La impronta fenicia en el origen del Reino de Israel

Miren Junkal Guevara

Universidad Loyola Andalucía

junkalguevara@yahoo.es

https://orcid.org/0000-0003-1097-1858

Resumen: El conocimiento cada vez más preciso del surgimiento de las entidades políticas de matriz israelita a lo largo del siglo ix a. C. obliga a tomar en cuenta la importancia que la agenda política de las ciudades fenicias de Tiro y Sidón ejerció sobre ese proceso. Distintas causas internas y externas al propio desarrollo de dichas ciudades fenicias hicieron necesaria la dinamización de entidades políticas fuertes en las tierras altas de la Palestina que sirvieran a sus intereses en el escenario del Levante. Si bien es cierto que, en los albores de dicho proceso, las fuentes primarias son escasas y nos vemos obligados a seguir el relato bíblico, la aparición de Asiria en el Levante propició el desarrollo de la epigrafía y enriqueció el abanico de fuentes de información. El contacto estrecho entre fenicios e israelitas dejó su rastro, además, en las manifestaciones culturales de los reinos del norte y del sur que somos capaces de reconocer en los textos, los restos materiales, etc., que nos han proporcionado los estudios de los últimos años.

Palabras clave: Fenicia. Tiro. Sidón. Israel. Hiram I. Itobal I. Omrí. Judá. Asiria. David. Salomón. Puertos fenicios. Hierro II.

The Phoenician Imprint on the Origin of the Kingdom of Israel

Abstract: The increasingly precise knowledge of the emergence of the political Israelite entities throughout the 9th century BCE, forces us to consider the importance that the political agenda of the Phoenician cities of Tire and Sidon exerted on this process. Different internal and external causes to the very development of these Phoenician cities made it necessary to dynamize strong political entities in the highlands of Palestine to serve their interests in the Levant scenario. Although it is true that, at the beginning of this process, the primary sources are scarce and we are obliged to follow the biblical account, the appearance of Assyria in the Levant propitiated the development of epigraphy and enriched the range of sources of information. The close contact between Phoenicians and Israelites left its trace, moreover, in the cultural manifestations of the northern and southern kingdoms that we can recognize in the texts, the material remains, etc., that the studies of the last years have provided us.

Keywords: Phoenicia. Tyre. Sidon. Israel. Hiram I. Ethbaal I. Omri. Judah. Assyria. David. Solomon. Phoenician Harbours. Iron Age II.

1. Introducción

En la historia de los reinos israelitas de la Biblia, Israel y Judá, las costumbres, la praxis, y las tradiciones de los imperios del Oriente Próximo antiguo (POA) durante el Hierro, influyeron con toda seguridad en la configuración de las estructuras político-religiosas, sociales y culturales.

El conocimiento cada vez más preciso del surgimiento de esas entidades políticas de matriz israelita a lo largo del siglo ix a. C. confirma que, por lo que tiene que ver con el reino del norte, su consolidación como una monarquía con legitimidad dinástica y organización compleja, se debió muy probablemente a la gestión política diseñada por los gobernantes fenicios de la ciudad de Tiro. No solo eso; muy posiblemente, la consolidación del reino del sur en un tiempo posterior tuvo también en la estrategia política de los fenicios un impulso decisivo.

Como resulta bien conocido, nuestra identificación de los fenicios como grupo político no se debe al testimonio que ellos dejaron de su forma de comprenderse a sí mismos, sino de cómo fueron vistos por otros. Así, fueron los griegos, que se toparon con ellos en el Mediterráneo, los que les dieron incluso el nombre, fenicios, a partir del producto de lujo que patentaron, el tinte púrpura extraído de un molusco marino. Quizás, por esa razón, algunos autores1 hacen notar que los fenicios están atrapados entre la arqueología y la historia del Próximo Oriente Antiguo (POA), y la literatura y la historia grecorromanas.

Nuestro estudio trata de presentar un estado de la cuestión, identificando la incidencia de la política fenicia en la configuración, primero, del reino del norte, y, después, del reino del sur, considerando no solo las estrategias de carácter político, sino, también, la impronta que dicha incidencia dejó en la vida política, en el culto, en la vida social y en las expresiones artísticas de los reinos israelitas.

El trabajo comenzará exponiendo la dificultad fundamental que tiñe cualquier estudio de las ciudades fenicias en el Hierro, que es el de las fuentes primarias; después, anotará los datos más importantes de la historia de las relaciones de las ciudades fenicias con el reino de Israel, apuntando cómo esa influencia fenicia se hizo notar también en el reino de Judá; por último, rastreará en los distintos aspectos de la vida de los reinos israelitas la impronta que la cultura fenicia dejó en ellos.

2. El problema del acceso a las fuentes de conocimiento del mundo fenicio antiguo

Nuestro acceso al conocimiento de la historia de las principales ciudades fenicias (Arwad, Biblos, Sidón y Tiro) durante el Hierro resulta complejo, dada la escasez de fuentes primarias. De hecho, algún autor se lamenta de que no haya resultado posible escribir la historia de ninguna de estas ciudades2.

Los textos que pudieron redactarse y documentar la vida de estas se deterioraron con el paso del tiempo debido a la labilidad del papiro en el que se transmitieron; pero, además, las sucesivas destrucciones a las que el territorio ha sido sometido desde la antigüedad hasta nuestros días (las guerras del Líbano, 1982-1996, y 2006, y la guerra de Siria, 2011-hoy) han hecho muy difícil la pervivencia de restos que atestigüen el pasado de dichas ciudades3. Y, así, dado que se han perdido prácticamente todas las fuentes literarias internas, tenemos un casi nulo acceso a las narrativas en las que los fenicios volcaron su propia reflexión acerca de su identidad, puesto que las narrativas fenicias se han conservado mayormente en copias de la época helenística4.

De entre las fuentes primarias que merecen ser estudiadas, las primeras noticias referentes a las ciudades cananeas de la costa entre el Carmelo y Ugarit (que algunos llaman “protofenicias”) provienen, por un lado, de los textos de Amarna, que conservan distintas cartas entre el rey Ammunira de Beirut y el faraón de Egipto fechadas en el siglo xiii a. C., y los reyes de Biblos y Amenofis IV; y, por otro, del archivo de Ugarit, que también documenta en distintas cartas la existencia de la ciudad fenicia de Beirut5.

De hecho, parece que Biblos fue la ciudad fenicia más importante durante el segundo milenio, principalmente por el interés que despertó en los egipcios la excelencia de sus puertos, su abundante madera y el acceso directo a las rutas que conducían al fértil valle de la Beqaa, a Siria y al curso medio del Éufrates; pero, además, sus relaciones con las zonas ricas en cobre y plata de la meseta de Anatolia hicieron de la ciudad un lugar muy cotizado.

El relato de Wenamón, un sacerdote egipcio de fines del Imperio Nuevo (ca. 1070 a. C.)6, da fe de esta importancia de Biblos como centro suministrador de maderas, a la vez que muestra que, a comienzos del siglo xi a. C. ya se había liberado del control egipcio al que estuvo sometida durante el Bronce. Además, el sarcófago de Ahiram de Biblos (ca. 1000 a. C.), con sus inscripciones y bajorrelieves, nos permite intuir algunos rasgos de la organización política de la ciudad7.

Por otra parte, en los albores del Hierro, los testimonios de la campaña del faraón Sheshonq I (925 a. C.) documentan las relaciones de Egipto con la ciudad de Biblos, quizás en un intento de frenar el crecimiento y la expansión de Tiro. Este freno habría bloqueado el acceso de los tirios al comercio con el suroeste y explicaría su expansión por el Mediterráneo central y occidental8.

Sin embargo, los textos asirios, las estelas y los restos materiales del Imperio que, ya desde los tiempos de Tiglat Pileser I (114-1076 a. C.), emprendió campañas para extender su influencia en el oeste, confirman que la ciudad de Tiro fue, sin embargo, la gran protagonista del Hierro II. Así se advierte, también, en los relieves de las puertas de bronce del palacio de la ciudad asiria de Balawat donde Tiro es representada al menos durante los reinados de Asurnasirpal II y Salmanasar III9.

Es importante notar que Josefo habla de la existencia de unos Anales de la ciudad y de un importante archivo que conservaba las cartas que certificaban los intercambios diplomáticos y comerciales entre Hiram I y Salomón de los que da noticia la Biblia (AntJ. VII, 55). Sin embargo, muchos de los documentos solo se han conservado en fuentes helenísticas.

Por otra parte, algunas inscripciones fenicias, como las de Yehimilk de Abiba’l y Safatba’al, encontradas en Biblos y datadas ca. siglo x a. C.10; la de Limassol, en Chipre, datada ca. 740 a. C.; y la de Karatepe, bilingüe, en jeroglífico anatolio y fenicio, datada en el siglo viii a. C., nos permiten conocer el contexto sociopolítico de las ciudades fenicias en el momento del auge de la expansión asiria11.

De la misma manera, los registros arqueológicos sobre el terreno de las ciudades fenicias12, a pesar de no estar exentos de dificultades, han sacado a la luz restos de construcciones monumentales, elementos decorativos, manufacturas cerámicas, etc., de enorme interés que confirman la información que llega por otras fuentes.

Además, en el archivo de Nimrud, dos cartas (numeradas como 22 y 23) documentan el control del comercio fenicio por parte de los asirios en tiempos de Tiglat Pileser III y confirman el valor que los asirios daban a los colores y los bordados de los textiles fenicios13. No solo eso, entre los restos del palacio se han encontrado importantes colecciones de tallas e incrustaciones de marfil típicamente fenicias.

Por último, el estudio de los restos arqueológicos en los territorios de matriz israelita también confirma la presencia y la influencia de las ciudades fenicias y su cultura en los reinos israelitas. Así, resultan fundamentales los trabajos sobre las ciudades de la costa al sur de Tiro, Dor, Akziv y Horvat Rosh Zayit, y sobre la ciudad de Samaría, capital de la dinastía omrita.

Por otra parte, dada la escasez de fuentes primarias del periodo del Hierro, las fuentes secundarias vienen en nuestra ayuda, fundamentalmente en forma de textos. Así, dos son fundamentalmente: en primer lugar, los textos bíblicos que hablan de las ciudades fenicias y de su relación con las entidades israelitas, principalmente durante el periodo monárquico; y, en segundo lugar, la información recogida en dos obras de Flavio Josefo, Antigüedades de los judíos (AntJ.)14 y Contra Apión (CAp.)15, que recogerían fragmentos del trabajo de Menandro de Éfeso16.

Algunos autores gustan de incluir entre las fuentes secundarias los textos de Sankuniaton, sacerdote fenicio del siglo iv a. C. que tradujo Filón de Biblos en el siglo a. C., y del que solo se han conservado fragmentos de una suerte de teogonía en la Preparatio Evangelica de Eusebio de Cesarea17.

Por último, no debemos olvidar las referencias a los fenicios que encontramos en Homero y Hesíodo, y que oscilan entre la admiración (hábiles artesanos, expertos marineros...) y el desprecio (bucaneros, piratas...)

Hesíodo y Homero condenan y menosprecian el comercio emporíe, en el que los fenicios aparecen como el “otro”, lo opuesto al ideal griego, y es en oposición al “otro” como uno se descubre, se reafirma y se hace. Los fenicios representaban lo que los griegos más temían en su nuevo orden social, y sus prejuicios contra lo oriental, sinónimo de lujo y exotismo, traducen en realidad una nostalgia del pasado y una forma de reivindicar los valores e ideales griegos tradicionales, justo en el momento de la formación del estado arcaico18.

