatarios son como niños (hōs nēpíois) que beben leche (gála, 3,2); y en 4,15, antes del cierre en el que Pablo prometerá su visita, se reconoce a sí mismo como padre (all ou polloùs patéras) que los engendró (egṑ hymâs egénnēsa). En el segmento final, 4,17-21, asegura visitarlos y espera conocer entonces el poder de “los hinchados de orgulloso” (tôn pefysiōménōn, 4,19), que se refiere al sector más problemático de la comunidad aludido desde el comienzo. Esto nos lleva a tratar el análisis en dos bloques: 1,10–2,16 y 3,1–4,21.
Pablo supone en el primer bloque de su argumentación que hay ideas y comportamientos que son propios del mundo y que no pueden ser vividos por un cristiano, ni tienen que encontrarse en la vida cotidiana de la comunidad. Los criterios de los bautizados tienen que razonarse desde Cristo, deben ser pensados con “la mente de Cristo” (1,10; 2,16). Esta mentalidad se formó a partir del mensaje predicado por el apóstol a los corintos. Pablo es portador de un mensaje que se ha revelado, a él y a otros. Se trata de un contenido que esclarece un acontecimiento histórico, el de Cristo crucificado, hecho en el que se ha manifestado la salvación que Dios ofrece a todos los hombres.
A continuación, se analizan los enunciados separados por fragmentos constituidos por segmentos de sentido 19. Podremos ver cómo las declaraciones identificarán pensamientos opuestos que serán irreconciliables. Cada fragmento se sintetiza en un cuadro que busca evidenciar las relaciones de sentido opuesto que expresan las dos formaciones discursivas que las fundamentan:
– El enunciador comienza su mensaje con el verbo parakalô (“[les] ruego” 1,10). De esta forma se dirige a sus enunciatarios designándolos como “hermanos” y evocando el nombre de Jesucristo como motivo suficiente para su mensaje. Pablo les pide que no haya divisiones y que estén unidos en una misma mentalidad y juicio. Este ideal al que apunta en realidad se encuentra lejano para la comunidad, puesto que contrasta el aviso que da luego y que afirma conocer por los de Cloe: existen “contiendas” (érides, 1,11b) entre ellos. Estas discusiones las justifica evocando los dichos o slogans que ellos mismos pronuncian como identitarios y que para el apóstol promueven la desintegración de la unidad: “Yo soy de Pablo”, “Yo de Apolo”, “Yo de Cefas”, “Yo de Cristo” 20 (1,12). Foucault llama “modalidades enunciativas” 21 a los discursos y la procedencia que tienen los mismos en el interior de las instituciones y de sus prácticas discursivas. Estos slogans describen los ámbitos institucionales en los que se llevan a cabo. En este caso, debido a su brevedad necesitaremos avanzar en el discurso para comprender qué ideologías se encuentran detrás. Lo que sí se puede descubrir es que la consideración del enunciador (Pablo) representa una posición diversa de las que él ha enumerado; Pablo se reconoce incluso fuera de la primera posición enumerada que se identifica con su propia persona.
– La pregunta original “... si Cristo está dividido” (1,13) da comienzo al razonamiento planteado en la argumentación. Ese será el telón de fondo de los intereses del enunciador. La primera respuesta a esa interrogación se encuentra desarrollada a continuación por la lógica que plantea el signo del bautismo. Este rito de iniciación para los cristianos marca su pertenencia a la iglesia y su incorporación a Cristo. Cada uno de los miembros de esta comunidad de Corinto fue bautizado en Cristo. Por lo tanto, su pertenencia o adhesión fundamental debe ser a él y no al líder que les transmitió la fe. Aunque los haya acompañado el mismo Pablo, o Apolo o Cefas, y les haya cautivado su predicación. Este motivo da lugar al enunciador para recordar que, salvo algunos pocos casos (1,14-16), su praxis principal no ha sido la de bautizar; por lo tanto, no deberían jactarse quienes se identificaban con él de que los haya bautizado. Su comportamiento fundamental fue siempre el anuncio del Evangelio (cf. 1,17). Esta confesión le dará la ocasión para exponer el contenido del anuncio y a considerar el modo como se debe llevar adelante. En el discurso emerge como objeto –en términos foucaultianos– “Cristo”. El objeto evidencia en la formación discursiva separaciones, oposiciones, reagrupamientos, clasificaciones 22. Aquí “Cristo” es el objeto que establece los criterios de agrupación y distinción.
En el fragmento (1,10-16) se identifica una comunidad que estaba dividida, pero que por su bautismo estaba llamada a la unidad en Cristo. A continuación, se expresa en forma de esquema un sumario de las ideologías expresadas. Al finalizar cada fragmento a lo largo de toda la unidad literaria, se irán proponiendo esquemas que sinteticen las oposiciones.
Fundamento |
Conductas |
Consecuencias |
Cristo > es uno > su ¡nombre! lo evoca |
> contiendas que los identifican y agrupan las facciones |
< Divisiones en partidos o sectores |
> mentalidad de unidad y de juicios |
< El bautismo en Cristo los une a todos |
– Pablo continúa su argumentación en 1,17 reconociendo de que él fue enviado por Cristo a evangelizar; pero no con palabras consideradas sabias según la valoración social cotidiana, pues desvirtúan la cruz de Cristo. Este criterio de discernimiento libra al enunciador –según él da a entender– de la mentalidad mundana. Este juicio deberá más adelante ser explicado mejor en el discurso.
– Luego, en 1,18-19 declara que el mundo ve como locura predicar la muerte de Jesús en la cruz. De hecho, el anuncio es rechazado cuando no contiene el criterio de sabiduría esperable y, como consecuencia, aquellos que aceptaron la veracidad de ese anuncio y se encuentran dentro de la formación discursiva están también inmersos en la misma ideología del enunciador que experimenta la fuerza de Dios. Pablo pretende legitimar este anuncio de Jesús crucificado, debido a que ciertos enunciatarios suyos –hacia adentro del grupo– se apropiaron de distintas formas de expresión, características de la “mentalidad del mundo”. En términos foucaultianos, el enunciador señala a sus enunciatarios ciertas “modalidades enunciativas” 23 que no se corresponden con la “formación de los conceptos” 24, es decir, con la “mentalidad de Cristo”.
