Emanuel Tov, Textual Criticism of the Hebrew Bible. Revised and expanded fourth edition, Fortress Press, Minneapolis 2022, 524 pp., ISBN 978-15-0648-348-1
Se trata de la cuarta edición del manual publicado originalmente en hebreo en 1989 y por primera vez en inglés en 1992. La revisión respecto a la tercera edición de 2012 es considerable: la integración de las últimas tendencias de la investigación hace que, respecto al texto precedente, estemos en muchos sentidos ante un texto prácticamente nuevo. La mayor riqueza se encuentra, por supuesto, en las presentaciones actualizadas de los desarrollos teóricos basados en la nueva evaluación de la evidencia textual, que permiten renovar la aproximación a temas clásicos de la crítica textual, tales como el texto masorético, el Pentateuco samaritano y la Setenta. Otros temas más recientes de la disciplina, tales como los textos bíblicos de Qumrán, las prácticas escribales o proyectos de ediciones críticas de la Biblia, a pesar de tener desarrollos muy vertiginosos, también son introducidos de una manera renovada.
Todos estos temas son presentados a través de numerosos ejemplos presentados a través de tablas sinópticas, como es habitual en estos ejercicios. Lamentablemente, al tratar un tema ya de por sí complejo, el tamaño de la letra más bien pequeño y la ausencia de líneas que separen las celdas de las tablas hacen que el lector a veces tenga que esforzarse un poco para comprender la lógica de la exposición. Obviamente, el dominio de las lenguas bíblicas permitirá seguir mejor la argumentación. La alusión a las ediciones críticas donde se pueden encontrar los textos en cuestión es constante, por lo que el conocimiento del uso de estas herramientas también será de provecho.
Vale recalcar que esta vez Tov ha escogido una aproximación metodológica algo distinta de lo ensayado en la tercera edición: en esta versión, la presentación acentúa la prioridad que tradicionalmente ha tenido el texto hebreo masorético en el ejercicio de la crítica textual. Esta opción es llevada a cabo presentando el texto hebreo en cuatro momentos iniciales –cinco, si se considera la introducción al Pentateuco Samaritano (cap. 6) como una continuación de este movimiento– antes de pasar a las traducciones antiguas (caps. 6, 7 y 8). Así, a través de la presentación de las ediciones impresas del texto hebreo (cap. 2); la introducción al texto masorético (cap. 3); la discusión de pasajes del texto masorético transmitidos por tradiciones paralelas, unidad que representa una total novedad respecto a la tercera edición (cap. 4); y la introducción a los textos bíblicos encontrados en los rollos del Mar Muerto (cap. 5), Tov asume lo que él llama la “tendencia general”: no alejarse del texto masorético, a no ser algo exigido por el texto hebreo mismo (cf. págs. xxii, 16, 433-434). Tov justifica esta opción en el hecho de que, en primer lugar, el texto masorético es el texto mejor conocido para los académicos; y, luego, porque esta manera de proceder permite rechazar el “mito” de que “one needs to turn to textual criticism only when MT differs from other textual witnesses. The study of MT without comparison to additional sources should convince the readers that a text-critical approach is necessary part of the study of Scripture” (p. xxii-xxiii).
La mención de Tov al conocimiento general del texto hebreo masorético responde a otra de las preocupaciones de esta edición del manual: reforzar su finalidad práctica. La consciencia de la complejidad del ejercicio de la crítica textual hace que, además del mencionado capítulo introductorio sobre las ediciones de la Biblia en hebreo, hacia el final del manual se encuentre el infaltable y pedagógico capítulo sobre la práctica de la crítica textual (cap. 13). A este capítulo le sigue otro sobre las “ediciones académicas” del texto bíblico (cap. 14). El manual cierra con un excursus sobre la crítica textual aplicada a otros textos de la antigüedad (cap. 15) y con un capítulo con 41 ejercicios (cap. 16), cada uno de ellos relacionados con un capítulo del libro, además de un glosario. ¡Cuán útiles serán estas páginas para la enseñanza de la disciplina!
