Javier Quezada del Río
Universidad Iberoamericana, México, D. F.
https://orcid.org/0000-0002-0815-0551
Resumen: El autor revisa las principales tesis sobre el origen de los sistemas gnósticos sin inclinarse definitivamente por una, pero dejando en claro que dichos sistemas se apartan decididamente tanto del judaísmo como del cristianismo. Dice que, aunque el debate sobre el gnosticismo en el Nuevo Testamento se ha centrado en el corpus joánico, las cartas de Pablo merecen la prioridad debido a su antigüedad. En ellas analiza lo que se refiere a los arjontes y al demiurgo, centrándose primero en la utilización de las palabras tronos, señoríos, autoridades, principados y potestades, relacionándolos luego con los elementos del mundo y posteriormente con los mitos de que se habla en las cartas pastorales. Su conclusión es que Pablo no es del todo coherente ni uniforme, lo que demuestra precisamente que no se enfrentó con un sistema claramente definido y que, por tanto, no se puede hablar de protognosticismo en su época, aunque haya elementos pregnósticos, es decir, que luego evolucionaron en las corrientes gnósticas del siglo ii.
Palabras clave: Pablo. Gnóstico. Demiurgo. Gnosticismo.
Abstract: The author reviews the most important theses about the origin of Gnostic systems, but does not incline himself towards one or another. He clarifies nevertheless that those systems go far either from Judaism or from Christianity. He afirms that, even if the debate is centered in Johanine corpus, the Pauline epistles merit priority because of their antiquity. The author analyzes in these epistles what is said about archonts and demiurge, centering the study in the use the words: thrones, sovereinties, authorities, principalities and powers, later relating them to myths spoken of in pastoral letters. His conclusion is that Paul is not completely coherent or uniform, and that demonstrates precisely that he didn’t oppose a definite system and, thereafter, is not possible to speak about Protognosticism in his time, even if there are Pregnostic elements, in other words, elements that evolved in second century Gnostic systems.
Key Words: Paul. Gnostic. Demiurge. Gnosticism.
La principal dificultad que existe en torno al gnosticismo radica en su definición. Si la tomamos de las doctrinas gnósticas objetivo de los Padres Apologetas, nos referiremos a una serie de enseñanzas que tomaron diferentes formulaciones a lo largo del siglo ii y que Ireneo denominó precisamente gnosis1. Williams cuestionó el término, pues, asegura, oscurece más de lo que ayuda a identificar con precisión qué es el gnosticismo. En 2003 King se manifestó más o menos en la misma línea2. Incluso –dice– da la impresión de que Ireneo califica de gnósticos a todos los herejes3. Al hablar de gnosticismo es importante puntualizar a qué nos referimos. Con mayor razón si nos circunscribimos al siglo i.
Hay elementos presentes en varios sistemas que generalmente se clasifican en ese grupo. En lugar de partir de una definición abstracta de gnosticismo, podríamos señalar algunas líneas de pensamiento más o menos comunes a esos sistemas y buscar si tienen su precursor o su origen en el siglo i, en este caso, en aquellos grupos o personas que turbaban a las comunidades paulinas, con respecto a los arjontes.
En la primera parte de este artículo hago un recorrido por algunas tendencias en cuanto a la búsqueda del origen de los sistemas gnósticos. La idea más antigua es que surgió del cristianismo, dado que los Padres Apologetas lo tratan como una desviación de la doctrina cristiana. Empero, es posible rastrear el origen de algunas de sus enseñanzas en el judaísmo, por lo que muchos investigadores postularon que surgió en esa religión. Esta suposición encuentra algún fundamento en el corpus paulino, pues los adversarios judaizantes de Pablo –o del autor de la carta respectiva– tenían elementos que podríamos calificar como pregnósticos4. Pero la línea más usual de investigación está en el paganismo, pues las principales tesis de esa corriente se separan claramente tanto del judaísmo como del cristianismo.
En sus invectivas, Justino e Ireneo dicen que el gnosticismo surgió del judío Simón, mencionado en los Hechos de los Apóstoles, pero ello muestra que no tenían elementos para indagar el origen de manera más fidedigna. De cualquier forma, es posible que Simón tuviera algo de realidad histórica y de él hubiera nacido esa cosmovisión. Ahora bien, el simonismo no tiene que ver con el cristianismo5.