Algunos de los contenidos fueron definidos positivamente, enunciándolos con sus argumentos respectivos; y otros fueron aludidos de manera negativa y los destinatarios son recriminados por asumir convicciones o conductas que suponen una mentalidad contraria a la de Cristo. Nunca se nombran estos criterios negativos y no se describe tampoco su origen exacto, pero el lector puede suponer que no se corresponden con los de Cristo, sino que son contrarios y se identifican con una manera de vivir y pensar ajena a la fe. A esos criterios negativos o repudiados por Pablo, los llamamos en este estudio para reconocerlos: “mentalidad del mundo”. Así se pueden distinguir de los designados como propios de la mentalidad de Cristo. El fragmento de 1,17-19 expresa entonces dos ideologías contrarias en los siguientes aspectos:
Fundamento |
Conductas |
Consecuencias |
El Evangelio > (se predica) con la cruz > |
> no es sabio > sino una locura |
< Mente del mundo(sabiduría de los sabios,inteligencia de los inteligentes) |
> es fuerza de Dios > que salva |
< Mente de Cristo |
– En 1,20b-21, Pablo, con la formulación de una pregunta retórica que se expresa con una negación: “¿acaso no?” (oujì en 1,20b), busca provocar en el oyente la respuesta afirmativa y que, como consecuencia, este se pliegue a su argumentación. Así, se asevera que Dios enajenó la sabiduría del mundo, puesto que el mismo no puede conocerlo y comprender su “divina sabiduría”. Este pensamiento esotérico supone la comunicación de un “mensaje revelado”, que se permite conocer solo a algunos (“los creyentes”), y el logro se realiza mediante “la locura de la predicación”.
– En 1,22-25 se afirma que, así como existen “los creyentes”, que representan la ideología de la “mente de Cristo”; también existen quienes subrogan la ideología que llamamos la “mente del mundo”. Estos últimos son descriptos mediante la analogía con los judíos escandalizados y los gentiles que se creen cuerdos para señalar la locura. A pesar de buscar signos y sabiduría, las dos expresiones rechazan la oferta de la predicación. Así es como, mediante esta otra “modalidad enunciativa” tomada de la ideología propia del mundo 25, se cataloga –desde dos puntos de vista típicos– la experiencia ante la predicación de la cruz. El enunciador se dirige a sus enunciatarios recurriendo o aludiendo a dos grupos externos que funcionan como no-personas (ver nota 13). Los grupos genéricos de “los judíos” y “los griegos” expresan reacciones que se las pueden haber apropiado algunos miembros de la comunidad, pero tanto una reacción como la otra pertenecen a la “mentalidad del mundo” 26. Los “creyentes” son denominados aquí como “los llamados” (hoi klētoì), aclarando incluso que pueden provenir del mundo griego y judío; puesto que, por lo visto, al autor le interesa manifestar que la comunidad cristiana es un grupo “abierto” y, por lo tanto, no está cerrado a las diversas culturas y sociedades. El segmento finaliza con una aseveración que recae, no sobre el grupo de “los llamados”, sino sobre la idea anterior, el mensaje revelado a ellos por la predicación (cf. 1,25). Este evangelio es ideológicamente contrario a la “mente del mundo”, pues es más sabio y más fuerte que los hombres.
– Si nos fijamos en 1,20a y 26 –dos afirmaciones separadas que proponemos unir en el análisis–, podemos reconocer cómo estas frases expresan con claridad a los militantes de las dos ideologías. Los primeros: el sabio, el docto, el intelectual de este mundo 27: son aquellos que, con la “mente del mundo” y teniendo herramientas culturales para hacerlo, se oponen a la predicación. Los segundos son “los que habéis sido llamados”: Un grupo formado por personas que no son consideradas sabias por los demás, que no son poderosas –es decir, que no tienen recursos y poder en general– y que tampoco pertenecen a la nobleza; por lo tanto, que no son honorables 28 ni reconocidas por la sociedad.
– En 1,27-31 se precisa más todavía quiénes son la gente elegida por el mismo Dios para confiarles la revelación mediante la predicación. Son los locos y débiles que por sus características confunden a los sabios y fuertes del mundo. Pablo justifica esta elección divina con razones de conveniencia, fundamentadas por el lugar creacional del ser humano: “Para que nadie se engría ante Dios y los demás” y más bien reconozcan que todo viene de Él. Este es un rasgo ideológico fundamental de la mente de Cristo, por lo tanto, se trata de un objeto 29 fundamental.
El fragmento de 1,20-31 hay que ubicarlo en el reclamo de Pablo, a propósito de los conflictos y enfrentamientos. El criterio que no se debe perder de vista es que, para el apóstol, el comportamiento que practican los enunciatarios del escrito no es cristiano. Para ello, su argumento se remite a la fuente revelada del cristianismo y expone la respuesta de dos ideologías ante este misterio. Es así como el discurso expresa dos formaciones discursivas que dejan ver la configuración del comportamiento requerido:
Fundamento |
Conductas |
Consecuencias |
Mensaje revelado (se predica) > con la cruz > |
> sabiduría del mundo > no lo reconoce > criterios de judíos y gentiles > sabios, doctos, intelectuales; sabios y fuertes > provoca escándalo y locura > parece débil y sin sabiduría |
< Mente del mundo |
> por la locura de la predicación > se comprende > creyentes y llamados (sean judío o gentiles) > ni sabios, ni poderosos, ni nobles > sino locos y débiles > salva con fuerza y sabiduría |
< Mente de Cristo |
– En 2,1-5, el autor trae a la memoria el recuerdo de su primera visita a la comunidad, cuando, en aquel entonces, conforme con el comportamiento adecuado a la mente de Cristo, les anunció el mensaje de Jesucristo crucificado, presentándose “débil” (asthéneia), acorde con esa mentalidad y constituyendo su anuncio en “el poder (dýnamis) de Dios”. Este comportamiento resulta profundamente disruptivo para la mentalidad del mundo 30.