Todas estas fuentes nos ayudan a trazar ahora unas líneas maestras del protagonismo que las ciudades fenicias, y particularmente Tiro, tuvieron en la historia del territorio siro-palestinense a lo largo del Hierro y, de esta manera, contribuyen a completar nuestra información sobre el surgimiento de las entidades políticas de matriz israelita.

3. Las ciudades fenicias y sus relaciones con las entidades políticas de matriz israelita

Dos son en nuestros días las hipótesis fundamentales sobre el origen de los fenicios19.

Algunos autores consideran que los fenicios existen desde el Bronce antiguo, coincidiendo con la fundación de las ciudades de Tiro, Sidón y Biblos. De hecho, como ya hemos hecho notar, a lo largo del Bronce, cuando Egipto controló la zona, Biblos constituyó un puesto comercial muy importante. Los fenicios eran, propiamente, cananeos20, pero la situación geográfica del territorio les permitió no solo resistir la crisis de transición que acabó con el escenario internacional del Bronce, sino sortear el derrumbamiento del sistema económico de los palacios y progresar a lo largo del Hierro, innovando no solo en la navegación y el comercio marítimo, sino en el desarrollo de una cultura bien influyente en el contexto. Por esta razón, parece que se puede afirmar que, tras el colapso del siglo xii a. C., Biblos y las demás ciudades de la actual costa del Líbano se convirtieron en los “nuevos cananeos” del Hierro.

Otros autores, sin embargo, entienden que los fenicios emergen, como otros tantos grupos con identidad propia, durante el Hierro I gracias a la crisis del Imperio egipcio durante el Tercer Periodo Intermedio (ca. 1070-650 a. C.)21.

Las fronteras geográficas del mundo fenicio están marcadas por su posición en la costa del Levante, desde Arwad, al sur de Ras Shamra (el puerto de Ugarit), hasta el monte Carmelo; y desde la costa hasta los montes del Líbano.

Cuatro fueron las ciudades más importantes a lo largo de su historia: Arwad y Biblos, en el extremo norte, ciudades protegidas por la cordillera del Líbano y conectadas con Siria; y Sidón y Tiro, en el extremo sur de la costa, conectadas con la alta Galilea y, desde ahí, con las rutas hacia Mesopotamia. En todo caso, parece claro que las ciudades fenicias nunca constituyeron una unidad política y que sus habitantes nunca se vieron a sí mismos como “fenicios”, sino que mantuvieron el sistema de ciudades-estado del periodo del Bronce. Su identidad quedaba marcada por la pertenencia, precisamente, a esas entidades políticas. De hecho, parece que, a lo largo del Hierro, las ciudades fenicias mantuvieron una constante competencia mutua, lo que provocó numerosos enfrentamientos entre ellas que explican que, ocasionalmente, unas dominaran sobre otras.

Dado que resistieron bien la crisis de transición (ca. 1200 a. C.), sus puertos no fueron destruidos y continuaron con sus prácticas comerciales, aunque el sistema económico internacional había cambiado. Así, las ciudades fenicias pudieron reconvertir y gestionar las rutas y estrategias comerciales de la economía de los palacios propia del Bronce. Además, las reducidas dimensiones del territorio ocupado por las ciudades fenicias y la falta de grandes cantidades de recursos naturales obligó a los pueblos fenicios a volcarse más allá de sus fronteras de forma sistemática desde el principio del Hierro. Es precisamente en este marco en el que tenemos que situar la intervención de las ciudades fenicias en el territorio de las entidades políticas israelitas, que se inicia ya en el siglo xi a. C., aunque será a partir del siglo x a. C. y, muy particularmente, en el ix a. C. cuando alcance su máxima expresión.

3.1. El Hierro I (1150-1000 a. C.)22

Como ya hemos hecho notar, las ciudades fenicias escaparon a la acción directa de los Pueblos del Mar, lo que, muy posiblemente, las convirtió en lugares de refugio para buena parte de las poblaciones provenientes de las ciudades conquistadas o destruidas. Este aumento de población obligó a acometer una serie de transformaciones: en primer lugar, una reconfiguración del diseño urbano, que llevó a construir en las zonas altas; pero, además, una expansión exterior en busca no solo de espacio donde asentarse, sino, también, donde surtirse de materias primas con las que alimentar a la población.

Quizás esta es la explicación de la aparición de numerosos vestigios fenicios tanto en las ciudades costeras de la región de Akko y el monte Carmelo, como en las fértiles tierras de la baja Galilea. El examen de los restos en lugares como Akziv, Akko, Tell Keisan o Tell Abu Hawwam, muestra que la expansión en la zona no fue siempre pacífica23, quizás, porque, como han hecho notar autores como E. Stern24, estos escenarios –y de una manera singular Dor– fueron testigos de los violentos enfrentamientos entre filisteos y fenicios por el control de la zona.

El problema que se plantea en este periodo, y precisamente por la labilidad de las fuentes primarias, es a cuál de las ciudades fenicias debemos atribuir este liderazgo por el control del territorio de los pueblos vecinos. Mientras autores como Aubet o Wagner se inclinan por la ciudad de Tiro25, otros consideran que, todavía en este periodo –y así parecen mostrarlo las fuentes primarias y secundarias–, Sidón era la ciudad fenicia que lideraba la gestión del territorio y el comercio26. Si esto es así, parece que Sidón habría tomado el relevo al liderazgo que Biblos había ejercido en el periodo anterior, algo que explicaría que las colonias fenicias más antiguas del Mediterráneo, como Kition en Chipre y Cythera, tuvieran templos dedicados a Afrodita-Astarté, la divinidad femenina más importante de Sidón. Por otro lado, este predominio de Sidón podría explicarse como consecuencia de la destrucción de Ugarit y Tiro, quizás por la aparición de los Pueblos del Mar, así como del declive que experimentó Biblos como consecuencia del agotamiento de las riquezas forestales cercanas. No solo eso, el hecho de que Sidón constituyera la salida marítima natural para los productos procedentes de la región ocupada por los reinos neohititas habría contribuido a que, efectivamente, ocupara esta posición de preeminencia.

En todo caso, en torno a 1050 a. C., los restos arqueológicos de las ciudades costeras próximas al monte Carmelo, así como algunos emplazamientos interiores de la baja Galilea, certifican ya una presencia cualificada de los fenicios en el territorio que en el Hierro II ocupará el reino israelita del norte27.

3.2. El Hierro IIa (1.000-950 a. C.)

Si, como hemos visto, no existe unanimidad a la hora de identificar qué ciudad fenicia ejerció el liderazgo en el Hierro I, parece que sí puede afirmarse que los inicios del siglo x despertaron la que se conoce como “la edad dorada” de la ciudad de Tiro que duró, más o menos, un siglo y que tuvo en el rey Itobal I (870-847 a. C.) a uno de sus representantes más famosos.

El nuevo liderazgo político de Tiro lo atribuyen las fuentes secundarias al rey Hiram I, algo que no tiene atestación en fuentes primarias y que, en opinión de algunos28, identifica a Ahiram, rey de Biblos, cuyo sarcófago fue hallado en 1923 en la necrópolis real de la ciudad. Este resurgimiento marcó un proceso de decadencia en Sidón que se consumaría cuando la gestión de sus asuntos políticos y económicos fue integrada dentro del sistema de la ciudad de Tiro en tiempos de Itobal I29. Los restos cerámicos hallados en las necrópolis de Tiro confirmarían la evolución de la ciudad y apoyarían la tesis de que fue ganando supremacía con relación a las demás ciudades fenicias a lo largo del Hierro30. Además, los trabajos arqueológicos en la zona confirmarían la transformación de la ciudad a través de dos grandes proyectos urbanísticos: la construcción del palacio real y el mercado31.

El desarrollo de Tiro habría tenido su proyección, también, en la política exterior, marcada por el establecimiento de relaciones comerciales más allá de sus fronteras32, algo que se entiende muy bien si tenemos en cuenta que el Hierro IIa (ca. 1000-925 a. C.) conoció en el territorio siro-­palestinense una recuperación de la vida urbana que había colapsado durante la crisis del Bronce. Este nuevo impulso de la urbanización tuvo como causas principales la prosperidad económica favorecida por largos tiempos de buenas cosechas; la seguridad por la ausencia de presión por parte de los imperios vecinos (Egipto, sumido en el Tercer Periodo Intermedio; y Asiria, todavía en proceso de recomposición); y el deseo de recuperar el tráfico de mercancías en las rutas comerciales clásicas bastante abandonadas durante el Hierro I.

Los autores que estudian los orígenes de Israel confirman que ese proceso de urbanización también se produjo en las tierras altas de Canaán, ocupadas por los proto-israelitas33, y, así, en las zonas entre Siquem y Jerusalén se advierte un desplazamiento de población hacia la zona de pastos de la Sefela que lindaba con los territorios costeros ocupados por los filisteos. Pero, además, en los territorios al norte de Siquem la arqueología confirma que las ciudades de Meguido y Hazor, situadas en la llanura de Yizrael, recuperaron la importancia que ya habían tenido durante el Bronce.

Aunque, como ya apuntamos, las fuentes primarias acerca de Hiram I y su protagonismo en la política del momento son prácticamente inexistentes, las fuentes secundarias, principalmente la Biblia y los textos de Flavio Josefo, lo convierten en el gran actor de las relaciones políticas y económicas con los reyes del periodo de la monarquía unida.

Flavio Josefo nos hace saber que “a la muerte de Abíbal heredó el trono su hijo Hiram, que vivió cincuenta y tres años y reinó treinta y cuatro” (CAp. I, 13; AntJ. VIII, 144). Además, también aporta información acerca de las transformaciones operadas en la ciudad de Tiro y, así, por un lado, afirma que “Hiram unió dos islas o arrecifes formando una sola isla, sobre la que erigió, en el año doce de su reinado, sus tres grandes proyectos constructores: los templos de Melqart, Astarté y Baal Shamem” (CAp. I, 17.113); y, además, recogiendo una tradición que atribuye un tal Díos afirma que:

[Hiram] rodeó con un terraplén la parte oriental de la ciudadela, agrandó la ciudad, unió a ella el templo de Zeus Olímpico que estaba solo en una isla, llenando de tierra el espacio intermedio y lo adornó con ofrendas de oro. Subiendo hasta el monte Líbano, hizo talar árboles para la construcción de los templos (CAp. I, 17).

Por otra parte, Josefo también parece conocer la integración de Sidón en Tiro que tuvo lugar en tiempos de Itobal I, aunque confunde los tiempos porque identifica a Hiram, indistintamente, como rey de Sidón o de Tiro (AntJ. VIII, 50).

Por lo que tiene que ver con las fuentes bíblicas, el paso de Sidón a un segundo plano político es, quizás, lo que está detrás de la ausencia de referencias a la ciudad en la historia de los intercambios comerciales entre Tiro y los reinos de David y Salomón, donde los sidonios solo son mencionados para decir que nadie cortaba la madera como ellos (1 Re 5,6). Por otra parte, en ese mismo marco histórico de la monarquía unida se documentan con detalle las excelentes relaciones que mantuvieron estos reyes israelitas con Hiram de Tiro (2 Sam 5,10-12; 1 Re 5; 7; 9)34. Así, en tiempos de David el rey Hiram estableció relaciones diplomáticas con Jerusalén, en virtud de las cuales se gestionaron intercambios de materias primas y artesanos especializados que intervinieron en la construcción de la nueva capital de la monarquía unida (2 Sam 5,10-12). Dichas relaciones se mantuvieron a la muerte de David, porque, según el relato bíblico, cuando el rey de Tiro tuvo noticias de la consagración de Salomón, reanudó las relaciones diplomáticas y recibió de Salomón el encargo de grandes cantidades de madera de cedro y pino para la construcción y decoración del templo y el nuevo palacio (1 Re 5; 7,13-31)35.