En una segunda parte, planteo que se deberían analizar todos los textos neotestametarios que se relacionan con las doctrinas gnósticas, tanto en lo que se podría considerar a favor de ellas como en contra, especialmente en el Evangelio y las dos primeras cartas de Juan. Gran parte de los estudios sobre el evangelio de Juan, posteriores al comentario de Bultmann (1971), discuten su parentesco con los escritos gnósticos6.
La tercera parte destaca los elementos pregnósticos que se pueden descubrir en el llamado corpus paulino, limitándome a la naturaleza de los tronos (thrónoi), señoríos (kuriótêtes), autoridades (exousíai), principados (arjaí) y potestades (dynameis), relacionándolos con las enseñanzas de los judaizantes –los elementos del mundo– y los mitos de que se habla en las Pastorales. En el título de este artículo englobé a todos estos en el término arjontes.
Tenemos muy pocos datos sobre gnósticos del primer siglo de la era cristiana. Los evangelios llamados gnósticos proceden, fundamentalmente de los siglos ii-iii, Evangelio de María (finales del s. i o principios del s. ii), Evangelio apócrifo de Juan (s. ii), Evangelio de Felipe (finales del s. ii o inicios del s. iii), Evangelio de Judas (primera mitad del s. ii), Evangelio de la Verdad (segunda mitad del s. ii) y lo mismo puede decirse de los demás escritos de esa corriente. Los Padres de la Iglesia que los combatieron se enfocaron en doctrinas bastante definidas, pero correspondientes al siglo ii, aunque algunos de ellos reportan enseñanzas y pensadores del primer siglo.
Por esta razón, es anacrónico, según los datos que poseemos, hablar de gnósticos en el primer siglo de la era cristiana y, por tanto, también en el Nuevo Testamento. Sin embargo, esos sistemas tuvieron sus precursores, más o menos precisos, en el siglo i y algunas características en común. En este artículo inquiero si hay elementos propiamente pregnósticos en las cartas del corpus paulino, que pudieran interpretarse como origen de algunas líneas del pensamiento de los gnósticos del siglo ii, especialmente en cuanto se trata de los arjontes. Para lograrlo hay dos caminos principales, uno es leyendo inquisitivamente el corpus paulino tratando de encontrar alusiones a doctrinas pregnósticas, el otro es buscar, en los Padres Apologetas, el modo como los primeros gnósticos interpretaban a Pablo para apuntalar sus doctrinas y en los propios textos de los primeros gnósticos7. Este último camino es, sin embargo, más complicado y espinoso, pues la interpretación gnóstica de los textos paulinos no los convierte precisamente en gnósticos. En lo general, los gnósticos interpretaron a su manera las palabras de Pablo y abusaron de ellas sacándolas de contexto.
Esos pensadores coinciden con enseñanzas pitagóricas, como transmigración y bondad de las almas en contraste con la maldad del cuerpo, que también pudo proceder de Irán, no necesariamente del judaísmo ni del cristianismo; platónicas, como la trascendencia de Dios, la reminiscencia o recuerdo del mundo de las ideas, y estoicas, como las procesiones en Dios. Pero no todos los sistemas gnósticos se pueden explicar por esas influencias griegas o iranias, de hecho, lo que primero se denominó así fue una serie de doctrinas surgidas del cristianismo. El influjo principal es, pues, cristiano y de él cabe destacar la exégesis alegórica, al grado de que para algunos autores esa exégesis es la clave de interpretación del movimiento. Adolf von Harnack defendió la teoría de que el gnosticismo era una herejía cristiana y muchos autores sostienen esta idea en la actualidad (Burkitt, Petrement y Markschies). Los descubrimientos de Nag Hammadi, empero, nos revelaron que hubo grupos de esa tradición ajenos al cristianismo, además de que textos como el Evangelio Apócrifo de Juan y el Evangelio de los egipcios, ambos setianos, parecen cristianizados secundariamente, junto con otros textos de los mismos códices.