De todas maneras, es necesario tratar con algo de dedicación la mayor reformulación cualitativa que trae esta cuarta edición: la discusión que precede a la introducción al ejercicio de la crítica textual, en la cual se explicita el sustrato hermenéutico que justifica los procedimientos de evaluación. La edición de 2012 cumplía con esta tarea insertando los criterios de evaluación en capítulos que intercalaban aspectos teóricos y prácticos. La nueva versión, en cambio, ofrece una disposición de los elementos más compacta: sin perder el horizonte práctico, antes del mencionado cap. 13 dedicado a la praxis de la crítica textual, se expone la transmisión material del texto bíblico (cap. 10), la distinción entre crítica textual y crítica literaria (cap. 11), y la hipótesis de trayectoria histórico-literaria sobre la cual se lleva a cabo la evaluación de las diferencias textuales (cap. 12). Esto permite que la discusión teórica esté presentada de manera sintética, concentrando así lo que ha acompañado el desarrollo de las hipótesis sobre la relación entre los distintos testigos del texto: la discusión sobre la naturaleza y los alcances de la crítica textual como disciplina.
De hecho, en este punto no solo hay que hablar de una actualización, sino de una reformulación de la propuesta epistemológica del manual. En 2012, Tov definía el método de la crítica textual como “to isolate and evaluate the readings that were created during the textual transmission by comparing them with other textual data, especially MT, while treating readings created at early stages (literary readings) separately” (TCHB, 2012, p. 265). Siguiendo esta lógica, afirmaba que cuando se distingue que se está ante un testigo que da cuenta del crecimiento literario de un texto no se debe aplicar el proceso de evaluación textual: la crítica textual evalúa variantes de un mismo texto, por lo que marcar las divergencias individuales de textos que son distintos es, en efecto, “irrelevante” (ib., 325). La complejidad de este principio es evidente: ¿cómo saber cuándo el crecimiento material del texto responde a prácticas escribales y cuándo a prácticas editoriales?
En esta nueva edición se aborda el problema ensayando otro camino: a través de un capítulo titulado “Textual and Literary Criticism Combined” –destacado nuestro–, que precede a la sección sobre la práctica de la disciplina y que presenta la complejidad teórica en términos menos categóricos que en la versión precedente. Luego, al presentar la historia textual, ya no se habla de “la forma” sino “la(s) forma(s)” de los textos antiguos (p. 335). El tratamiento de la historia de los textos comienza, además, con una nota totalmente ausente en la versión de 2012: la importancia de estudios de oralidad para la comprensión de la literatura antigua (336-338). A continuación, se pasa a evaluar los principales modelos teóricos de desarrollo textual, –el modelo del texto original de Lagarde y el modelo de los orígenes múltiples de Kahle– pero son presentados en el orden inverso a la versión precedente, como si estuviese preparando al lector para asumir el cambio de dirección que el autor hace del problema histórico-literario.
En efecto, en 2012, Tov afirmaba en que “scholars should express an opinion on this issue [i.e., las hipótesis sobre el origen de los textos] that guides them in determining their approach to the differences among textual witnesses” y que, desde un punto de vista teórico, asumir la existencia de un texto original o determinativo, a partir del cual se pueda explicar las trayectorias textuales –y, desde ahí, explicar las diferencias reflejadas por los testigos–, “in terms of logic and plausibility [is] the simplest assumption” (TCHB, 2012, 3.ª ed., pp. 162-166, destacado original; esta opinión está reproducida casi literalmente en el artículo introductorio del proyecto Textual History of the Bible de 2016, firmado por el propio Tov y por Eugene Ulrich, cf. vol. 1A, págs. 15-19). En cambio, el Tov de 2022 sostiene de manera bastante menos taxativa: “It seems almost an impossible task to decide between models a [la hipótesis de un texto original] and b [la hipótesis de múltiples textos]”. Y agrega, casi a modo de confidencia: “Generations of scholars have struggled with this question; I have done likewise” (345).