Por otra parte, el texto bíblico informa de que, a cambio de la colaboración de Tiro en materia de construcción y decoración, Salomón aprovisionó de grandes cantidades de alimentos a la ciudad fenicia (1 Re 5,11); no solo eso, sino que se hace notar que Salomón entregó a Tiro una serie de ciudades de la Galilea que el rey fenicio despreció porque no las consideró suficientemente importantes (1 Re 9,11-13).

Por último, también se documenta la alianza que Salomón y Hiram de Tiro hicieron para gestionar el comercio marítimo en la ruta del mar Rojo de donde trajeron madera de sándalo, piedras preciosas, oro, plata, marfil y animales exóticos (1 Re 9).

Ahora bien, si tenemos en cuenta que la historicidad de ese periodo de la monarquía israelita está bastante cuestionada, porque buena parte de los autores sostienen que la configuración de las entidades políticas israelitas no se produce hasta el siglo ix a. C., entonces la descripción de las relaciones entre Tiro y la monarquía unida en el siglo x a. C. tiene pocos visos de historicidad, y, en opinión de muchos, el relato bíblico estaría reflejando las prácticas diplomáticas y comerciales que se produjeron posteriormente, una vez que las entidades israelitas estuvieron organizadas políticamente36. De hecho, Frevel37 se atreve a postular que el rey Hiram de los textos bíblicos fue una invención de los autores de la historiografía bíblica que desconocían los nombres de los reyes de las ciudades fenicias desde Ahiram hasta Itobal I. Apoyados en el conocimiento que tenían de Hiram II (739-730 a. C.), estos autores recrearon la figura del antepasado para hacerlo contemporáneo de los grandes reyes israelitas David y Salomón.

Así, entramos ahora en ese periodo del Hierro IIb y, concretamente, en su primera parte, la que se extiende –aproximadamente– hasta el 840 a. C., cuando se produce un cambio de dinastía en el reino de Israel, que, de alguna manera, cambia también las relaciones con la ciudad de Tiro.

3.3. El Hierro IIb (950-722 a. C.)

La historia de las ciudades fenicias de Tiro y Sidón en la segunda parte del Hierro en el Levante, el momento en el que podemos certificar la existencia de un reino israelita en el norte de las tierras altas, está marcada por un doble fenómeno. Por un lado, la continua presencia de los asirios en el Levante que abrió a los fenicios a un mundo de oportunidades mercantiles de dimensiones enormes; y, por otro, la consolidación en el territorio siropalestinense de una pléyade de “estados secundarios”38, que obligará a las ciudades fenicias a tomarlos en cuenta en sus propias estrategias políticas y económicas. Entre todos estos estados secundarios, precisamente, aparece ya como una entidad independiente a comienzos del siglo ix el reino norte de Israel.

La emergencia del reino del norte hunde sus raíces en las transformaciones del Hierro IIa de las que ya hemos hablado, pero algunos autores consideran que el reino del norte se desarrolla y consolida como una entidad política independiente en el marco de lo que se conoce como un modelo “centro-periferia”. Dicho modelo, acuñado por I. Wallerstein39 en su estudio del paradigma “sistema-mundo moderno”, se sostiene en la tesis de que el subdesarrollo de las periferias es resultado de su relación con el centro y viceversa, de manera que la posición de uno no se puede entender sin relación al otro40. Aunque el modelo fue inicialmente propuesto para explicar el dinamismo del capitalismo moderno, se ha intentado aplicar a distintos momentos históricos, también a las sociedades antiguas41, algo que ha sido cuestionado por muchos autores por cuanto puede funcionar bien con las sociedades de los últimos siglos, pero no con escenarios históricos, sociales y geográficos de hace milenios que, todavía hoy, están envueltos en innumerables incertidumbres.

En nuestro caso, el proceso “centro-periferia” fue dinamizado en la primera mitad del Hierro II por la ciudad de Tiro-Sidón –aunque es posible que fuera una praxis de la política del Levante desde el Bronce42–. Ahora bien, su impulso coincidió, muy posiblemente, por un lado, con el acceso al poder de Itobal I en la ciudad de Tiro; por otro, con la llegada al poder en Israel de la dinastía de Omrí, cuando las campañas de Salmanasar III (858-824 a. C.) en el Levante se hicieron más sistemáticas; y, por último, con la consolidación del reino de Damasco, particularmente durante el reinado de Hazael (ca. 842-805 a. C.).

Esta reordenación del escenario político a lo largo del Hierro IIb nos permite acceder a un abanico de fuentes primarias más amplio que en el periodo anterior, no solo porque los asirios recopilaron la información de forma precisa en sus anales, sino también porque los nuevos estados que fueron surgiendo (y que hemos llamado secundarios) también dejaron sus propios testimonios43. Además, el propio dinamismo político y económico del periodo dejó sus huellas en numerosos restos materiales que han podido estudiarse en el último siglo. La información a la que podemos acceder nos permite ampliar la perspectiva a la hora de estudiar ese posible proceso “centro-periferia” y reconocer una serie de motivos que pudieran explicarlo.

De esta manera, los testimonios epigráficos asirios confirman el acceso de los omritas al trono de Samaría a comienzos del siglo ix (884 a. C.) y consideran a Omrí fundador de una dinastía que mantuvo en el trono a su hijo y dos de sus nietos44. De hecho, la denominación “casa de Omrí”, que no está en la Biblia, aparece en las inscripciones asirias recurrentemente, siempre acompañada del término KUR, territorio, constituyendo una referencia geopolítica, y así aparece en las inscripciones incluso después de la caída de la ciudad de Samaría. Esta referencia a la “casa de Omrí” permite intuir, además, una configuración de la sociedad de carácter “patrimonial”, de tal manera que la organización política semeja una suerte de casa solariega donde los vínculos familiares tuvieran una importancia decisiva45. Por otra parte, la estela del rey Mesa de Moab, que habría gobernado en Dibón en el siglo ix a. C., documentaría que la dinastía omrita consolidó su poder y aprovechó la situación internacional para ensanchar sus fronteras más allá del entorno de Samaría, llegando incluso hasta la Transjordania.

No solo eso; otras fuentes asirias documentan la presencia de Israel en los enfrentamientos de los estados secundarios sirolevantinos contra las campañas de Salmanasar III46 y ofrecen datos que permiten considerar que no se trataba de un estado de escasa importancia47; de hecho, el monolito de Khurk documenta la presencia del reino del norte en la batalla de Qarqar (853 a. C.) con 2000 carros y 10000 soldados.

Por lo que tiene que ver con los restos materiales, las excavaciones en Dor, Akziv y Horvat Rosh Zayit, que fueron ocupadas por los fenicios a comienzos del Hierro, hacen pensar que, posiblemente, pasaron a manos israelitas cuando el reino del norte se expandió en la primera mitad del siglo ix a. C. De la misma manera, los trabajos sobre el suelo de Samaría, el estudio de las construcciones, los objetos decorativos, los óstraca, etc., confirman la estrecha relación entre Tiro y el reino del norte. Por último, las excavaciones en el golfo de Aqaba, que intentan identificar la localización de Ezion-Geber, han aportado alguna información interesante a propósito del comercio de los fenicios con el Oriente48.

Tres pueden ser las causas que expliquen la estrategia de las ciudades fenicias para dinamizar el surgimiento de un estado en el territorio israelita del norte: en primer lugar, la necesidad de producir bienes de primera necesidad para alimentar a la población; en segundo lugar, la necesidad de atender los mercados de Mesopotamia, importando materias primas de lujo del Oriente y transformándolas en productos de lujo; y, en tercer lugar, la necesidad de neutralizar el crecimiento del reino de Aram-Damasco que, por su situación geográfica, constituía una amenaza para las pretensiones fenicias.

• La producción de alimentos

La primera causa que explicaría la intervención de Tiro-Sidón en el surgimiento de una entidad política israelita en el territorio del norte está relacionada con la necesidad de alimentar a la población.

Si tenemos en cuenta, por un lado, que la ciudad de Tiro se había fundado sobre una isla y que su territorio continental era muy reducido, y, por otro, que los autores le calculan una densidad de población de 520 habitantes por hectárea49, entonces podemos entender la necesidad de proveer una cantidad de agua y alimentos bastante importante. Algunos autores50 consideran, además, que el enorme volumen de demanda de productos de lujo por parte de Asiria multiplicó la actividad industrial y comercial de las ciudades fenicias en detrimento del campo, lo que supuso un declive en la producción agrícola que obligó al gobierno de las ciudades a importar bienes de consumo (cereales, aceite, vino...) que se producían en abundancia y de excelente calidad en el vecino territorio israelita.

Los relatos bíblicos dejan constancia de este intercambio de bienes de primera necesidad en los tiempos de la monarquía de Salomón cuando este proveía anualmente a Hiram “de alimentos para su palacio: cuatro millones cuatrocientos mil litros de trigo y cuatro mil cuatrocientos litros de aceite puro de oliva” (1 Re 5,11).

• La atención a los mercados de la Mesopotamia

Si atendemos al relato bíblico, la alianza comercial Tiro-Judá, tanto en tiempos de Salomón (1 Re 9,26-28) como en tiempos de Josafat y Ocozías (1 Re 22,48-50), notaremos el interés que podía existir en los fenicios de Tiro por acceder a la ruta comercial que, a través del mar Rojo, accedía a los exóticos mercados de Oriente. Dicho interés implicaba directamente, tanto al reino del norte que, en tiempo de los omritas –según nos hace saber la estela de Mesa– controlaba Moab por donde transitaba el “camino de los reyes” que conectaba Arabia con Mesopotamia a través de la Transjordania51, como al de Judá que había integrado Edom (2 Re 3) en su territorio y, con ello, el acceso al mar a través de Ezion-Geber (1 Re 22,48).

En este punto, es importante notar los estudios que desde el siglo pasado se han realizado sobre el puerto de la isla de Jezirat Faraun, un islote situado en el norte del golfo de Aqaba, en la costa oriental de la península del Sinaí. Las primeras exploraciones de B. Rothenberg y A. Hashimoni les permitieron estudiar, entre otras cosas, los restos cerámicos que dataron en un periodo muy anterior al bizantino que había sido postulado por N. Glueck en sus estudios sobre la localización de Ezion-Geber. Las posteriores excavaciones submarinas de A. Flinders en 196752 le llevaron a afirmar que el diseño del puerto coincidía perfectamente con el modelo fenicio del periodo del Hierro y que, por tanto, podía pensarse que era la base natural para las empresas marítimas de la coalición fenicio-israelita a la que los textos bíblicos se referían (1 Re 9,26-27; 10,11.22; 22,48).

Con todo, el exhaustivo estudio de N. Carayon en 200853 le ha llevado a afirmar que, por un lado, no existe acuerdo entre los estudiosos del siglo pasado a la hora de identificar y datar los restos54 y que, además, ni existen testimonios escritos que relacionen la isla con un puerto fenicio, ni tampoco estudios y análisis que permitan determinar con precisión su datación55. De la misma manera, Beyl afirma en su tesis que, si bien parece claro que en la isla se construyó un puerto en el Hierro I, no es posible saber quién lo controló y, en ese sentido, no confirma el dato bíblico56.