Podemos rastrear en el judaísmo cuatro mitologemas gnósticos:
1) Existe un Dios incognoscible y un demiurgo –llamado Jaldabaoth, Saklas, Adonaios, Samael, Metraton, arjonte supremo e incluso ángel del Señor. Marción lo denominó Dios de los judíos. Aunque algunos creen que la distinción entre el Dios incognoscible y el demiurgo surgió del judaísmo, se señala como punto de partida una ruptura en esa tradición, probablemente surgida por los movimientos apocalípticos, como afirma Lahe: “Por ello, se puede decir que la diferencia entre el Dios desconocido y el demiurgo tiene sustrato en el judaísmo y que el antagonismo entre el Dios desconocido y el demiurgo es un desarrollo del judaísmo”8.
La existencia de un demiurgo se encuentra también en Platón, por lo que no es indispensable remitirse al judaísmo. En efecto, en el diálogo Timeo, este da la palabra a Dios, dirigiéndose a los dioses:
Ahora escúchenme y sepan lo que espero de ustedes. Tres razas mortales quedan aún por nacer. Si no existiesen, el mundo sería imperfecto, porque no encerraría todas las especies de vivientes y sin esto no puede darse la perfección. Ahora bien, si recibiesen de mí la existencia y la vida, serían semejantes a los dioses. Para que sean inmortales y que este universo sea naturalmente el universo, aplíquense, según su naturaleza a formar estos vivientes, imitando el poder al que ustedes mismos deben la existencia9.
2) Varios arjontes dominan las primeras esferas celestes10. Para el Corpus Hermeticum son siete y controlan el destino, pero no da sus nombres. Dice:
La Mente el Dios, que es a la vez macho y hembra y contiene en sí Luz y Vida, dio a luz por Nombre a una segunda Mente Creadora, la cual, siendo dios del fuego y del espíritu, creó a su vez siete gobernadores dueños contenedores del cosmos sensible, cuyo gobierno se llama Destino11.
Bos sostiene que este capítulo –junto con el X– es aristotélico no platónico, pues Aristóteles sostenía la independencia ontológica del alma con respecto al cuerpo al mismo tiempo que la estrecha unidad entre ambos y que, si consideramos el Diálogo con Eudemo una obra aristotélica, el viaje del alma a través de las esferas celestes tiene origen en el mismo filósofo mucho más que en Platón o Pitágoras12.
Pistis Sofía13 dice que los arjontes eran 12 y habla largamente de ellos en III,112 y IV,126.
Los nombres de estos principados o arjontes proceden de fuentes judías14. Son enemigos de los espíritus de los muertos que pretenden llegar hasta Dios. Los iniciados poseen precisamente magias y ritos capaces de sortearlos. En Ef 6,12 se habla de dominadores del mundo (kosmokrátoras), pero en otras cartas del corpus paulino se les dan nombres genéricos como tronos, autoridades, principados, señoríos y potestades. El origen de esta doctrina, según los mismos gnósticos, está en Gn 1,26, pues varios dioses crearon a los seres humanos. Dice, en efecto: “hagamos al ser humano a nuestra imagen”15, que expresamente se cita en Ev. Ap. de Jn 9,1, que dice: “Jaldabaoz les dijo a las autoridades que estaban con él: ‘Vengan, creemos un ser humano a imagen de Dios y con semejanza a nosotros mismos, para que esta imagen humana nos dé luz’”.
Hay que sostener que el judaísmo ortodoxo nunca aceptó la creación por parte de varias deidades y menos aún que a algunas de ellas se debiera el mundo. Pero la ambigüedad del mundo celestial se presenta desde épocas muy tempranas. Así, mientras Gn 6,2-4 habla de hijos rebeldes de Dios, Is 6 de jerarquías celestiales sumisas. El tema de los hijos de Dios que mantuvieron relaciones sexuales con mujeres humanas se desarrolló ampliamente en la apocalíptica judía desde muy temprano, por ejemplo, en El Primer Libro de Henoc 1-36, que pudo proceder del siglo iii a. C. y, por tanto, que es muy anterior al mito de Sofía de los gnósticos. Tampoco el ascenso del alma al cielo es propio gnóstico, pues se encuentra en los misterios de Mitra y procedió ya del helenismo, como hemos dicho, ya de Babilonia16. En Contra Celso17, Orígenes afirma que Celso, hablando de misterios persas –referidos a Mitra–, decía que había siete puertas celestiales por las cuales debía pasar el alma, asignadas cada una a un planeta, la primera a Saturno, la segunda a Venus, la tercera a Júpiter, la cuarta a Mercurio, la quinta a Marte, la sexta a la Luna y la séptima al Sol. Luego dice que hay misterios semejantes entre los egipcios, los griegos y los romanos. Así pues, el origen de estas creencias puede estar fuera del judaísmo, por más que en algunos círculos judíos –helenísticos– haya encontrado un abono precioso.