Tov es consciente del giro que significan sus palabras: a la frase apenas citada acompaña un pie de página donde reconoce que este es el capítulo que más ha cambiado entre una edición y otra, y en el prólogo sostiene que la unidad sobre el desarrollo histórico de los textos antiguos “well may remain the most controversial part of this monograph” (xxiii). Pero, más allá del cambio de dirección en la producción de Tov en tanto académico, esto es un síntoma del cuestionamiento que han suscitado los estudios sobre el texto bíblico para la comprensión de la propia disciplina: en un escenario tan líquido, ¿existen criterios confiables para preferir una lectura por sobre otra? Estos criterios, de existir, ¿son de tipo empírico, historiográfico, o literario? ¿Y hasta qué punto son distinguibles los estratos literarios? En definitiva: ¿Es posible reconstruir un texto y su trayectoria, o habrá que conformarse con una disciplina descriptiva que, más bien por defecto, vuelve constantemente al siempre-a-la-mano Texto Masorético?
A estas preguntas sobre el alcance último de la disciplina, Tov está bastante cerca de responder desde la docta ignorantia: ante la evaluación de la evidencia, afirma que “it is hard, and often impossible, to reach decisions” (323). Desde el punto de vista epistemológico, la materia a discutir es la distinción conceptual entre “escribas-editores/autores” y “escribas-copistas”, la cual está a la base de la distinción entre crítica textual y crítica literaria que Tov se esfuerza en argumentar (p. 324). De hecho, al constatar que la argumentación raya en lo circular, autores como Karel van der Toorn han propuesto derechamente prescindir de la distinción entre autor y escriba, y simplemente considerar que los escribas eran también autores (cf. Scribal Culture and the Making of the Hebrew Bible, 2007; E. Tov, TCHB, 2012, 3.ª ed., p. 326). Dado lo vigoroso del debate actual sobre este punto, el cual tiene una implicancia para la exégesis casi inmediata, la bibliografía actualizada que acompaña el capítulo resulta fundamental para que el exégeta se pueda hacer una idea de cómo posicionarse ante el texto y sus variantes en perspectiva histórico-literaria.
Tov advierte en el prólogo que “in earlier times, textual criticism seemingly proceeded smoothly along well-established paths, but the present edition may disrupt that certainty”, y que prefiere atenerse lo más posible a la evidencia empírica (xxiv). En ese sentido, este manual refleja la paradoja agustiniana de manera integral: la erudición que trasunta respecto a la tradición manuscrita del texto del Antiguo Testamento solo puede ser superada por proyectos editoriales que reúnan a varios especialistas y publicados en una serie de volúmenes. Es verdad que el capítulo sobre las traducciones antiguas que no son la Setenta está muy condensado, y el foco en el texto hebreo hace que no se le dediquen palabras a la edición crítica de la Setenta, la llamada “Biblia de Göttingen”, por lo que, para estos puntos, es mejor complementar este manual con otro tipo de bibliografía introductoria. Lo mismo vale si se espera encontrar la historia textual de libros bíblicos de manera independiente: los ejemplos que se encuentran en a lo largo de los capítulos dan cuenta que el objetivo del manual de Tov no es tanto presentar las unidades literarias en sí como las tradiciones textuales de la Biblia y la práctica de la disciplina. Con todo, a la hora de presentar las características de los textos hebreos y de sus tradiciones antiguas más importantes, así como de las hipótesis actuales sobre sus respectivas trayectorias, el presente manual cuenta con material más que suficiente.
En síntesis, la cuarta versión de TCHB cumple con lo que se espera de todo manual: servir como introducción a los grandes tópicos de la disciplina según como estos han sido entendidos históricamente, presentar el escenario actual desde la perspectiva del autor, y ofrecer una bibliografía actualizada de los temas abordados –la cual, en este caso, incluye numerosas referencias a softwares, sitios de internet y otros recursos digitales. La temática es árida y, al ser tratada sintéticamente, sumado a la cantidad de ejemplos tomados de la tradición manuscrita, puede hacer la lectura pesada. Pero los manuales no son para ser leídos de corrido: son una especie de mapa para orientarse en el terreno –en este caso, los textos bíblicos–. El mayor provecho de este manual será entonces, sin duda alguna, leerlo con distintas ediciones de la Biblia a la mano y así constatar que a lo largo de la historia la Palabra ha tomado más formas de las que uno podría pensar al principio. El manual de Tov es un excelente guía de exploración, asumiendo que es un manual con un estilo personalísimo, que representa tanto las convicciones como las dudas del autor al momento de su publicación, nada más ni nada menos.
Ignacio Pizarro M.
Pontificia Universidad Gregoriana, Roma