– En 2,6-9, continúa con los recuerdos ejemplificantes. Aquí evoca el hecho de la crucifixión y lo hace para explicar que la verdadera madurez de la sabiduría se alcanza cuando se comprende o se piensa con la sabiduría de Dios; saber oculto, pero revelado a algunos. Aquellos que siguen la sabiduría del mundo y piensan con su mente –sobre todo los jefes y líderes– han fracasado, puesto que fueron ellos mismos los que crucificaron al Señor.
– Finalmente, en 2,10-16, a contrapeso de los líderes del mundo que no entendieron la sabiduría de Dios, Pablo se involucra en el grupo de creyentes cambiando la persona verbal, con el reconocimiento que a “nosotros” nos lo reveló Dios, explicando así que mediante el Espíritu de Dios, el creyente 31 conoce las “realidades espirituales expresadas” y adquiere, finalmente, la mente de Cristo.
El fragmento final de 2,1-16 compara las dos mentalidades y deja entrever más, la autocomprensión de la ideología que se describe como la “mente de Cristo”. Se trata del enunciatario y su grupo de pertenencia, que asume disponer de un conocimiento revelado que se mantiene oculto a los que tienen poder o lo pretenden. Aunque la revelación sea accesible y predicada a todos, y se comunique para universalizar el mensaje por la vía de la debilidad y no de la elocuencia; Pablo constata que solo reciben “el mensaje de la cruz” quienes tienen el Espíritu de Dios y no resaltan socialmente por su poder y sabiduría.
Fundamento |
Conductas |
Consecuencias |
Mensaje revelado > fue predicado por Pablo débil > |
La sabiduría de los más capacitados del mundo > crucificó al Señor |
< Mente del mundo |
El Espíritu de Dios capacita a los creyentes > para conocer a Dios y sus realidades espirituales |
< Mente de Cristo |
Este segundo bloque de la unidad literaria tiene como elemento argumentativo central el modo como se debe comprender el apostolado. Se vuelve sobre el ministerio de Apolo, pero no para compararlo con el del propio Pablo como hacían los corintios, sino para mostrar su complementariedad en el proyecto de Dios. Tanto uno como el otro son trabajadores en el “campo de Dios”, o constructores del “edificio de Dios” que es la comunidad. El apóstol presenta a los ministros del Evangelio como “servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios” (1 Cor 4,1). Esta vocación implica una conducta propia que caracteriza la forma de vida y deja entrever las exigencias de poseer la revelación del misterio de Dios.
Pablo comienza este bloque (3,1) con una confesión a sus destinatarios, en la que expone su impotencia por no poder hablarles (ouk ēdynḗthēn lalêsai hymîn) como se les habla a “hombres espirituales”. Esta idea conecta la continuidad discursiva de lo que él designaba como la “mentalidad de Cristo”. Los enunciatarios solo podrán comprender la sabiduría y la fuerza revelada en la cruz (2,7) si, poseyendo el Espíritu de Dios, se examinan espiritualmente (pneumatikôs anakrínetai; 2,14). Sin embargo, ellos, al revés de lo esperado, se comportan como infantes, como hombres según “la carne” que “andan (como) humanos” (ánthrōpon peripateîte; 1 Cor 3,3); es decir, se manejan con criterios meramente humanos. Con el mismo diseño del bloque anterior se analizan fragmentos, que se compone cada uno de dos o más segmentos, y se finaliza con un cuadro sintético que exprese las ideologías.
– En 3,1-3 el apóstol reconoce que sus destinatarios no están a la altura de lo que se espera de ellos, pues se comportan como hombres “carnales” (sarkínois) y no como “espirituales” (pneumatikoîs), esto es, con un comportamiento adecuado al Espíritu recibido. Como a un infante debe seguir alimentándolos con leche y no con alimentos sólidos propios de la adultez. Este infantilismo se debe a que entre ellos hay “celo y pleito” (3,3). Este comportamiento, como se puede presuponer, no pertenece a un “hombre espiritual”. Aquí surge un nuevo objeto de saber de la formación discursiva, que pertenece a la ideología a la cual suscribe el enunciador. El objeto conforma el concepto 32 que se organiza en función de la mentalidad de Cristo.
– El discurso continúa en 3,4-9, segmento en el que se retoma la línea argumental presentada al comienzo (1,10-17) de toda la unidad literaria. Se puede presuponer por este segmento la promoción que hacían algunos cabecillas de sus propias ideologías mundanas, escondidas en el impulso político de los liderazgos de Apolo o del mismo Pablo. El apóstol vuelve sobre las declaraciones de pertenencias y cita esta vez solo los dos slogans principales mediante los que realizaban sus manifestaciones de camarilla: “o por Él, o por Apolo”. Este comportamiento pertenece a una conducta humana (ánthrōpos) que no es la esperada. Esto se confirma con la pregunta introducida por la partícula negativa ouk (3,4b), “usada para crear expectativa de una respuesta afirmativa (‘Sí, somos humanos’)” 33. Esta pregunta se acompaña de otras dos en las que interroga respecto a la identidad de los dos líderes (3,5a). Las respuestas se ofrecen en el mismo momento con una única contestación: “Servidores (diákonoi), por medio de los cuáles han creído” (3,5b). Este ministerio de servicio le permite desarrollar distintas imágenes vinculadas a la agricultura, que muestran que tanto Pablo como Apolo se entregan a Dios con su trabajo y no pueden estar por encima del mensaje proclamado, pues el Señor hace crecer lo plantado y asocia a sus servidores a su trabajo como sus compañeros (synergoí, 3,9).