3) Hubo un primer hombre, a cuyo modelo los arjontes crearon a los demás. Esta afirmación se repite con frecuencia. En el Evangelio apócrifo de Juan (IX,3; x,9 y XI,1), el Evangelio de Felipe (40,100), Pistis Sofía y el Corpus Hermeticum (i,12-19). Ireneo habla de ellos tratando de los ofitas18. Aunque en la apocalíptica judía se habla del Hijo del Hombre con rasgos sobrenaturales y trascendentes, no se dice que el ser humano haya sido creado a su semejanza, ni de la caída de ese primer hombre, por lo que se puede afirmar que este aspecto difícilmente surgió del judaísmo, aunque subsistan parecidos.
4) La Sabiduría, Ennoia o Achamot es una deidad que tuvo parte en la creación del mundo. Fue consorte del Dios supremo y madre de Ialdabaoth. En la refutación del gnóstico Simón, Justino menciona a Helena como la primera idea generada por Dios19. Ireneo dice que la presentaba como Madre de todas las cosas, que se había degenerado y creado ángeles y potestades, quienes luego la sometieron y le impidieron regresar al Padre20. En el sistema de Valentín, jugó un rol todavía mayor. El judaísmo ortodoxo nunca aceptó una diosa consorte del Señor, pero sí el de Elefantina (Anat) y, antes de ello, se percibe en inscripciones del Néguev y de lugares cercanos a Jebrón (Aserá), lo que indica que el judaísmo de Palestina luchó contra la existencia de esa consorte. Por otra parte, en el libro de la Sabiduría de Salomón, la Sabiduría es casi –si no– una hipóstasis (Sb 7,22–8,1). El mito, en su forma gnóstica, pudo tener influencia de ese judaísmo, pero también de Babilonia (Istar) y de Asia Menor. En síntesis, “se puede afirmar que la representación de Sofía en la gnosis tiene un trasfondo en el oriente antiguo, pero su concepto fue influenciado en primera línea por la enseñanza sapiencial judía”21.
Los dos primeros puntos están muy entrelazados y en ellos se centra la inquisición que sigue en este artículo.
Hay otros elementos que se han considerado gnósticos y que, sin embargo, no se puede decir que estén en todos esos sistemas. Por desgracia se han simplificado casi al grado de caricaturizarlos. Se trata de la actitud anticósmica de los gnósticos (contra la Biblia, el mundo material, el cuerpo y la sociedad) y una pretendida aniquilación de las obligaciones éticas debido a que el iniciado es un ser superior elegido por predeterminación divina y cuyo futuro no está a merced de las obras22.
Parece que la investigación contemporánea ve que el surgimiento del gnosticismo fue tanto del judaísmo como del cristianismo, aunque en este último haya tenido sus mejores representantes. Theissen es un ejemplo. El desarrollo del gnosticismo dentro del cristianismo se debió, según él, a la situación política y social del siglo i23. Para Käsemann24, el núcleo de la fe primitiva es la revelación del regreso del Hijo del Hombre.