• El nuevo escenario geopolítico

En el conjunto de fuentes primarias de este periodo, tanto la estatua de Kurba’il, que recoge un texto de los anales de Salmanasar III, o la conocida como “Marble Slab”, que documenta uno de los últimos enfrentamientos de Salmanasar III con los estados secundarios (ca. 841 a. C.), muestran la relevancia que el reino de Damasco fue adquiriendo a lo largo del periodo, puesto que suelen reconocerlo como líder de la coalición de reyes levantinos57. Esta importancia de Damasco, dada su posición geográfica, podía constituir una amenaza para la estrategia económica de los fenicios en su acceso a los mercados de la Mesopotamia58. Dicha amenaza se explica bien si tenemos en cuenta que los nuevos estados arameos que fueron surgiendo progresivamente después de la caída del Imperio hitita (ca. 1200-900 a. C.), Soba, Geshur, Hamat, Damasco..., se situaban en los territorios fronterizos con las ciudades fenicias y su radio de influencia59; además, aunque la región costera y las montañas del Líbano estuvieran bajo el control de los fenicios, el valle de la Beqa y la cordillera del Antilíbano estaban expuestas a las entidades políticas arameas porque hacían frontera con ellas. De hecho, el relato bíblico apunta que, coincidiendo con el reinado de Hazael de Damasco (843-803 a. C.), los intereses expansionistas de este pudieron llevarle hasta el territorio del reino del norte e incluso a los límites de alguna de las ciudades filisteas consiguiendo, así, puertos volcados en el Mediterráneo y, con ellos, acceso a nuevos mercados. De la misma manera, podemos entender que Arwad y el territorio continental del Amrit estuvieran dominados en algún momento del siglo vii a. C. por el reino de Hamat.

Esta estrategia de Tiro-Sidón que hizo posible la emergencia de una entidad política en el reino del norte, pudo estar, además, en el origen del surgimiento de una segunda entidad israelita en las montañas al sur del reino de Israel en la segunda parte del Hierro IIb. Así, Assaf Kleiman60 plantea la posibilidad de que fuera una vez más la influencia de Tiro-Sidón la que provocara que el reino del norte impulsara una nueva dinámica centro-periferia, que tuviera esta vez las tierras entre Siquem y Hebrón como objetivo, y que definiera algún tipo de sumisión del reino de Judá a Israel: o bien una monarquía “filial” (Filialkönigtum, Frevel)61, o bien un territorio que formara parte de la gran monarquía israelita/omrita que extendería sus fronteras en el siglo ix a. C. desde Arad hasta Hazor, con su capital en Samaría62.

Como ya hemos visto, el relato bíblico sitúa el origen de las relaciones entre Tiro y las entidades israelitas en los tiempos de la monarquía unida. Ahora bien, después del cisma y la división de los reinos (1 Re 12) el proceso se habría dinamizado de una manera especial coincidiendo con el golpe de estado de Omrí (1 Re 16,16), que fue aclamado por el ejército y que, atendiendo a las distintas fuentes, aparece descrito como un soberano enérgico y capaz. En el marco de las relaciones con los omritas, el rey Itobal I dio como esposa a su hija Jezabel al rey Ajab (1 Re 16,31). Este ejercicio de la diplomacia fenicia a través de las alianzas matrimoniales habría dejado su huella, además, en un texto como el Sal 45 donde la princesa de Tiro, con su elegancia y su fastuosidad, acompañada de sus damas de honor y su cortejo, es alabada como digna esposa del rey israelita (vv. 12-15).

El texto bíblico también parece apuntar que los omritas habrían desplegado una política de pactos y aproximaciones al reino del sur en la segunda mitad del siglo ix a. C.63. En primer lugar, da fe del acuerdo matrimonial de Joram y Atalía (2 Re 8,16ss)64 que nos permite considerar que el reino del norte tenía una madurez y una proyección internacional mucho mayor, primero, porque imponía la princesa, y, segundo, porque consentía la expansión de la entidad israelita del sur más allá de sus fronteras, protegiéndolo en caso de conflicto con otras entidades políticas del contexto. Por otra parte, el acceso al poder de Atalía en el reino de Judá también puede considerarse un signo del control ejercido por el norte65. Además, el posterior asesinato de Ocozías a manos de Jehú nos confirmaría dicho control incluso cuando el advenimiento de la nueva dinastía nimsida (2 Re 9,27ss).

Por otra parte, la estrategia tendría su efecto también, y así se apunta en el texto bíblico, en el conflicto geopolítico con Aram-Damasco. Si los relatos de la monarquía unida ya testimoniaban los conflictos de David con el reino de Soba (2 Sam 8 y 10), la oposición y la amenaza que, primero Soba y, después, Damasco supusieron para Salomón una constante preocupación: “Durante toda la vida de Salomón, Damasco fue un adversario para Israel” (1 Re 11,25). Además, una vez divididos los reinos, los textos bíblicos informan de hasta tres enfrentamientos entre Aram-Damasco (liderado por Ben-­Hadad) e Israel (liderado por Ajab). No solo eso; si tenemos en cuenta que el relato bíblico no esconde que el rey Asá de Judá se alió con el rey de Damasco para liberarse de la presión del reino del norte (1 Re 15,16-22) y que Judá no quiso apoyar la coalición anti-asiria de Damasco e Israel (la guerra siro-efraimita 2 Re 15,1-10), podemos intuir la necesidad que Tiro tenía de tener bien controlados los territorios israelitas.

Con todo lo dicho hasta ahora, nos parece que es plausible sostener, pues, que, en los albores del siglo ix a. C., coincidiendo con el acceso al poder en la ciudad de Tiro de Itobal I, este rey habría desplegado una política exterior dinamizada por una tensión “centro-periferia” de la que habrían sido objeto las ciudades y asentamientos de matriz israelitas de las tierras altas de la Palestina. Este proceso se habría desarrollado en dos tiempos: en la primera parte del siglo ix a. C. para el territorio del norte y en la segunda para el del sur. La dinámica habría tenido como objetivo consolidar la formación de unos estados desarrollados capaces de gestionar con eficacia los recursos naturales de las tierras altas (cereales, viñas, olivares, etc.); de facilitar el acceso de las ciudades fenicias a las rutas comerciales con Oriente, y, a la vez, de actuar como aliados en el nuevo escenario internacional marcado por la presencia de los asirios y el surgimiento de un abanico de estados secundarios, entre los que se destacaba el reino de Damasco.

Trataremos ahora de rastrear en la cultura de los reinos israelitas la impronta que el contacto estrecho con los fenicios pudo imprimir en la política, la vida social y religiosa, así como el gusto en la decoración y la imitación en la construcción de edificios monumentales.

4. La impronta fenicia en la cultura de las entidades políticas de matriz israelita

El pueblo fenicio no se ha considerado tradicionalmente como creador de una gran tradición cultural propia; sin embargo, los fenicios favorecieron la difusión y la hibridación cultural entre diversas tradiciones regionales, ya que eran un pueblo propenso a la imitación, la fusión y el sincretismo. Esta expansión y difusión cultural se hizo posible gracias, cuando menos, al desarrollo hasta los más altos estándares de nuevas técnicas de navegación y a la formulación de un alfabeto propio que, por su sencillez, agilizó los intercambios económicos y culturales, así como las relaciones diplomáticas.

A pesar de la fama de los artistas y artesanos fenicios en la antigüedad, se conservan relativamente pocos ejemplos de sus obras, principalmente, porque las ciudades fenicias han estado habitadas continuamente. Además, su expansión por el Mediterráneo, que se vio impulsada, entre otras razones. por el resurgimiento del Imperio neoasirio después de la batalla de Qarqar en 853 a. C., los llevó a fundar en sus riberas prósperas colonias desde donde mantuvieron una red comercial por la que intercambiaron sus productos.

Como ya hemos hecho notar, las dificultades para excavar en el territorio de las ciudades de la costa fenicia convierten el espacio geográfico de los reinos israelitas en un escenario privilegiado para sacar a la luz numerosos elementos materiales en los que rastrear los rasgos fundamentales del estilo fenicio en la arquitectura, la decoración, la epigrafía... No solo eso; los propios textos bíblicos nos permiten buscar el influjo fenicio en la cultura política, en la configuración social y en las expresiones religiosas.

El estudio tiene su complejidad porque, a pesar de la importancia que tuvo la cultura fenicia en el Levante del Hierro, se sabe de su existencia principalmente por documentos y tradiciones de otros pueblos de la región, y por los restos materiales de estos pueblos que se han conservado y que, quizás, simplemente se dedicaron a imitar o reinterpretar la moda fenicia. Por esta razón, resulta especialmente difícil identificar la cultura fenicia tal y como se expresó singularmente por sus artistas e ideólogos en sus inicios en los territorios del Levante. Con todo, la colosal expansión colonial fenicia por el Mediterráneo occidental, que sí ha dejado numerosos rastros, nos acerca con bastante precisión al modo como el mundo fenicio se reinterpretó en Occidente alumbrando en muchos casos unas formas completamente nuevas o diferentes de expresar lo propiamente fenicio.

Trataremos, pues, de rastrear esa marca cultural fenicia en los territorios israelitas examinando la cultura sociopolítica, las ideas religiosas y los restos materiales cerámicos, decorativos y arquitectónicos que los trabajos arqueológicos han sacado a la luz.

4.1. La organización social del mundo fenicio en el Hierro

De una manera muy general, podemos afirmar que la sociedad fenicia estaba fuertemente jerarquizada, aunque parece que la movilidad social fue bastante fluida y que los matrimonios mixtos estaban totalmente normalizados.

El rey y la reina se encontraban en la cúspide de la organización social y política. Próximos a ellos, se situaban los miembros del gobierno, los propietarios de las tierras y los sacerdotes. Todos ellos concentraban prácticamente todo el poder y podían considerarse una verdadera aristocracia.

Los estudios de la organización sociopolítica de las colonias del Mediterráneo desvelan, además, la existencia de un grupo de “grandes hombres” [drm], propietarios de la tierra y ricos comerciantes, de los que dependía una mano de obra esclava y sierva66. Por debajo de estos, estaban los comerciantes que, en algunos casos, tenían gran capacidad de presionar a los detentadores del poder político; y, después, pescadores y agricultores, bien valorados en una sociedad en la que la producción de alimentos estaba muy condicionada por la escasez de terreno. En la escala social más baja, y en muchos casos en condición de esclavos, se encontraban los sirvientes, trabajadores del campo o los puertos, etc.

Esta jerarquización social tan profunda queda confirmada en los estudios sobre las necrópolis donde se advierte, por un lado, que los miembros de la realeza eran inhumados en sarcófagos de estilo egipcio ricamente decorados y con profusas inscripciones; por otro, que las clases altas se enterraban en sarcófagos de producción local y, con el tiempo, fueron incorporando decoración de inspiración griega; y, por último, que las clases más bajas eran enterradas o en sarcófagos de madera o directamente en la tierra cubiertos con un sudario67.

Las tumbas se excavaban en cámaras subterráneas excavadas en roca y a las que se accedía por una escalera. Con todo, es muy posible que en los periodos más antiguos la incineración fuera una práctica frecuente que quizás adoptaron por influencia filistea68.

Por otra parte, aunque los textos bíblicos parecen apuntar que los fenicios tenían costumbre de sacrificar niños, la arqueología en territorio siro-­palestinense no ha podido confirmarlo, porque los enterramientos de niños son bastante raros, de modo que algunos autores apuntan la necesidad de reinterpretar las fuentes69. Es posible que la referencia a los tophet (2 Re 23,10) no fuera sino la indicación de los ritos funerarios específicos para honrar a los niños muertos a corta edad y antes de haber formado parte de la sociedad de forma plena.