– Finalmente, el segmento de 3,10-17 continúa en la misma línea argumental, pero con el desarrollo de otro campo semántico, a saber, el de la edificación; para profundizar así en la asociación que Dios hace de aquellos que obran de acuerdo con su ser y desarrollo espiritual. El procedimiento aludido antes, por el cual se adhiere a un líder y se rompe la comunión por construir según antojos (cf. 3,10-12), queda totalmente desautorizado. La comunidad se debe regir por criterios espirituales debido a que son naòs Theoû, porque el Espíritu de Dios “habita (oikeî)” en ellos (3,16). Del mismo modo que el mensaje había sido revelado (cf. 2,10), también la obra (tò érgon) de cada uno quedará manifiesta “el día por el fuego” (3,13). Este acontecimiento, de resonancias apocalípticas, tiene una función reveladora que solo pueden comprender aquellos que recibieron la competencia de la fe, que los hace poseedores de este conocimiento. La verdadera recompensa proviene del juicio divino, no del honor que pueden prodigarles otros miembros de la comunidad (3,14).
En el fragmento de 3,1-17 se comparan los procederes de las dos mentalidades en pugna que, en categorías foulcaultianas, conforman dos ideologías que componen la formación discursiva en cuestión. Los criterios “espirituales”, que habían quedado conceptualmente asociados al objeto emergido al comienzo de la mente de Cristo, representan la ideología propia del grupo de aquellos que recibieron el Evangelio y que poseen el Espíritu Santo; y los criterios “carnales” o “humanos” (3,3) son objetos que expresan la ideología que poseen las camarillas, que para Pablo rompen la unidad de la comunidad y hacen presente la mentalidad, que llamamos “del mundo”. Por lo tanto, el ministro debe servir al crecimiento de la comunión (3,6-7) o a la edificación de la comunidad (3,10-11).
Fundamento |
Conductas |
Consecuencias |
La comunidad es el campo o el templo de Dios |
Carnales > leche (de niños) > celo y pleitos |
< Proceder al modo humano |
Espirituales > alimento sólido > acompañar el crecimiento de la labranza o edificar el edificio. |
< Servir y colaborar con Dios |
– El discurso continúa con el segmento de 3,18–4,1. El mismo comienza con una rotunda advertencia para los lectores formulada en imperativo: “¡Que nadie se engañe a sí mismo!” (3,18a). Dicha exclamación da lugar a una oración subordinada con una prótasis (3,18b), que sirve de advertencia a los destinatarios que se perciben sabios. Creerse poseedor de las condiciones sapienciales que son alabadas por este mundo es un error. La apódosis del razonamiento clarifica mejor con la calificación de locura (3,19a) la situación en la que se encuentran aquellos que piensan según ese modelo. La sabiduría de Dios es, en realidad, aquello que el mundo considera locura (cf. 1,18-25). Aquí el apóstol retoma la temática anterior y refuerza su convicción de que nada tienen que ver los criterios mundanos de sabiduría con los valores que deben vivir los creyentes. Ellos son vistos como “locos” por un mundo que no los entiende. El razonamiento ahora es presentado desde la mirada de Dios. El apóstol afirma: “La sabiduría de este mundo es locura a los ojos de Dios” (3,19a). Pablo les ofrece una palabra divina de valoración sobre la sabiduría mundana. La comunidad debe tomar distancia de aquellos valores y fortalecer la sabiduría según el Evangelio, por eso los convoca a volverse “locos” (3,18c). Las dos citas de la Escritura se ofrecen como referencia de autoridad para confirmar lo dicho (3,19c-20; cf. Job 5,13; Sal 93,11 LXX). El apóstol finaliza su razonamiento con un llamado a no jactarse nunca a causa de un ser humano. Es probable que su argumento se apoye en una “máxima filosófica, más particularmente, estoica: “Todo es tuyo”. Según el principio estoico: “Todo pertenece al sabio” 34. La pretensión del enunciador es desautorizar los slogans iniciales, citados al comienzo de su argumentación (“Cada uno de ustedes dice: ‘Yo soy de Pablo’, ‘Yo, de Apolo’, ‘Yo, de Cefas’, 1,12). Aquí se menoscaba esa forma de pensar y se aplica la matriz cultural de los estoicos que, con seguridad, muchos conocían. El apóstol utiliza ese criterio, pero razonado desde la fe, y así concluye que nadie pertenece a ninguna persona; al contrario, en la vida cristiana todas las cosas son nuestras y a la vez todos son de Cristo, y Cristo es de Dios (cf. 4,21-22); el mismo criterio se utiliza en 6,1-3. Por lo tanto, el hombre es y será señor de todo lo que le llega de fuera (cf. 8,4-8; 10,25-26.31).
– En el segmento contiguo (4,2-5) se plantea lo que se debe esperar de los administradores (oikonómoi). El texto comienza con un deíctico que señala lugar (hôde); de este modo el enunciador les señala a sus enunciatarios un objeto de saber fundamental, pero lo hace por medio de una idea espacial. Ellos deben ser encontrados fieles. La fidelidad a los valores que Dios ha revelado se muestra como el espacio en el que deben encontrarse los corintios. Pablo declara que el único que lo juzga es el Señor, ningún tribunal humano puede juzgarlo; por eso será el mismo Señor el que iluminará (fōtísei, 4,5) y manifestará (fanerṓsei, 4,5) aquello oculto y guardado que no podemos ver y que será la sustancia del juicio divino para todos, no solo para él. El objeto del juicio divino emerge en la formación discursiva; y así se muestra una relación conceptual 35 fundamental en esta ideología. Se trata del comportamiento ético esperado de los administradores de Dios, es decir, la conducta de aquellos que son portadores de un conocimiento revelado se encuentra regulada por el objeto (en términos foucaultianos) del juicio divino. La relación conceptual se realiza en la fidelidad a los valores que regirán el juicio. Los administradores son (o deben ser) “hombres espirituales”, que viven según la “mente de Cristo” en la lógica de los misterios revelados dando cuenta solo al veredicto de Dios.