La afirmación señalada como herética en 2 Tm 2,18: “Ellos se perdieron de la verdad diciendo que la resurrección ya sucedió y así destruyen la fe de algunos”, en realidad, no lo era, según el mismo autor de las cartas a los Efesios y a los Colosenses (Ef 2,5-6; 5,14 y Col 2,12-13), además de que esa resurrección realizada es parte fundamental del cuarto evangelio. Para Käsemann, el autor catolizó esas afirmaciones, con la teología de la futura realización del reino y la resurrección – apocalipsis. Los corintios se habían quedado con la primitiva afirmación de que la resurrección ya había sucedido y que los cristianos eran espirituales, no psíquicos, de ahí que rehuyeran la disciplina, descuidaran la atención a los débiles y pobres, hubiera mujeres dotadas con carismas, se sobrevaloraran los dones del Espíritu y se predicara un ascetismo sexual, todo esto en común con algunos grupos gnósticos del siglo ii. Pablo se sirvió del espíritu apocalíptico judío para neutralizar el entusiasmo de los helenistas, alegando que la consumación de la resurrección se daría al fin de los tiempos. Así, el dominio del Señor Jesús sobre las esferas celestes, que ya es real o que lo será cuando sea la segunda venida, debe ser predicado por la iglesia, en espera de ella. Por esta razón, los adversarios del autor lo veían como un retardador de la escatología y un reaccionario. En el capítulo 6 de la Carta a los Romanos, por ejemplo, en lugar de decir que el cristiano murió y resucitó con Cristo, dice que murió y que resucitará (futuro) con él (Rom 6,5).
Schmithals, por su parte, señaló las coincidencias entre apocalipsis y gnosis, que se pueden resumir en que: 1) anuncian verdades veladas desde tiempos antiguos, solo recientemente puestas de manifiesto; 2) es necesaria una redención a partir del conocimiento; 3) proceden de revelaciones a grandes figuras de la historia: 4) gnosis y apocalipsis surgieron, seguramente, en la misma época; 5) son enseñanzas pesimistas en cuanto a la historia de este mundo; 6) ángeles y demonios juegan un papel fundamental25.
Tal vez lo más apropiado sea afirmar que los gnósticos formaron una corriente que surgió de la filosofía helenística y de varias religiones y que se desarrolló en el cristianismo y el judaísmo, e incluso aceptar que los sistemas gnósticos surgieron del judaísmo marginal, helenizado, probablemente de los que hacían exégesis alegórica de los textos bíblicos, incorporando elementos de la filosofía griega y de religiones orientales y mistéricas y, desde luego, del cristianismo, pero, en cualquier caso las principales tesis gnósticas se alejan decididamente tanto del judaísmo como del cristianismo26.
Para Justino e Ireneo, como para los Padres Apologetas en general, el origen del gnosticismo está en Simón el Mago de quien habla Lucas en Hch 8,9-24, aunque las Pseudoclementinas mencionan a un maestro de Simón, Dositeo, quien habría fundado su escuela en Samaria.
El texto de Hechos de los Apóstoles no dice que Simón tuviera mala voluntad (Hch 8,9-25), pero Ireneo dice que simuló creer. El final de la narración lucana es abrupto, pues no da a entender que hubiera rechazado a los apóstoles ni su doctrina, pero tampoco que hubiera comprendido y aceptado las condiciones de la fe, y luego desaparece para siempre de los textos bíblicos. Ireneo, atendiendo a fuentes que nos son desconocidas, asegura que renegó de los apóstoles y de sus enseñanzas y se empecinó en sus actos de magia, que afirmó ser él mismo el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, descendido del cielo para rescatar a Elena. Esta Elena era el Primer Pensamiento, que había creado ángeles y potestades, pero que ellos la habían encerrado en un cuerpo de mujer para que no pudiera regresar al Padre. Su alma transmigró en muchos cuerpos, ella fue, por ejemplo, Elena de Troya, pero en el primer siglo de la era cristiana era una prostituta. Simón se casó con ella para liberarla, para lo cual tuvo que tomar forma de principados, autoridades y ángeles. Los ángeles habían creado al mundo y a los seres humanos, pero, como no querían su salvación, los engañaron por medio de los profetas. Ireneo dice que, en sus tiempos, los sacerdotes de Simón el Mago eran libertinos y negaban la necesidad de buenas obras para salvarse, pues solo era necesario incardinarse en la doctrina correcta, es decir, la suya, doctrina esta que se ha adjudicado a todos los gnósticos, pero que no es común denominador. Difícilmente se puede afirmar que Simón fuera un cristiano y con ello, que el gnosticismo haya surgido del cristianismo. Sus enseñanzas no parten de él.
Sucesor y discípulo de Simón fue Menandro, también de origen samaritano27. Menandro se arrogó el poder de salvar mediante la aceptación de su enseñanza para vencer a los ángeles, que habían creado el mundo y que eran adversos a los humanos. También postulaba la resurrección definitiva a la inmortalidad. Se va desarrollando una cosmogonía constituida por diferentes autoridades celestiales, de las que, al menos la inferior –los ángeles–, es enemiga de los humanos.