Esta estructura social tan clara habría sido replicada durante la colonización por el Mediterráneo porque los autores parecen percibir en las colonias la existencia de dos grandes grupos sociales: los productores, artesanos, campesinos y pescadores; y, los no productores, básicamente una aristocracia cuya existencia se advierte, principalmente, en los enterramientos70.

Por último, el estudio de las fuentes, muy concentradas en la consideración de los fenicios como expertos comerciantes, nos hace difícil estudiar el papel que las mujeres71 desempeñaban en la sociedad72. El examen de las referencias o representaciones de mujeres en la literatura y las expresiones artísticas, así como los datos recogidos en las excavaciones arqueológicas, nos permiten conocer que las mujeres fenicias, aparentemente, tenían una muy fuerte posición en el culto y la tradición familiar, protegiendo y alimentando a los niños, y cumpliendo su deber tanto en tiempos de guerra como en la política. Sin embargo, no parece que fueran especialmente visibles porque, como suele suceder, no participaban activamente en la vida pública. Quizás por esta razón, los modelos o motivos femeninos están asociados, bien con las prostitutas, bien con las divinidades femeninas.

En el estudio de los marfiles de Samaría se destaca un motivo típicamente fenicio, el de la “mujer asomada a la ventana” que parece estar relacionado con la prostitución sagrada. En los relatos bíblicos, este motivo aparece reinterpretado en la historia de Mikal (2 Sam 6) cuando mira por la ventana mientras David y todo Israel celebran la procesión del Arca por toda la ciudad; Jezabel (2 Re 9,30) que, después de haberse pintado los ojos y acicalado su pelo, mira por la ventana esperando a Jehú; y la madre de Sísara (Jue 5,28), asomada a la ventana aguardando el regreso de su hijo de la batalla.

El estudio de Cheryl Exum73 sobre las representaciones culturales de las mujeres en la Biblia hace notar que, muy posiblemente, la imagen de la mujer asomada a la ventana reproduzca la visión de un varón que piensa que la casa, en cuanto reclusión, es el lugar de la mujer. Ahora bien, también es posible interpretar que en estas “mujeres ventaneras”, que los fenicios considerar prostitutas sagradas, se estuviera deslizando un modelo de mujer que quería superar o escapar del lugar tradicional de la mujer en la sociedad.

4.2. La cultura política74

Si, efectivamente, la consolidación del reino del norte estuvo muy vinculado a la estrategia política de los fenicios, es muy fácil suponer que tomaran la tradición fenicia como guía de la configuración de la institución.

Aunque no conocemos bien el sistema político de las metrópolis fenicias, parece que, a pesar de que tomaron la forma de “ciudades-estado”, el tradicional sistema del Bronce centrado en el poder y el control del palacio, dado el protagonismo que adquirieron en el Hierro como centros comerciales volcados hacia el este y el Mediterráneo occidental, se vieron obligadas a hacer algunos ajustes y cambios.

Tradicionalmente, las ciudades-estado gobernaban un territorio urbano donde se encontraba la sede del poder político-administrativo y que constituía un foco de producción cultual. Además, su control se extendía más allá de la ciudad en un amplio radio que tomó una forma muy singular, el mapa de las nuevas colonias, cuando se consolidó la expansión por el Mediterráneo. Las excavaciones en las distintas colonias del Mediterráneo occidental apuntan que eran los grandes comerciantes los que forjaban la relación con las áreas rurales para dinamizar el proceso de producción-distribución-consumo75.

Dos edificios llevaron el peso de la vida política y económica de la ciudad, el palacio y el templo, y eso por la conexión entre los monarcas y la divinidad. Así, las fuentes afirman que las ciudades fenicias de la costa levantina se gobernaron con un sistema monárquico de carácter teocrático, basado tanto en la conexión de los reyes con los dioses, como en la legitimación dinástica. Esta concepción confería a los reyes un abanico de amplios poderes.

Aunque parece que Eshmun, divinidad de Sidón, presidía el panteón fenicio, cada ciudad soberana tenía su propia divinidad, de cuyo patrocinio gozaba, autorizando y bendiciendo la actividad de cada uno de los reyes. Por esta razón, no extraña que los usurpadores del trono pretendieran haber sido elegidos por el dios para gobernar porque la voluntad divina estaba por encima de la legitimidad de la sucesión.

Con todo, es posible que la expansión colonial acabara arrebatando a los monarcas su autonomía total a la hora de decidir, porque las capas más altas de la población urbana, formada por prósperos comerciantes, habrían reclamado su capacidad de intervenir en la gestión de la economía internacional de cuya supervivencia dependían 76. De esta manera, la información que proviene de las colonias fundadas en el Mediterráneo postula la existencia, además, de algún tipo de organización “municipal” en torno a la figura de los “sufetes”, una suerte de magistrados que presidían las asambleas locales y dirimían en cuestiones legales. Sin embargo, la pobreza de fuentes hace difícil explicar con detalle otros elementos de esta supuesta organización municipal. De todas formas, algunas fuentes más antiguas confirman la existencia de algún tipo de asamblea local formada por los ancianos de la ciudad ya en los primeros tiempos del Hierro.

Los reyes y reinas fenicios eran, en primer lugar, responsables del cuidado del orden social, particularmente de proveer alimentos a los ciudadanos, pero desempeñaban, además, funciones de carácter religioso. Ahora bien, a medida que la actividad comercial se fue ampliando, los monarcas se fueron convirtiendo en una suerte de grandes mercaderes que financiaban exploraciones, mantenían grandes flotas y emprendían negocios a gran escala en busca de beneficios y prestigio. Los reyes tenían, además, funciones judiciales y militares, aunque la existencia de un ejército organizado en las ciudades es algo bastante discutido.

Por otra parte, teniendo en cuenta su conexión con la divinidad, el rey y la reina de una ciudad fenicia eran, además, sacerdote y sacerdotisa de la pareja divina, Baal y Astarté, aunque existía un sacerdocio bien estructurado y no parece claro que el rey ejerciera como sumo sacerdote. Precisamente por su vinculación con la esfera de lo divino, los reyes construían y financiaban los templos, y hacían generosas ofrendas en los mismos, actuando, de alguna manera, como intermediario entre los dioses y los ciudadanos de la urbe.

El protagonismo de las reinas fenicias, tanto en la esfera política como en el culto, queda confirmado en aquellas excavaciones arqueológicas que han sacado a la luz sellos cilíndricos de los que eran propietarias algunas mujeres de la aristocracia, que los utilizaban en la correspondencia y la redacción de documentos importantes, y con los que marcar su autoridad e identidad.

La influencia fenicia en las cortes israelitas puede intuirse en la descripción bíblica de las decisiones políticas de Omrí: trasladar la capital hacia el norte, más cerca de la ruta comercial que transitaba por el valle de Yezrael, de la costa y de la frontera fenicia; construir una ciudad-capital que la arqueología nos muestra que era ciertamente un complejo administrativo y económico de alto nivel; y establecer alianzas matrimoniales con las monarquías fenicias (2 Re 8,16.23). De la misma manera, la participación en la gestión de la política interior de la reina Jezabel, fenicia, hija de Itobal I (1 Re 16,32), y su papel en el culto estarían modeladas por la cultura política de los fenicios. Quizás es esta la clave que nos permite comprender el tratamiento de la figura de las esposas y madres de los reyes, y el rechazo visceral a la existencia de reinas en la monarquía israelita en la literatura deuteronomista. De hecho, las dos mujeres que el texto bíblico llama “reinas” en los reinos israelitas son extranjeras; Jezabel, fenicia, y Atalía emparentada con Jezabel o, al menos, con la casa de Omrí, la dinastía legítima del reino del norte. Las dos son descritas en los peores términos y siempre en conexión con la idolatría: “¿Qué paz puede haber mientras tu madre, Jezabel, siga con sus prostituciones y sus muchas hechicerías?” (2 Re 9,22); “Atalía, que era la maldad misma, y sus seguidores, habían penetrado en el templo de Dios y habían tomado para el culto de sus ídolos todos los objetos del templo del Señor” (2 Cr 24,7). Por otra parte, de entre las diecinueve “reinas-madre” [gebîrāh] que menciona la Historia Deuteronomista, cuatro desempeñaron un papel activo en asuntos relacionados con la sucesión: Betsabé (1 Re 2,19), Maacá (1 Re 15,13), Nejustá (2 Re 24,8 y 24,12) y Hamutal (2 Re 24,18). Pero, además, a dos de ellas se las relaciona con un posible culto idolátrico en el templo: Maacá, madre de Abiam, fue despojada de su dignidad de reina madre por haber liderado un culto idolátrico a la diosa fenicia Aserá en el templo de Jerusalén (1 Re 15,13); y el nombre de la madre de Jeconías, Nejustá, podría esconder una referencia a su responsabilidad en algún tipo de culto idolátrico puesto que llevaba el mismo nombre que se dio a la serpiente de bronce construida por Moisés en el desierto (2 Re 18,4)77.

4.3. La cultura religiosa78

Los fenicios eran politeístas y adoraban distintos dioses dependiendo de cada ciudad, aunque las divinidades podían presentarse, ausentarse o trasladarse de un panteón a otro, cambiando de representación o incluso de nombre.

Algunas de las divinidades principales del panteón fenicio eran Esh­mun, que presidía el panteón de Sidón y a quien se le atribuían funciones relacionadas con la curación y la renovación de la vida; Astarté, diosa principal de la ciudad de Sidón, que representaba la fecundidad; Baal, divinidad de la guerra y de la lluvia, y una de las divinidades principales del panteón; Melkart, diosa de la ciudad de Tiro; y Dagón, un dios al que daban culto también los filisteos y que se representaba como un hombre mitad pez.

En definitiva, parece evidente que las ciudades fenicias compartían una tríada de divinidades, compuesta por un dios protector de la ciudad; una diosa, a menudo su esposa o compañera, que simbolizaba la fecundidad; y un dios de aspecto más joven conectado con el ciclo anual de la vegetación. Y, así, los nombres y las funciones de estos dioses varían, y es característica la fluidez del panteón fenicio, donde el nombre común suele prevalecer sobre el nombre propio y la función sobre la personalidad.

El número de santuarios fenicios excavados en el territorio de las ciudades de la costa levantina es relativamente pequeño y la mayor parte de ellos corresponden a periodos del Hierro tardío o incluso posteriores. Los templos se conciben en la teología fenicia como casas de los dioses a donde dirigirse para ofrecerles alimentos, perfumes, adornos e incluso mobiliario. Esas ofrendas se justifican desde la necesidad de contentar a los dioses y obtener su favor, y tienen, por tanto, una dimensión “práctica”. De fondo se trasluce que el culto fenicio se desarrolla sobre las mismas bases antropológicas del culto semita del POA, que determinaban las relaciones entre dioses y seres humanos. En esencia, aunque con el tiempo se fue haciendo más complejo, el culto se basaba en la obligación humana de servir subordinadamente a los dioses. Estos, como hemos visto, estaban organizados en panteones politeístas que reflejaban sociedades fuertemente especializadas y jerarquizadas.

Los lugares de culto parecen haber sido elegidos en función de la presencia de objetos sagrados relacionados con las divinidades (árboles, fuentes...). Así, el templo de Eshmun (ca. s. vi a. C.), próximo a Sidón, se construyó junto a una fuente de propiedades curativas, que acabó siendo integrada en el edificio, y lo mismo ocurrió con el maabed de Amrit, próximo a la ciudad de Arwad, y dedicado a Melqart y Eshmun, que también se instaló cerca de una fuente de agua79.