– La certeza del juicio divino le da lugar al apóstol a presentar el siguiente segmento de su desarrollo discursivo (4,6-13). Aquí se aplican los criterios expuestos entre 3,5–4,5. Pablo emplea en este pasaje una “mordaz ironía como parte de su estrategia, no solo para reprender a los lectores por su arrogancia, sino como un medio para realinearlos hacia una perspectiva” 36. Él se pone a sí mismo por ejemplo y lo pone también a Apolo, para que aprendan de ellos el hecho de no salirse de lo escrito y, de esa manera, no se engrían (fysioûsthe, 4,6). El enunciador reconocerá que sus enunciatarios se encuentran llenos, son ricos y llegaron a ser reyes; a diferencia de ellos, los apóstoles –es decir Apolo y él– que poseen el último lugar. Los verdaderos ministros del Evangelio viven como condenados, puestos como espectáculo para el mundo (cf. 4,8-9), vistos como perikathármata toû kósmou (suciedad del mundo) y pántōn perípsēma (desecho de todos, 4,13). Así se resalta con cáustica ironía la soberbia del grupo corinto que se cree poseedor del conocimiento y la conducta adecuada. Pablo se apropia de la locura y la sabiduría a causa de Cristo, y reconoce también la debilidad y el desprecio que el mundo señala de ellos, incluso lo rubrica con un sumario de recuerdos o catálogo de experiencias (4,11-13) en donde recoge algunos de sus propios padecimientos. Así se confrontan la sabiduría cristiana con la sabiduría del mundo y, por lo tanto, el autor mueve a sus lectores al discernimiento legítimo que ellos deberían realizar sobre el servicio del apostolado. “Para iluminar las pruebas de los cristianos, Pablo no se siente satisfecho con tratarlas en función del juicio futuro, sino que las considera con mayor interés y más profundamente a la luz del acontecimiento de la cruz de Jesucristo” 37. La descripción cualitativa realizada del comportamiento de los administradores permite vislumbrar en el análisis ideológico el desarrollo de una modalidad enunciativa en la que el apostolado procede del interior institucional de la ideología en cuestión por eso resulta un emplazamiento posibilitado por su discursividad 38.
El fragmento de 3,18–4,13 se concentra en la imagen del administrador o apóstol. El autor contrasta las imágenes que poseen los grupos divididos con la figura legítima, según el criterio revelado en la cruz de Cristo. El razonamiento, tal como fue presentado, se compone de tres momentos: a) uno en el que se propone ver las cosas desde la mirada de Dios (3,18–4,1), b) otro en el que se advierte cual es el juicio verdadero al que seremos sometidos (4,2-5) y c) finalmente una synkrisis, en la que se contraponen las visiones sobre los administradores (4,6-13). Se pueden comprobar las dos ideologías planteadas en la formación discursiva y halladas en el grupo social; la ideología del apóstol y los más humildes (quizás los de Cloe), y la profesada por algunos de los miembros de la comunidad que se identifican con los grupos (Pablo, Apolo, Pedro) y su adscripción a una construcción cultural helenista más que al contenido revelado.
Fundamento |
Conductas |
Consecuencias |
Imagen del administrador |
Sabios > vanidad > fama humana > se hicieron reyes |
< Juicio apresurado, personal y mundano |
Locos > verdad > gloria de Dios > vistos como suciedad y desecho |
< Juicio de Dios, cuando él venga |
– El segmento final de 4,14-21 se centra en el recurso de la captación benevolente de los lectores con apelación a la paternidad apostólica de Pablo. El enunciador revela que con sus intenciones no pretende avergonzarlos, sino instruirlos como a hijos queridos. Pablo les recuerda que los engendró (egṑ humâs egénnēsa, 4,15). Así muestra la vinculación ética que despliega con los enunciatarios y da a entender lo que anhela de ellos. Su pedido es que imiten su conducta (4,16), porque, evidentemente, el comportamiento de los corintos no se corresponde con el mensaje revelado y se identifica con el comportamiento pagano. Los hijos deben obrar como el padre. El discurso finaliza con el anuncio del envío de Timoteo y de su deseo de visitarlos. El tono paterno al final adquiere una forma menos dulce y más incisiva. El padre debe verificar las conductas orgullosas (4,20), por eso los provoca con una pregunta retórica que hace repensar la paternidad de todo apostolado (4,21).
El punto de llegada de todo el discurso –desde 1,10– finaliza con una apelación a la paternidad del apóstol, fundador de la comunidad y, por lo tanto, pedagogo principal de la misma (4,15); y con toda la potestad para corregirlos. Aquí resulta muy interesante aplicar una estrategia foulcaultiana de análisis, recuperada del pensamiento nietzscheano, y reelaborada luego por Foucault al servicio de su labor exploratoria. Se trata de la idea de genealogía 39. La misma implica que, allí donde otros ven en algo un origen sagrado, Foucault ve la intención humana de ese valor creado:
Digamos, para jugar con las palabras, que practica una desenvoltura aplicada. La parte genealógica se refiere por el contrario a las series de la formación efectiva del discurso: intenta captarlo en su poder de afirmación, y entiendo por esto no un poder que se opondría al de negar, sino el poder de constituir dominios de objetos, a propósito de los cuales se podría afirmar o negar proposiciones verdaderas o falsas. [...] En todo caso, una cosa al menos debe señalarse: el análisis del discurso así entendido no revela la universalidad de un sentido, saca a relucir el juego de la rareza impuesta con un poder fundamental de afirmación 40.
Esta filiación que emerge al final del discurso queda emplazada como un objeto primordial que permite legitimar los objetos de saber de todo lo enseñado en la formación discursiva. La genealogía nos permite captar como el enunciador se afirma y constituye su dominio sobre ellos en la trasmisión de la revelación. Con la evocación de su paternidad, Pablo despliega una importante estrategia de resistencia contra el poder que se le opone... (quizás... con “los de Apolo”). Él se remonta al momento inicial de la relación de ellos con la fe y con su primer comunicador (Pablo mismo es quien los ha evangelizado). No es menor el hecho de que este dato que llamamos “genealógico” haya sido ordenado al final del discurso, pues al terminar así el mensaje a los corintos se muestra de qué manera se ejerce el poder y cual pretende el apóstol que sea su dominio sobre ellos.
En las promesas finales de visitarlos, se ve también la confianza que tiene en ser recibido y valorado por los corintios, y a la vez desafía a quienes no se abran al amor y mansedumbre paterna, y escogen la vara (rábdō, 4,21) de la disciplina.