Menandro no añadió elementos helénicos, pero sí uno muy importante, de origen judío, la resurrección. Por otro lado, puntualizó la soteriología gnóstica, que consistía, fundamentalmente, en la sabiduría para vencer a los ángeles y demás esferas celestiales que separaban al ser humano –convertido ya en puro espíritu– de Dios.
Uno de los sucesores de Menandro fue Saturnino, cuya doctrina nos fue también transmitida por Ireneo28. Saturnino procedía de Antioquía de Siria, afirmaba que el Padre había creado ángeles, arcángeles, poderes y autoridades. Los ángeles, que parecen formar el elemento inferior, tenían diferentes intenciones, uno de ellos era Satán, enemigo de otro, llamado Yahvé. Siete ángeles crearon el mundo y lo material, incluso al ser humano, que parecía una plasta, incapaz de sostenerse. El Poder Supremo tuvo misericordia de él y le insufló su espíritu, que es la chispa de vida que debe regresar a él cuando se separe del cuerpo.
La doctrina de Saturnino refleja un estadio desarrollado de la cosmogonía y de la soteriología características del gnosticismo del siglo ii. Los elementos nuevos proceden de elucubraciones soteriológicas cristianas y de una peculiar forma de interpretar algunos pasajes del Antiguo Testamento.
El iniciador de la época de oro de los gnósticos fue también un sirio, Basílides. El más alto representante fue Valentín, quien predicó en Alejandría y en Roma hacia el 140 y que se convirtió en el más formidable objetivo de los Padres Apologetas, aunque ellos nos insertan definitivamente en el siglo ii. Otros representantes fueron Ptolomeo, Heracleón, los barbelognósticos, los ofitas, los naasenos (serpentistas) y los setianos, que tampoco se pueden identificar con precisión. “Setianismo es, por tanto, una designación provisional de trabajo, para una red definida de relaciones mitológicas y teológicas entre ciertas fuentes, la naturaleza de sus conexiones sociales e históricas permanece incierta”29.
A mediados del siglo pasado, R. Bultmann postuló que, dado que el evangelio de Juan –junto con las tres cartas atribuidas al mismo autor–, “se vale de la figura del liberador del mito gnóstico para describir la figura y la actuación de Jesús, considera como una tarea totalmente urgente la delimitación de su propia posición frente a la gnosis”30, lo que explica textos clave tanto del evangelio como de las dos primeras cartas (Jn 1,14; 1 Jn 4,2-3 y 2 Jn 7). Sin embargo, muchos elementos culturales y teológicos de Pablo se explicarían –dice–, por influencia del gnosticismo.
Jesús no se presenta como un revelador divino disfrazado de humano, sino como un hombre real. Por otro lado, el origen judío del cristianismo, como del mismo Juan, le impide aceptar el dualismo antropológico, según el cual el espíritu del ser humano preexiste a su cuerpo y al alma y al final de la vida se libera de ellos para reintegrarse a la divinidad. En términos positivos, Jesucristo era realmente ser humano y realmente Dios y la resurrección implica la unidad personal de cuerpo y alma. Esto significaría que había un elemento gnóstico en el primer siglo, pero no poseemos ninguna fuente directa que lo demuestre.
En este artículo no indagaremos en el corpus joánico, pues las cartas de Pablo merecen prioridad ya que son anteriores.
Recorramos ahora el corpus paulino entresacando los textos que pudieran haberse desarrollado en alguno de los sistemas gnósticos31. Me limitaré a un elemento común en las enseñanzas gnósticas, la existencia de diferentes deidades (los arjontes del título), una de las cuales es el demiurgo, responsable de la creación del mundo y del cuerpo del ser humano. Schlier escribió un librito en el que engloba en el término principados a todos los seres angélicos y analiza su presencia en todo el Nuevo Testamento. Tal método simplifica a tal punto las cosas que se vuelve imposible profundizar. Sin embargo, la diversidad de nombres es ya una indicación de que los primeros cristianos no estaban interesados en precisar las características del mundo angélico, ni en sistematizar sus funciones32.