Por otra parte, el estudio de los restos del templo de Kition (Chipre) puede darnos una idea de la planta y la decoración de estos. Se trata de un templo dedicado a Astarté con tres naves separadas por dobles columnatas, que fueron reemplazadas, en las sucesivas reformas, por pilares. La entrada estaba situada en el lado este, precedida de un vestíbulo por el que se accedía a un gran patio. Este vestíbulo fue cambiando con el tiempo en función del volumen de ofrendas presentadas. Tenía mesa para estas ofrendas y altar, así como sacerdocio y prostitución sagrada. Además, se conservan capillas y templos portátiles de terracota que han sido descubiertas en lugares como Hazor y Dan, así como objetos de metal, inscripciones y numerosas figuritas de las divinidades, masculinas y femeninas. Las primeras representan o un varón sentado en un trono o de pie como un guerrero, y las segundas permiten identificar a diosas de la fertilidad o embarazadas o sosteniéndose los pechos.

Distintos autores80 ponen en relación directa la planta y la decoración del templo de Jerusalén con el estilo fenicio (1 Re 6,18.29)81:

18 El revestimiento interior del templo era de madera de cedro, con tallas de flores y frutos. Todo era de cedro. No se veía una sola piedra. [...] 29 y en todas las paredes interiores y exteriores del templo labró figuras de seres alados, palmeras y flores. 30 También cubrió de oro el piso del templo, por dentro y por fuera (1 Re 6,18.29).

Con todo, la descripción del templo y su ajuar es muy difícil de interpretar porque el redactor no tenía las preocupaciones de un arquitecto o arqueólogo y omitió elementos esenciales para una reconstrucción (por ejemplo, el espesor de los muros, la disposición de la fachada, el sistema de techado...)82.

Además, examinando el templo de Salomón, algunos han apuntado que la referencia al uso de oro para recubrir las paredes del templo, el altar, los seres alados, el suelo... (1 Re 6) también era una práctica habitual en el Levante y en Egipto que los fenicios difundieron83.

Por otra parte, A. Maes84, estudiando las vestimentas fenicias y cotejando la información de los textos bíblicos con las representaciones iconográficas de los sacerdotes fenicios en las estelas funerarias de Umm el ‘Amed, en el Líbano, a unos 16 km de Tiro, identificó tres elementos comunes:

El primero, el tocado, porque la cabeza de los sacerdotes siempre aparece cubierta, aunque no podemos saber cuál era el diseño del turbante o tocado de los sacerdotes israelitas exactamente (Ex 39,28).

El segundo, el manto, porque ambos vestían una túnica larga con un manto por encima (Ex 39,22-27).

El tercero, el calzado porque, aunque no parece que los sacerdotes israelitas fueran calzados, o, al menos, no aparece así descrito en los textos bíblicos, tampoco los personajes de las estelas fenicias van calzados. Con todo, sabemos que tanto los fenicios como los israelitas utilizaban algún tipo de sandalias.

Debe tenerse en cuenta, también, que la púrpura, el tinte exquisito manufacturado por los fenicios, estaba presente en las vestiduras del sumo sacerdote (Ex 28,5.6.8.15.33; 39,1.2.3.5.8; 39,24.29). Y, además, parece que el uso de lino en lugar de la lana en las vestiduras del Sumo Sacerdote también ha de conectarse con las costumbres fenicias, porque se trataba de un producto de lujo utilizado por las clases aristocráticas para las piezas de lencería.

Es importante notar, por otra parte, que no se conservan textos religiosos fenicios que incluyan himnos, rituales, etc., posiblemente porque utilizaron el papiro como soporte. Sin embargo, sí podemos acceder a un buen número de inscripciones de carácter votivo y funerario que han quedado en sarcófagos, estelas, urnas, etc., como, por ejemplo, el de Ahiram construido por Itobal I85. Con todo, algunos autores apuntan la existencia de banquetes festivos de carácter religioso (marzēª) organizados por distintos gremios con motivo las fiestas dedicadas a las divinidades, fiestas que tenían gran importancia en el calendario de la ciudad porque celebraban a la vez la vida profana y religiosa86.

El estudio de los santuarios muestra, además, que tenían una organización compleja. Junto a quienes desempeñaban funciones más “profanas”, porteros, conserjes o cocineros, estaban los sacrificadores y los oficiantes. Los estudios sobre el templo de Kition han desvelado que existía un sacerdocio bien jerarquizado, con un sumo sacerdote al frente, que recibían parte de las ofrendas que se presentaban; parece que también había prostitución sagrada. Con todo, a pesar de que muchos estudios de los textos epigráficos87 se han cotejado con los textos bíblicos relativos a las ofrendas y sacrificios, así como con los textos de Ugarit, no se puede aseverar que los sacrificios tuvieran las mismas claves que el sacrificio israelita (expiación, comunión...), aunque algunos autores lo creen así.

4.4. La escritura

A los fenicios debe atribuirse la difusión del alfabeto fonético y linear con 22 letras, que se convirtió en el único empleado en la región siropalestinense88. Este alfabeto agilizó el uso de la escritura y, con él, no solo la multiplicación de los documentos mercantiles, sino el surgimiento de una nueva literatura asociada a cada uno de los estados secundarios que surgieron en la primera mitad del siglo ix a. C.

La escritura paleohebrea evolucionó a partir del alfabeto fenicio a lo largo del siglo ix a. C., y las evidencias más antiguas de esta escritura proceden de excavaciones en Tel Rehov y Tel Arad, aunque no será sino a comienzos del siglo viii a. C. cuando el uso de la escritura se extienda ampliamente entre los israelitas.

Entre las inscripciones más interesantes podemos destacar las de Kuntillet Ajrud, de tinta sobre cerámica que aportan una información capital para comprender la religión israelita, que denotan una clara influencia fenicia89 y que muestran una notable pericia en los escribas, pericia que queda conformada en la inscripción del túnel de Siloé; los óstraca de Samaría, con información de carácter mercantil, y la correspondencia de carácter militar recogida en las inscripciones de Lachish, que hace notar que la formación epistolar formaba parte del currículo de los escribas de Israel90.

4.5. La navegación marítima

Geográficamente, el territorio fenicio constituye una franja no muy amplia que discurre paralela al litoral y que está delimitada por el mar a occidente y las montañas de la cordillera del Líbano que discurren a escasos kilómetros de la costa. La anchura de esta franja costera es un tanto irregular, oscilando entre los doce y los cincuenta kilómetros, y en ocasiones aparece promontorios rocosos que arrancan de la cadena montañosa y segmentan este corredor marítimo, alcanzado en algunos puntos el mar. Estos promontorios permitían defenderse fácilmente de un ataque procedente de tierra adentro y al mismo tiempo servían de fondeadero para las embarcaciones.

Probablemente por la proximidad al Mediterráneo, los fenicios fueron expertos navegantes y, como hemos visto, así aparecen retratados en las fuentes bíblicas. Las excavaciones arqueológicas nos han permitido conocer en detalle las naves, las técnicas de navegación y las características singulares de algunos de los puertos que construyeron.

El estudio de los puertos de la costa palestinense91, al sur de las ciudades fenicias, ha confirmado que estuvieron controlados por los fenicios de Tiro a partir del siglo x a. C., aunque, una vez que el reino del norte se consolidó como entidad independiente, pasaron a formar parte de este:

– En Atlit, se encuentra uno de los más antiguos y mejor conservados puertos fenicios del periodo del Hierro, que estuvo operativo hasta el siglo v a. C.; allí se conservan un malecón de piedra y una escollera que están datados a finales del siglo x o principios del siglo ix, que se cree son fenicios.

– En Akziv, la condición fenicia del asentamiento la confirma el estudio de las necrópolis, donde se advierten unas inscripciones del Hierro II en algunas de las tumbas, así como otras inscripciones en jarras de los mismos enterramientos.

– En Akko, en el nivel del Hierro I se aprecia un material cerámico de influencia fenicia, aunque la presencia fenicia no está documentada hasta el Hierro II.

– En Tell Abu Hawan, cerca de la moderna Haifa, que algunos identifican con la bíblica Akshaph (Jos 19,25), los restos cerámicos y las estructuras arquitectónicas se inscriben en un contexto claramente fenicio.

– En Dor, por su parte, el muelle de piedra de 3 m de ancho y con funciones defensivas, datado en el siglo ix a. C., es típicamente fenicio92.

Además, en algunos lugares los fenicios construyeron un tipo de puerto artificial, el cothon93, que se levantaba tras la línea de costa excavando una dársena portuaria que desembocaba en un canal. Es posible que la técnica no fuera originariamente fenicia, pero fue muy desarrollada por ellos no solo en el Mediterráneo, sino también en el mar Rojo. En Jezirat Faraun que mencionamos más arriba, se conserva uno de estos puertos dentro del recinto de la isla94.

El barco típicamente fenicio para la navegación mercante se identificaba por su casco “de bañera”95, con capacidad para transportar no menos de 150 toneladas. Podían tener hasta 25 m de eslora, con varias cubiertas preparadas para sujetar las mercancías y evitar corrimientos de cargas que pusieran en peligro la nave. La fuerza motriz eran las velas, que exigían unos palos de casi 11 m en los que se enganchaban las cuadras, velas con forma rectangular o trapezoidal que ofrecían al viento siempre la misma cara. A la vela podía sumarse el remo, pero, posiblemente, solo para determinadas maniobras.

La Biblia se refiere recurrentemente a la pericia de los fenicios en el arte de la navegación (1 Re 9,27) y describe las alianzas entre Salomón y Hiram para construir una flota dotada de expertos marineros que les permitiera acceder a los mercados de Ofir (1 Re 10,11). Además, también permite conocer que esta alianza se rompió cuando la existencia de dos reinos de matriz israelita hizo más interesante un acuerdo entre ellos para construir una flota en Ezion Geber que les permitiera continuar los intercambios en Ofir (2 Cr 20,35-36).

Frente a la costa de Ascalón, el estudio de los pecios de dos embarcaciones fenicias conocidas como Tanit y Elisa96, dos pequeños mercantes fenicios hundidos a más de 400 m, nos ha permitido conocer bien las características de la navegación comercial de altura: embarcaciones, rutas, vientos, carga...

Los trabajos sobre los restos de estos pecios, porque las naves no se conservan, nos han permitido saber que los fenicios practicaban la navegación de cabotaje, que exigía que la costa tuviera una red de puertos naturales a los que arribar cuando se acababa la luz del día, y la navegación de altura en la que se orientaban, muy posiblemente, gracias a la Estrella Polar.

4.6. La cultura material97

El estudio de una cultura material “fenicia” se admitió sin demasiada dificultad hasta bien entrado el siglo xx y no era extraño encontrar en los autores una serie de rasgos relacionados con las materias primas, las formas, el estilo que identificaban lo propiamente “fenicio”.

En nuestros días, parece más correcto entender lo “fenicio” como una suerte de koiné cultural que no necesariamente reivindica una autoría por parte de talleres y artesanos afincados en las ciudades de la costa levantina, sino, más bien, el conjunto de la producción artesanal en el Levante y en todo el Mediterráneo, incluidos los reinos de matriz israelita.

• Urbanismo y arquitectura

En general, como ya hemos dicho, las ciudades fenicias fueron urbes portuarias utilizadas para restablecer el comercio con el Egeo, y para actuar de puente cultural entre el Mediterráneo, Egipto y Mesopotamia.

Se conocen colonias fenicias del primer periodo del Hierro en Chipre, Sicilia, Sardinia y Malta. Además, y probablemente después de la fundación de Cartago (ca. 814 a. C.), su expansión por todo el Mediterráneo llevó la impronta fenicia más allá del Levante.