Fundamento |
Conductas |
Consecuencias |
Imagen del apóstol padre |
Hijos orgullosos y desobedientes > corintos (de Apolo) > normas de conducta paganas |
< Palabrería |
Hijos que lo imitan > como Timoteo > normas de conducta de Cristo |
< Poder del Reino |
A lo largo del análisis se pudo observar cómo el enunciador se dirige a un enunciatario colectivo específico, un grupo de cristianos residentes en Corinto, que tienen divisiones internas o subgrupos, pero que pertenecen al mismo ámbito de comprensión: se adhieren a la fe en Cristo.
En distintos momentos del discurso se pudo observar que la argumentación del enunciador parte de la referencia a un misterio revelado, que había sido recibido por Pablo oportunamente y fue comunicado al grupo, el cual adhirió a ese anuncio por la fe. Esta revelación es la que da valor y dignidad a la ideología expresada en el discurso, pues el enunciador expone desde allí los fundamentos que esclarecen el dilema de las divisiones y reclama a sus enunciatarios las conductas correspondientes adecuadas a aquello revelado. El lector de hoy puede, mediante el análisis de las ideologías del texto, conocer aspectos de aquel ethos profesado.
Se pudo observar que el discurso fue escrito para corregir una discusión grupal en la que se evidencian dos posiciones (aunque se aludan o supongan más). Una de ellas en línea o cercana con el pensamiento paulino y la otra antagónica con este pensar. Respecto a la designación de esta última, su valoración se debe a que prefieren criterios calificados como contrarios a la “mentalidad de Cristo” y a la de “hombres espirituales”, y adecuados al pensamiento secular; es decir al criterio cultural de honorabilidad y a los parámetros del grupo judío dominante (la comunidad religiosa más próxima). Estos criterios no son apreciados por el enunciador, porque se identifican con los códigos y pretensiones culturales de la sociedad romano-helenista de la época o de los grupos religiosos de judíos influyentes entre los cristianos. El apóstol aprecia el valor determinante y rupturista de la “debilidad”, como signo de la elección gratuita de Dios y de la eficacia salvífica de la cruz. Debido a ello, salió al encuentro de los antagonistas de la comunidad y en defensa del grupo residual (los esclavos de la casa de Cloe). Ofreció una propuesta disruptiva, en la que esclareció a los más débiles el sentido salvífico que legitima su comportamiento y valor, y desautoriza a la vez el de los adversarios, que se identificaban con valores seculares y, a causa de ello, mancillaban y desvalorizaban a los pobres y marginales de la comunidad. El apóstol argumenta también con estos valores la necesidad de que los administradores de la comunidad identifiquen sus conductas con este modo de vivir el apostolado, tal como había sido su comportamiento entre ellos. Toda la unidad literaria presupone una escena de habla cercana y familiar, de tipo intimista y fraterna, finalizando con un tono paterno filial. Incluso en las advertencias y acusaciones más tensas, nunca se abandona el matiz amistoso.
El análisis ideológico de origen foulcaultiano se mostró como una herramienta eficaz para realizar en el discurso un corte “arqueológico” en una situación de “crisis”, que sacó a la luz las formaciones discursivas y permitió determinar cuáles eran las ideologías en pugna en el conflicto de un grupo religioso determinado, de la cuenca mediterránea del Egeo, a mediados del siglo I de la era cristiana.
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[recibido 26/12/2023 aceptado: 14/2/2024]
1 Foucault, El orden del discurso, 38.
2 El método arqueológico, en palabras de Foucault, “trata de mostrar lo que, de esas crisis, podía ser dado como objeto del discurso, cómo podían encontrarse en él conceptualizadas, cómo los intereses que se enfrentaban en el curso de esos procesos podían disponer en ellos su estrategia” (Arqueología, 218).
3 Foucault, Arqueología, 55.
4 Emiliozzi, “Método del discurso”, 6.
5 Maingueneau utiliza este concepto aristotélico en reacción a una concepción estructuralista sobre el texto. En este sentido se asumirá el concepto. Todo discurso (oral o escrito) supone un ethos: implica cierta representación del cuerpo de su garante, del enunciador que asume su responsabilidad. Su habla participa de un comportamiento global (una manera de moverse, de vestirse, de entrar en relación con otros). Se le atribuye, también, un carácter, un conjunto de rasgos psicológicos, y una corporalidad, estereotipos valorizados o desvalorizados en la colectividad en la que se produce la enunciación. El ethos le sirve para observar los modelos culturales que legitiman al que toma la palabra en un espacio social. “El ethos conduce a oponerse a la reducción de la interpretación a una simple decodificación; todo lo concerniente al orden de la experiencia sensible entra en juego en el proceso de la comunicación verbal. Las ‘ideas’ suscitan la adhesión del lector a través de una manera de decir que es también una manera de ser. Ubicados por la lectura en un ethos envolvente e invisible, no solo desciframos los contenidos, participamos del mundo configurado por la enunciación, accedemos a una identidad encamada de alguna manera” (Maingueneau, “Problème d’ethos”, 65). Cf. Maingueneau, Obra literária, 137-154.
6 “La cuestión de la ideología planteada a la ciencia no es la cuestión de las situaciones o de las prácticas que refleja de una manera más o menos consciente; no es tan poco la cuestión de su utilización eventual o de todos los malos usos que de ella se pueden hacer; es la cuestión de su existencia como práctica discursiva y de su funcionamiento entre otras prácticas” (Foucault, Arqueología, 241). Para el autor la ideología existe en la práctica discursiva, por lo tanto, se logra conocer mediante el análisis de la “formación discursiva”.
7 Se toma aquí la definición propuesta por Luis Althusser, cf. Althusser, “Idéologie”, 14.
8 Cf. Ib. 20-24; Cala, “Althusser”.
9 Pêcheux, Análisis, 232-233.
10 Cf. González-Domínguez, “Análisis del discurso”, 155-156.
11 Para ampliar la presencia de la ideología en los discursos y en los contextos sociales, cf. van Dijk, Ideología, 36-40.