En 1 Cor 1,26-27 Pablo afirma:
26 Consideren su llamado, hermanos, que no muchos son sabios según la carne, ni muchos son poderosos, ni muchos nobles. 27 Dios escogió la locura del mundo para avergonzar a los sabios. Dios escogió la debilidad del mundo para avergonzar a lo fuerte.
Este es un ejemplo claro de que el mismo texto fue entendido de forma opuesta por los gnósticos y los Padres Apologetas. Para los valentinianos, los gnósticos son los fuertes –de acuerdo con el espíritu–, pero de acuerdo con la carne, lo son los psíquicos, que se creen fuertes33. Ireneo interpreta este texto en sentido antignóstico. Si Pablo hubiera sido gnóstico, es imposible -dice- que se hubiera expresado así. Sin embargo, eso no demuestra que tuviera ciertas doctrinas pregnósticas en mente. La “locura del mundo” (1 Cor 2,6) se opone a “la sabiduría de este mundo” (sofían de ou tou aiônos toútou) y a “los principados de este mundo” (tôn arjónton toû aiônos toútou), que no son, precisamente, de un mundo superior, como en los sistemas gnósticos.
En 1 Cor 15,24 dice: “Entonces será el fin, cuando entregue a Dios Padre el Reino, cuando sea abolido todo principado, toda autoridad y todo poder”. Estas tres jerarquías celestiales son hostiles a los cristianos, como sucede en varios sistemas gnósticos. Su destrucción se dará solamente en el fin de los tiempos, cuando Cristo llegue por segunda vez. Los valentinianos pensaban que Cristo reinaba a la diestra del demiurgo, pero que, al final, todo le quedaría sometido34. Volveremos a ellos más adelante.
Klutz, siguiendo una intuición de Theissen, analizó las similitudes entre los fuertes de Corinto y el autor o editor del Evangelio de Felipe y concluyó que “el estudio produjo observaciones que, acumuladas, sugieren que, a pesar de sus muchas divergencias, el fuerte de Corinto y el autor/editor del [Evangelio de] Felipe representan, probablemente, tipos humanos muy parecidos”35.
La Segunda Carta a los Corintios parece tener más elementos pregnósticos. Hay un texto en el que da la impresión de que Pablo previene a los corintios partiendo de un mito gnóstico. En 2 Cor 4,4-6 habla de unos opositores que creen en un dios de este mundo, a quienes opone un solo Dios, creador de todo:
4,1 Por esto, como hemos recibido misericordia manteniendo este servicio, no desfallecemos. 2 Sino que renunciamos a las cosas ocultas de la vergüenza, no caminando con trampas ni falseando la Palabra del Señor, al contrario, nos recomendamos a nosotros mismos por la revelación de la verdad a toda conciencia humana ante Dios. 3 Pero si aún está oculto nuestro evangelio, está oculto para los que se pierden, 4 para los que no creen, a quienes cegó el conocimiento el dios de este mundo, para que no vean la luz del evangelio de la gloria de Cristo que es imagen de Dios. 5 Pues no nos proclamamos a nosotros mismos, sino al Señor Jesucristo y a nosotros mismos, pero solo como siervos de ustedes por Jesús.
6 Pues Dios dijo: Brille la luz desde la oscuridad, la cual brilló en nuestros corazones, para la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios que está en el rostro de Jesucristo.
Pablo contrapone a Dios, quien hizo brillar la luz desde la oscuridad (v.6, citando Gn 1,3) al dios de este mundo, que impide que algunos vean esa luz (v.4), pero no parece que esté oponiendo al demiurgo con el Dios supremo, de acuerdo con doctrinas gnósticas del siglo ii, sino que opone a Dios con Satanás, que es una enemistad ampliamente señalada en el judaísmo, especialmente en los apocalipsis y que pudo también estar en el origen de la idea de deidades inferiores responsables de la creación del mundo. La expresión “dios de este mundo” (ho theós toû aiônos toútou) solo se usa en este pasaje del Nuevo Testamento, de modo que no se puede establecer ninguna referencia segura con el demiurgo gnóstico, creador de este mundo, aunque en 1 Cor 2,6 se usa la expresión parecida “sabiduría de este mundo” (sofía de toû aiônos toútou) y principados de este mundo (tôn arjónton toû aiônos toútou), que están abocados a la perdición. Tal vez la expresión de este mundo, añadida a principados, indique, por el contrario, que no se trata de los principados celestes mencionados en las cartas a los Colosenses y a los Efesios y que sea mejor la traducción: “jefes de este mundo”. En cualquier caso, Ireneo recuerda estas afirmaciones de Pablo (1 Cor 2,6 y 4,6) para oponerlas a los gnósticos, porque ellos se predican a sí mismos, presumiendo de sabios36. Para los valentinianos, en efecto, Pablo se defiende de la acusación de que él mismo oscurece su evangelio, pero en realidad se trata de las enseñanzas profundas que él mismo limitaba a los iniciados37.