Uno de los elementos más interesantes atribuibles a los fenicios es el desarrollo de un nuevo modelo de ciudad, con edificios públicos monumentales que eran identificables por una serie de características propias98:

– La colocación de puertas y ventanas empotradas

– El uso de vigas rectangulares

– El empleo de mampostería de piedra de sillería99, particularmente en las esquinas y en el centro de los muros100

– La decoración de los capiteles de voluta (protoeólicos)101

– El uso de balaustradas en las ventanas

– La decoración de las bases de las columnas

Además, los fenicios, acostumbrados a estar rodeados de bosques frondosos y fuentes de agua, parece que introdujeron la costumbre de rodear los edificios con jardines.

El trabajo arqueológico sobre el suelo del territorio de Israel está posibilitando la recuperación de muchos restos materiales en los que se desvelan rasgos del modo de construir y decorar propio de los fenicios102. Así, el uso de las piedras sillares se ha descubierto en las construcciones de los palacios de Samaría y Meguido; en los restos de la acrópolis de Dan y Hazor; en la ciudad salomónica excavada por Eilat Mazar; en Ramat Rahel; y en la puerta occidental de Khirbet Qeiyafa. Los restos de capiteles protoeólicos, por su parte, aunque tienen su origen en el reino del norte, están dispersos por todo el territorio; son significativos, en este sentido. los que se han descubierto en el que Mazar afirma ser el palacio de David, y en la ciudad administrativa de Ramat Rahel. Quizás, por esa razón, algunos arqueólogos postulan la existencia de un capitel protoeólico típicamente “jerosolimitano”.

Es interesante notar, además, que estos capiteles, decorados con motivos de palmeras, asociados en el POA al “árbol de la vida”, no de­sempeñaban funciones estructurales en los edificios, sino que constituían meros elementos decorativos. Quizás por esa razón, no han sido encontrados, generalmente, in situ, sino desplazados y reutilizados en diferentes construcciones a aquellas en las que se colocaron originalmente. Esta misma decoración se ha encontrado en numerosos sellos y bullae descubiertos en las excavaciones en el entorno del manantial de Guijón103. Además, han salido a la luz fragmentos de dos balaustradas con este mismo diseño que estuvieron colocadas en alguna ventana, tanto en la ciudad de David y en la zona del paseo de Armon Hanatziv104, en Jerusalén, como en Ramat Rahel105.

Por lo que tiene que ver con el uso de la madera, una de las materias primas principales en Fenicia, es importante tener en cuenta que, aunque la madera de cedro fue prácticamente su único recurso natural y la exportaron por el Oriente Próximo y el Levante, sus restos son muy difíciles de rastrear arqueológicamente; de hecho, algunos postulan que los capiteles protoeólicos utilizados por los fenicios eran de madera y por esa razón no se han conservado. Sin embargo, su uso ha quedado bien documentado en los textos bíblicos (1 Re 5,9-10).

• Los restos materiales cerámicos

El estudio de los restos cerámicos fenicios conocidos muestra la existencia de una serie de modelos propios106 tan distintos que son difíciles de abarcar en un trabajo como este. Destacaremos algunos de ellos:

– RSW (Red Slip Ware), con decoración de bandas negras y rojas;

– jarras “de hipopótamo” (Hippo Jars), con capacidad para unos 68 litros;

– jarras “de boca de seta” utilizadas para almacenar bálsamos y perfumes, de unos 17,8 litros de capacidad;

– jarras “de torpedo”, de unos 60-70 cm de altura, con asas de oreja y base puntiaguda, más propias del transporte marítimo;

– BoR (Black on Red), bicromas, de tamaño pequeño como para guardar perfumes.

Las RSW se encontraron en los estratos de la Samaría del siglo ix en una versión cerámica y no metálica, que parece la propia de Fenicia. Estas cerámicas son extremadamente finas y delicadas, esmaltadas con líneas rojas. Además de en Samaría, se encuentran también, en el mismo periodo, en Dan y en Tel el Farah (Tirsá). Las BoR se han encontrado en Hazor, Meguido y Tel el Farah.

Los restos cerámicos también acusan la influencia fenicia en la manufactura local de vasijas de todo tipo imitando los modelos fenicios107. Así, los estudios arqueológicos en H. Rosh Zayit, la bíblica Cabul que Hiram despreció (1 Re 9,13), han sacado a la luz una serie de “jarras de hipopótamo”, con capacidad para unos 68 litros, fabricadas muy posiblemente en Samaría, que contenían harina y trigo, así como algún ejemplar del modelo “torpedo”. Por otra parte, en Hazor la cerámica de estilo fenicio supone el 14% del estrato X (siglo xi a. C.) y el 18,5 % del IX (siglo ix a. C.), un porcentaje que se reduce al 8,5% en el estrato VIII correspondiente al siglo ix a. C. No solo eso; los estudios confirman que la factura era israelita y, por tanto, que imitaba el estilo perfectamente, aunque le hacían sus propias adaptaciones. También se ha encontrado cerámica fenicia mucho más al sur, en el Negev, noreste del Sinaí y Edom: cerámica bicroma en Tel Masos y Tel Beersheba, cerámica Ciprio-fenicia Black-on-Red en Tel Beersheba, ‘Ain el-Qudeirat y Khirbat en-Nahas108.

Por último, parece claro que los fenicios, probablemente para evitar los fraudes en las medidas de capacidad, construyeron algunas vasijas para transportar la cerámica con una medida estándar (17,8 litros para el transporte marítimo; 12-14 en el transporte terrestre).

• La industria del lujo

Como ya hemos apuntado, los fenicios crearon eso que hoy llamamos “la industria del lujo” e inundaron los mercados, y no solo los centros de poder, de objetos preciosos manufacturados por ellos a partir de materias primas que, o bien tenían a su alcance (el cedro o el múrex), o bien importaban a través de sus redes comerciales internacionales109.

Esta industria se desarrolló, primero, gracias a la producción de la púrpura, el tinte más preciado de la antigüedad, que se obtenía a partir de la concha de ciertos moluscos y que se empleaba en la producción textil110 que era muy apreciada, aunque no se han conservado restos; además, los artesanos fenicios trabajaron metales nobles como la plata, el marfil y el alabastro para hacer joyas, amuletos y recipientes para perfumes y bálsamos111 alcanzando un nivel de calidad muy alto.

Los estudios acerca del uso del marfil por los fenicios112 han revelado que, a diferencia del marfil del Bronce, que era de hipopótamo, el que empleaban los fenicios era de elefante. El acceso a este tipo de marfil parece que provenía, por un lado, de la cría de una suerte de especie local llamado “elefante sirio”; pero, además, del comercio de elefantes provenientes de la India por vía terrestre. Algunos, incluso, aventuran que Ofir fuera el mercado desde el que procedía el marfil empleado después por los artesanos fenicios.

Las excavaciones en el palacio omrita de Samaría han mostrado que, posiblemente, estuvo decorado con todo tipo de lujos, aunque los descubrimientos más relevantes se refieren a la colección de marfiles que, aunque recogidos en estratos y espacios diversos, pertenecen a los siglos ix-viii a. C. Estos marfiles constituyen la segunda colección más grande de todas las descubiertas hasta ahora, y salieron a la luz en los años 30 del siglo pasado. El estudio de C. Suter113 explica que es muy fácil reconocer en todos ellos la imaginería propia de la ideología real: escenas de caza, combates de animales, motivos vegetales, esfinges... y que esta selección tiene que ver con la adaptación a los gustos de la época para expresar poder y privilegio.

La diferencia de motivos, técnicas y calidades muestran influencias multiculturales, aunque hay una presencia notable de los motivos a la moda egipcia, que se explica por la matriz cultural fenicia de todos estos diseños. Esa matriz cultural no nos obliga a considerar que estos marfiles, así como muchos otros productos de lujo (encontrados también en Jerusalén, por cierto) no tuvieran factura local. Es perfectamente posible que en Israel existieran artesanos que reprodujeran la moda fenicia114.

Estos marfiles, además de utilizarse en la decoración de los edificios, donde se colocaban en las paredes en forma de placas, se incrustaban en la madera de los muebles en una suerte de técnica semejante a la taracería. Además, el marfil era un componente esencial de las joyas, peines y cepillos, broches etc. Así, no sorprende que los enterramientos hayan sacado a la luz ajuares domésticos de lujo en los que, entre otras muchas cosas, se encuentran objetos de cristal tallados, peines, agujas y todo tipo de objetos de marfil, así como recipientes de cáscara de huevo barnizada.

Los textos bíblicos dan fe de este recurrente uso del marfil como elemento decorativo de estancias y objetos de lujo. Así, sabemos que Salomón se construyó un trono de marfil (1 Re 10,18), y que el marfil debía cubrir las paredes de la princesa fenicia cuya boda se celebra en el Salmo 45 (Sal 45,8), y las de las mujeres del reino del norte objeto de las críticas de Amós (Am 3,15), también por recostarse con indolencia en divanes de ese mismo material (Am 6,4).

5. Algunas conclusiones

Nuestro recorrido a través de la historia y la cultura de las ciudades fenicias protagonistas de la política del Hierro II, más allá de la complejidad y dificultad del estudio de las fuentes, han desvelado algunos datos importantes por lo que tiene que ver con la historia de las entidades políticas de matriz israelita, Israel y Judá.

En primer lugar, que el acceso al poder de Itobal I en Tiro-Sidón trajo consigo el desarrollo de estrategias políticas que se han explicado con modelos como el “centro-periferia” de Wallerstein, que en un proceso lento a lo largo del siglo ix dinamizó el surgimiento de dos entidades políticas de matriz israelita independientes, que se tiene que entender en el contexto de la aparición de un abanico de “estados secundarios”. Dicho proceso quedó reflejado en los textos bíblicos, aunque estos los proyectaron en periodos históricos distintos a aquellos en los que se produjeron.

Que dichas estrategias tuvieron causas económicas, geopolíticas y mercantiles, y envolvieron a los dos reinos, norte y sur, para conseguir a través de ellos alimentos, el acceso a rutas comerciales y el control de los posibles enemigos.

Que, si bien en los albores del Hierro los restos de los puertos de la costa levantina al sur de las ciudades fenicias ya evidencian la presencia de estas, a medida que se produjo una consolidación del reino del norte, dichas ciudades portuarias, principalmente Dor, pasaron a ser controladas por los israelitas.

Que la impronta cultural fenicia que se advierte tanto en las instituciones sociopolíticas como en la religión o los restos materiales disperso por el suelo de los dos reinos israelitas parece confirmar la importancia que ciudades como Tiro o Sidón tuvieron en el desarrollo de las entidades políticas que los textos bíblicos llaman Israel y Judá.

Que, aunque es cierto que la aparición de Asiria en el Levante es la que ha hecho posible la conservación de multitud de fuentes primarias, principalmente epigráficas, de enorme valor para comprender este proceso de emergencia de estados secundarios, los textos bíblicos recrean y desarrollan la información de dichas fuentes, y aportan una cantidad de información que debe tenerse en cuenta.

Y, así, parece que, aunque los textos bíblicos no hayan puesto a las ciudades fenicias en algún punto de su pasado, como sí hacen, por ejemplo, con los reinos arameos115, sin embargo, parece plausible que fueran ellas las que pusieran en marcha el proceso que culminó con la aparición de los reinos de Israel y Judá en el siglo ix a. C.

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[recibido: 13/07/23 – aceptado: 19/07/23]


1 “El etnónimo ‘fenicio’ aparece a menudo entre comillas, y en trabajos recientes, predominantemente escritos desde las disciplinas de los estudios clásicos y la historia del arte, encontramos declaraciones tales como que los fenicios ‘nunca existieron’ (Quinn 2018), o dudando su existencia antes del siglo vi a. C., i.e., época persa (Feldman 2014; Martin 2017), o atribuyendo la ‘creación de los fenicios’ al propio Moscati como gran demiurgo de la disciplina (Quinn 2018: 22-24; Vella 2014; 2019)”, López Ruiz, “Reificar o no reificar?”, 52.