12 Esta metrópoli era la capital de la provincia romana de Acaya. Fue fundada por Julio César en el año 44 a.C. Era una gran urbe con un gran desarrollo económico debido a su posición estratégica sobre el istmo. Desde Corinto se regulaban las relaciones entre el continente y el Peloponeso y entre los dos mares, el Egeo (Aegaeum) y el Adriático (Hadriaticum). La ciudad se desarrollaba a los pies de la acrópolis en donde se erigía el templo de Afrodita. Era una ciudad con mucha vida en la que se encontraban los comerciantes, se reunían esclavos o libertos, asistían predicadores itinerantes o filósofos para promocionar sus cultos. Cada dos años se realizaban allí los juegos en honor de Poseidón, que reunían a deportistas y a espectadores. En la ciudad convivían la riqueza y la pobreza, el lujo y la miseria, la inmoralidad y la virtud. Este contexto geográfico y cultural será sumamente importante en el trasfondo de la discusión. Cf. Hafemann, “Corinth”, 164.172-173; Murphy-OʼConnor, “Corinth”, 1134-1139.
13 Es necesario realizar en este punto una aclaración que tiene que ver con la utilización del vocabulario en nuestro análisis. Maingueneau nota que las distintas perspectivas analíticas (“situación de enunciación”, “situación de comunicación” y “contexto”) suelen interferir en las investigaciones unas con otras, y mezclar las nociones propias con las otras, de manera que muchas producciones suelen resultar desordenadas y confusas (cf. Maingueneau, “Situación de enunciación”, 1). Nuestro análisis de 1 Cor 1,10–4,21 se detiene en aquello que ocurre en el enunciado, en lo absolutamente discursivo; por ello se utilizará entonces la nomenclatura propia de este marco teórico. Maingueneau, en línea con Benveniste y Ducrot, considera la situación de enunciación como un sistema en el que tres posiciones fundamentales se definen discursivamente, es decir, se representan en el discurso. Se trata de: 1) El enunciador o sujeto de la enunciación (quién habla, quién lleva adelante el enunciado), 2) el enunciatario o co-enunciador (a quién se habla o se destina el enunciado) y 3) la no-persona (quién no está habilitado para convertirse en enunciador, ni en enunciatario). Vale una aclaración más. En línea con el análisis ideológico, Foucault describe que las formaciones discursivas actúan en todos los aspectos del discurso (objetos, modalidades, conceptos, estrategias); la modalidad enunciativa de un discurso es por tanto ideológica, pues está regulada por una formación discursiva; cf. Foucault, Arqueología, 74-75. Este análisis de 1 Cor 1,10–4,21 se ajusta al análisis de la modalidad enunciativa, por lo tanto, trabajará con las categorías de enunciador y enunciatario. Como se dijo antes, debido a que la enunciación es ideológica, pues está regulada por una formación discursiva, se puede llevar a cabo el corte crítico foucaultiano en el discurso paulino.
14 Cf. Fitzmyer, First Corinthians, 136-137.141.
15 Como la “casa” era de Estéfanas es probable que Fortunato y Acaico sean libertos o clientes.
16 Existen diferentes propuestas respecto a los textos de 1 Cor que conformarían aquel escrito primigenio hipotético. Aquí se sigue la propuesta de Vidal (Las cartas auténticas de Pablo, 19-21 y 233-239), aunque no se entra en dichas discusiones.
17 Por ejemplo, se pueden ver abusos aquí: 1 Cor 1,10-12 (existen divisiones en la comunidad y no pueden alcanzar “una misma mentalidad y un mismo juicio” en Cristo); 1 Cor 8,1-13 (el escándalo producido por la comida del mercado que había sido sacrificada a los ídolos en donde se confronta conocimiento/ciencia con amor/edificación y la posibilidad de conseguir carnes más baratas que quedaban de los actos cúlticos); 1 Cor 12,1-4.31; 14,26 (allí se pueden presumir diferencias en lo que respecta a la posesión y ejercicio del carisma propio en la comunidad).
18 Presentamos solo algunos que son representativos para nosotros: cf. Conzelmann, Corinthians, 30-93; Collins, Corinthians, 86-203 (delimita 1,18–4,21); Fitzmyer, First Corinthians, 136-228; Mihaila, The Paul-Apollos Relationship; Vidal, Las cartas auténticas, 242-243; Pereira Delgado, Corintios, 2017, 15-107; De la Serna, Corinto, 43-65; Dvorak, Metafunction; Mihaila, The Paul-Apollos Relationship.
19 Para clarificar nuestro vocabulario, al momento de referirnos a los aglutinamientos discursivos de sentido en el texto analizado de 1 Cor –de los más grandes, a los más pequeños– los designamos: unidad literaria, bloque, fragmento, segmento.
20 Se trataría de una facción hiperpaulinista “(de tipo) gnóstico, que identifican su propio ser con Cristo [...] Es ciertamente posible detectar en la comunidad corintia tendencias de tipo neumática, entusiasta, individualista” (Conzelmann, Corinthians, 33-34). En esta línea de interpretación, resulta interesante la observación de que podría tratarse de un grupo que niega las mediaciones en general, en este caso sería la mediación apostólica para la trasmisión del evangelio debido a “ser de Cristo” (cf. De la Serna, Corinto, 45). Otros autores ven en la adscripción a Cristo solamente un juego retórico típico con el que Pablo pretendía unir a la comunidad dividida: “Parece mejor tomar el lenguaje dramático del v. 12 como una contundente pieza de retórica por parte de Pablo en lugar de una declaración sobre la situación específica en Corinto. Los llamados slogans no son consignas utilizadas por varios grupos entre los corintios. Son caricaturas creadas por Pablo. Estas caricaturas, implícitamente, comparan el comportamiento de los corintos con el de grupos de niños que dependen de sus padres o con grupos de esclavos que dependen de sus amos” (cf. Collins, Corinthians, 73).
21 Cf. Foucault, Arqueología, 69-75.
22 Ib., 64-65.
23 Se trata de localizar la procedencia de los discursos en el interior de las instituciones y las prácticas discursivas. Es fundamental definir entonces la/s posición/es de el/los sujeto/s. cf. Foucault, Arqueología, 69-75.
24 Se trata de describir la organización del campo de enunciados donde aparecen y circulan los conceptos, sus dependencias y esquemas retóricos. El análisis de las formas de coexistencia de estos, cf. Foucault, Arqueología, 57-73.
25 Foucault propone para descubrir el concepto que entiende por modalidad enunciativa una serie de preguntas orientadoras: “¿Quién habla? ¿Quién, en el conjunto de todos los individuos parlantes, tiene derecho a emplear esta clase de lenguaje? ¿Quién es su titular? ¿Quién recibe de él su singularidad, sus prestigios, y de quién, en retorno, recibe ya que no su garantía al menos su presunción de verdad? ¿Cuál es el estatuto de los individuos que tienen –y solo ellos– el derecho reglamentario o tradicional, jurídicamente definido o espontáneamente aceptado, de pronunciar semejante discurso?” Foucault, Arqueología, 69.
26 Si bien existen autores que suponen que Pablo aludiría aquí a una discusión con dos tipos distintos de rivales, es importante notar más bien que “con frecuencia utiliza la pareja, judío(s) y griego(s), como una división de la humanidad, cuando habla de su reacción ante el acontecimiento de Cristo (Gal 3,28; 1 Cor 1,23-24; 10,32; 12,13; Rom 1,16; 2,9-10; 3,9; 10,12). Esta es una manera judía de hablar de la humanidad [...] Aunque Pablo distingue a judíos y griegos, descubre que son similares en su reacción psicológica ante el acontecimiento de Cristo, en el sentido de que ambos exigen pruebas [...] Pablo ha utilizado lo que H. Betz (The Gospel) llama ‘clichés étnicos’”, Fitzmyer, First Corinthians, 158.
27 El texto dice: syzētētḕs toû aiônos toútou (un disputador de esta era). La pregunta entonces sonaría así: “¿Dónde (hay) un disputador de este mundo?”.
28 “El honor representa el lugar justo de una persona en la sociedad. La posición social es delimitada por fronteras relativas al poder, a su estatus, basado en el género y situación en la escala social. Desde un punto de vista funcionalista, el honor es el valor de una persona a sus propios ojos, más el valor de esta a los ojos de su grupo social. Es también una demanda de valor, junto con el reconocimiento social requerido. El propósito es hacer las veces de una especie de tasación social que da derecho a una persona a interactuar de manera específica con sus superiores, iguales y subordinados, conforme a las claves culturales prescritas de la sociedad” (Malina, Anthropology, 53).
29 “Una formación discursiva se define (al menos en cuanto a sus objetos) si se puede establecer semejante conjunto; si se puede mostrar cómo cualquier objeto del discurso en cuestión encuentra en él su lugar y su ley de aparición; si se puede mostrar que es capaz de dar nacimiento simultánea o sucesivamente a objetos que se excluyen, sin que él mismo tenga que modificarse” (Foucault, Arqueología, 62-63).
30 En 2,1, Pablo dice que no fue “con el prestigio de la palabra o de la sabiduría a anunciarles el misterio de Dios”. No suele utilizar esta última expresión (“misterio de Dios”) en sus cartas auténticas; probablemente, haya sido empleada por el grupo de sabios fanáticos de Apolo como término esotérico para referirse a los secretos revelados, que ellos decían poseer y enseñaban. En el pensamiento paulino “el misterio se centra en la salvación a través de la cruz de Jesucristo, que no es algo nuevo, sino que Dios lo ha decretado antes de todas las edades (cf. 1 Cor 2,7) [...] El misterio del plan salvífico de Dios, que incluye la divina herencia, está siendo revelado a través del Espíritu de Dios, esto escapa completamente a la percepción humana, pero Dios lo ha preparado para todos los que le aman (cf. Rom 8,28-30)” (O’Brien, “Mystery”, 622).
31 “El espíritu humano aparece en los textos neotestamentarios como un yo profundo, esto no debe ser entendido en forma dualística, como si el hombre fuera propiamente ese núcleo espiritual. El espíritu está referido a lo más íntimo de la persona, la palabra de Dios llega hasta el punto de división del alma y del espíritu, dice en forma muy gráfica Hb 4,9. El espíritu es el sujeto de experiencias muy íntimas (Lc 1,47), de reacciones que vienen de lo profundo del hombre (Mc 2,8; 8,12; Jn 11,33; 13,21; Sant 2,26). El pneuma designa al sujeto personal en su capacidad de conocimiento y conciencia. Solamente Pablo habla en el mismo contexto del espíritu de Dios y del espíritu del hombre, según Rom 8,16, el mismo Espíritu testimonia a nuestro espíritu (humano) que somos hijos de Dios. En relación con el concepto de alma (psyjḗ) parece estar, en la comprensión paulina, el aspecto distintivo del espíritu” (Lona, Hombre, 191).
32 Los conceptos se conforman en la organización del campo de enunciados en el que aparecen y circulan los conceptos, cf. Foucault, Arqueología, 76-77.
33 Dvorak, Metafunction, 154.
34 Conzelmann, Corinthians, 80.
35 “Esta organización comporta en primer lugar formas de sucesión. Y entre ellas, las diversas ordenaciones de las series enunciativas (ya sea el orden de las inferencias, de las implicaciones sucesivas y de los razonamientos demostrativos; o el orden de las descripciones, los esquemas de generalización o de especificación progresiva a que obedecen, las distribuciones especiales que recorren [...]); los diversos tipos de dependencia de los enunciados” (Foucault, Arqueología, 76-77).
36 Dvorak, Metafunction, 175.
37 Dupont, “Una iglesia dividida”, 188.
38 Cf. Foucault, Arqueología, 69-75.
39 Nietzsche presenta la genealogía como un método crítico-filológico utilizado para demostrar que los valores de la metafísica no eran de origen trascendente, sino por el contrario el resultado de procesos y mecanismos histórico-sociales. Su crítica a los valores es parte de la estructura llamada nihilista de la historia de la metafísica occidental. Cf. Naumann, “Genealogía”, 220-221.
40 Foucault, El orden del discurso, 43-44.