2 Röllig, “Phoenician and the Phoenicians”, 213.

3 Bolognani, “Rediscovering Phoenicians”.

4 Kokkinos, “Tyrian Annals”.

5 Röllig, “Phoenician and the Phoenicians”, 212-213.

6 Castro, “El relato egipcio de Unamón”.

7 Peckham, Phoenicia.

8 Gómez Toscano, “Colonización fenicia de Occidente”, 98.

9 Jacoby, “Representation”, 118-122.

10 Aunque algunos cuestionan la datación porque la consideran más tardía (ss. ix-viii a. C.), cf. Wallenfels, “Redating”.

11 Rollston, “Phoenicia and the Phoenicians”.

12 Asmar, “Les phéniciens et l’Orient”.

13 Aster, “Assyrian ‘Control Points’”, 49-50.

14 Josefo, Antigüedades judías.

15 Josefo, Autobiografía.

16 Historiador helenístico de comienzos del siglo ii a. C., autor de un libro llamado “La Crónica” (AntJ. IX, 283) y traductor de los archivos tirios del fenicio al griego (AntJ. VIII, 144) que refirió la historia de los pueblos bárbaros y griegos después de conocer bien las crónicas nacionales de cada pueblo (CAp. I,18.116).

17 García Cordero, La Biblia y el legado, 460-472.

18 Aubet, “El comercio fenicio en Homero”, 96.

19 Edrey, “Phoenician Ethnogenesis”, 42.

20 “Fenicia emerge/prolonga ‘Canaan’ cuando Ugarit desaparece”, del Olmo, “Fenicio y ugarítico”, 33.

21 Woolmer, Short Story, 25.

22 Cf. Lehmann, “Emergence”, 291-294.

23 Carayon, “Ports phéniciens”.

24 “New Evidence”.

25 Vidal Palomino, “Violencia fenicia”, 217.

26 Ib., 218.

27 Ib., 216.

28 Frevel, History of Ancient Israel, 129.

29 Belmonte-Marin, “Fenicia”, 29-30

30 Aubet, “Phoenicia”, 706-716.

31 Aubet, “Byblos y Tiro”, 30-31.

32 Aubet, “Phoenicia”, 710.

33 El término “proto-israelitas” fue introducido por W. B. Dever para identificar a los habitantes de los núcleos que se van asentando en las tierras altas de Palestina después de la crisis del Bronce, cf. Shanks, “Is the Bible Right?”.

34 Josefo asegura que dichas relaciones estaban registradas en los archivos israelitas y fenicios (AntJ. VII, 55).

35 Josefo dice que se inició cuando Hiram I llevaba 11/12 años en el trono (AntJ. VII, 61; CAp. I, 18.126).

36 De hecho, Finkelstein y Silberman afirman que el Hiram I de estas fuentes secundarias es, en realidad, el Hiram II que aparece en los anales de Tiglat Pileser III, cf. Finkelstein – Silberman, David y Salomón, 152.

37 Frevel, History of Ancient Israel, 129.

38 Con la expresión “estados secundarios” identificamos una serie de entidades políticas estatales menos poderosas que los imperios y ciudades-estado, en el entorno de los cuales surgen, y que evolucionan y se consolidan con estructuras organizativas más complejas gracias al soporte y la influencia de los grandes estados e imperios en medio de los cuales emergen, cf. Joffe, “Rise”.

39 Wallerstein, El moderno sistema mundial I.

40 Tebes, Centro y periferia, 10.

41 Kümel, autor de la monografía Frühe Weltsysteme. Zentrum und Peripherie-Modelle in der Archäologie (Primeros sistemas mundiales. Modelos de centro y periferia en arqueología), hace una buena síntesis de los diferentes usos del paradigma en los estudios de las sociedades antiguas, Kümmel, “‘Ancient World Systems’”.

42 Noll, Canaan and Israel, 205ss.

43 Baurain – Bonnet, Les pheniciens, 20-21.

44 Kelle, “What’s in a Name?”.

45 Pfoh, “Articulación sociopolítica”, 30.

46 A pesar del enfrentamiento entre los estados siro-palestinenses y Asiria en la batalla de Qarqar (853 a. C.), de la que salió vencedor y reforzado el imperio asirio, los pequeños estados secundarios no quedaron neutralizados; de hecho, Salmanasar III tuvo que seguir conteniendo la presión de todos ellos (llamados en las fuentes “los doce reyes del mar”) durante al menos otros quince años más.

47 Na’aman, “Canaanite Jerusalem”, 398.

48 Flinder, “Is This Solomon’s Seaport?”; Carayon, “Ports phéniciens”, 347.

49 Woolmer, Short Story, 24.

50 Kuhrt, Oriente Próximo, 42.

51 Homès-Fredericq, “Possible Phoenician Influences”.

52 “Un estudio de la evolución de los antiguos puertos mediterráneos deja claro que los navegantes de la Edad del Bronce utilizaron inicialmente fondeaderos naturales, como bahías detrás de promontorios, estuarios de ríos, deltas y refugios detrás de islas en alta mar. Los marineros de Fenicia fueron los primeros en adaptar y mejorar los fondeaderos y puertos naturales en su propia costa mediterránea. Estas mismas características naturales y mejoras de ingeniería se repiten en Jezirat Faraun. Los puertos mediterráneos fenicios y Jezirat Faraun comparten denominadores comunes, ya sea una isla en alta mar o un arrecife bastante cerca del continente, con mejoras de construcción en forma de rompeolas y, a menudo, la construcción de pequeños puertos cerrados” (la traducción es nuestra), Flinder, “Is This Solomon’s Seaport?”, 42.

53 Carayon, “Ports phéniciens”.

54 Cf. Ib., 347.

55 Ib., 87.

56 Beyl, Phoenicia, 236.

57 Frevel, History of Ancient Israel, 144-151.

58 CassinBottéroVercoutter, Los imperios.

59 Frevel, History of Ancient Israel, 283-287.

60 Kleiman, “North Israelite Royal Administrative System”.

61 El término lo utiliza el autor en la edición alemana; en la traducción al inglés aparece “subsidiary kingdom”, Frevel, History of Ancient Israel, 245.

62 Davies, “Beginnings”, 60.

63 Y, así, algunos autores consideran que la ausencia de referencias al reino de Judá en el monolito de Kurkh estaría mostrando, precisamente, que el contingente judaíta era considerado por los asirios como parte integrante de las tropas de Israel, cf. Briquel-Chatonnet, Relations, 71.

64 Sergi, “Judah’s Expansion”.

65 La cuestión sobre la filiación de Atalía sigue sin resolverse; quizás, lo más adecuado es considerarla miembro “de la familia de Omrí”, cf. Briquel-Chatonnet, Relations, 70-71.

66 Pardo Barrionuevo, “Sociedad rural”, 319.

67 Ferron, “Sarcophages”, 391.

68 Doumet, “Nécropoles”, 311.

69 BonnetXella, “Religion”, 332.

70 Pardo Barrionuevo, “Sociedad rural”, 318.

71 Morstadt, “Woman”, 97.

72 Ib., 101.

73 Exum, Plotted, 72-77.

74 Tsirkim, “Socio-political structure”.

75 Pardo Barrionuevo, “Sociedad rural”, 319.

76 Glassman, Origins of Democracy, 497-498.

77 Ackerman, “Queen Mother”, 396.

78 Cf. Moscati, World of the Phoenicians.

79 Na’aman, “On Temples”, 41-42.

80 “Estos paralelos encuadran cronológicamente el templo de Salomón y provienen de la región sirofenicia, donde hay ciertamente que buscar el modelo”, von Rad, Instituciones, 417.

81 “[…] la arquitectura, el mobiliario, el Mar de bronce y las dos columnas, Jakin y Bóaz, debieron inspirarse en modelos fenicios” (la traducción es nuestra), Lipinski, Phoenicia and the Bible, 6.

82 “Estos paralelos encuadran cronológicamente el templo de Salomón y provienen de la región sirofenicia, donde hay ciertamente que buscar el modelo”, de Vaux, Instituciones, 417.

83 Bloch-Smith, “Who Is the King”.

84 Maes, “Costume phénicien, 224-230.

85 Zamora, “Religión”, 45-66.

86 Bonnet – Xella, “Religion”, 326.

87 Zamora, “Religión”, 62.

88 “En resumen, ‘el alfabeto no fue creado por los fenicios, alrededor 1000 a. C., como dice la tradición’ (Satzinger 2002, 26); más bien, se desarrolló en el segundo milenio a. C. en Egipto y no en Fenicia por personas que hablan un dialecto semítico occidental. Esta gente vino del oeste; de zonas de habla semítica del Levante y, según Orly Goldwasser (2012), no eran esclavos ni élites, sino gente común con habilidades variadas trabajando para los egipcios” (la traducción es nuestra), Sader, History, 154-155.

89 Aħituv – Eshel – Meshel, “Inscriptions”.

90 Rollston, “Alphabet”, 371-389.

91 Markoe, Phoenicians, 69-70.

92 Markoe, Phoenicians, 81.

93 Carayon, “Cothon”.

94 Carayon, “Ports phéniciens”, 87.345.

95 Díes Cusí, “Condicionantes técnicos”.

96 López Castro, “Puertos fenicios”.

97 Cf. Sharon, “Phoenicians”.

98 Stern, “Phoenicians”, 105.

99 Este estilo de mampostería con piedra sillar consta de bloques rectangulares de piedra dura lisos o irregulares, colocados muchas veces en las esquinas de los edificios.

100 Como hace notar Th. Beyl, probablemente el origen de este tipo de mampostería no es fenicio pero, ciertamente, fueron los fenicios los que lo utilizaron recurrentemente en el Hierro, cf. Beyl, Phoenicia, 120-123.

101 El estudio de estos capiteles resulta complejo y, como tantas cuestiones, su discusión está relacionada con el problema de la cronología del Hierro, cf. Lipschits, “ Origin”, 203-226.

102 Mumcuoglu – Garfinkel, “Royal Architecture”.

103 Mazar, Discovering, 61.

104 Mumcuoglu – Garfinkel, “Royal Architecture”, 451.

105 Barklay, “Royal Palace”, 40.

106 La tesis doctoral de C. Aznar resulta enormemente útil para conocer el complejo mundo de la cerámica, cf. Aznar, Exchange networks.

107 Los resultados de las excavaciones arqueológicas en los márgenes occidentales de la Baja Galilea, que continuaron con las excavaciones en H. Rosh Zayit, arrojaron luz sobre las relaciones mutuas entre Fenicia, y el reino de Tiro y el reino de Israel, en el siglo x a. C. y principios del siglo ix a. C. Además, parece que las evidencias arqueológicas pueden esclarecer la identidad de los habitantes de este sitio, contribuir a la discusión acerca del posible vínculo entre la cultura material y los grupos étnicos y sugerir un marco en el que situar el tratamiento de la cuestión, cf. Gal, “Regional aspects”, 135.

108 Cf. Tebes, “New Analysis”, 63-78.

109 Bell, “Phoenician trade”.

110 Gubel, “Textile”.

111 Markoe, Phoenicians, 143-169.

112 Baslez, “Comerce d’ivoire”, 236.

113 Suter, “Luxury Goods”, 993-1002.

114 Naeh, “In Search of Identity”.

115 Frevel, History of Ancient Israel, 144-146.