Del arrebato de Pablo al tercer cielo se habla en 2 Cor 12,2-4, dice:
2 Conozco un hombre en Cristo que hace 14 años –en el cuerpo no sé, fuera del cuerpo no sé, Dios lo sabe–, fue arrebatado hasta el tercer cielo; 3 y sé de ese hombre –en el cuerpo o sin el cuerpo no lo sé, Dios lo sabe–, 4 que fue arrebatado al paraíso y escuchó cosas indecibles que ningún hombre debe pronunciar.
Estos versículos no parecen haber sido usados por Pablo en favor de que él también tuvo visiones como las de los gnósticos, más bien, Ireneo los ridiculiza porque ellos dicen haber llegado hasta el séptimo cielo38, mientras Pablo se limita a presumir de que él vio a Jesús (1 Cor 9,1; 15,8; Gal 1,12 y 2,2) y solo en esta ocasión habla de una visión especial y eso casi como avergonzándose de ella, pues ella no lo convierte en mejor apóstol, se presenta como un amateur en cuestión de visiones y además es incapaz de hablar de aquello que vio.
Este pasaje dio origen a dos apocalipsis de Pablo, uno gnóstico y uno ortodoxo. El gnóstico afirma que Pablo fue llevado por más de tres cielos y que lo fue sin el cuerpo. En el séptimo venció al demiurgo y ahí se encontró con los doce apóstoles por medio de principados y autoridades y en el décimo se le revelaron cosas indecibles. Este apocalipsis parece velentiniano y fue escrito en el siglo ii. En cuanto a la separación del cuerpo y del alma y a que esta es la que asciende en los cielos, es importante notar que Pablo no habla del alma en este pasaje, así como tampoco del demiurgo. Pablo no se enfrenta con gnósticos, solo interactúa con una filosofía cosmológica popular39.
Tal parece que para Pablo solo hay tres cielos y en el tercero están Dios y el paraíso. En cualquier caso, él prefiere gloriarse en sus debilidades más en que en sus visiones (2 Cor 12,10).
En síntesis, nada indica que Pablo se enfrentara a doctrinas gnósticas ya estructuradas40.
En Rom 8,38, Pablo dice que nada puede separar a los cristianos del amor de Cristo, ni los ángeles, ni principados ni potestades, como si se tratara de potencias hostiles que, sin embargo, actúan en este mundo, no en el venidero, como en el caso de la gnosis41. Sin embargo, los valentinianos interpretaron este pasaje en sentido de que nadie podría separar al gnóstico –elegido– del amor del Padre42.
Los principados son mencionados, como afirmé antes, en 1 Cor 2,6, indicando que están destinados a la perdición, pero ahí se trata de los principados de este mundo. También en este caso salta a la vista la diferente valoración de estas autoridades celestiales, con respecto a su función en este mundo y en el celeste, en cuanto a su relación con el género humano y con el mismo Dios.
En el Antiguo Testamento el trono lo es del rey, aunque a veces, también de sus parientes, como en el caso de Bat Seba, madre de Salomón (1 Re 2,19). Cuando se trata del trono celestial, es el del Señor y representa no solo su dominio absoluto, sino su poder de juzgar. El trono del Hijo del Hombre (Mt 25,31) y de los veinticuatro ancianos del Apocalipsis (Ap 4,4) son novedosos en ese sentido. También el anticristo tiene su trono (2 Ts 2,4), pero es pasajero. La mención de los tronos en Col 1,16 es, por tanto, singular.
En 1 Pe 3,22 se mencionan las autoridades como sometidas a Cristo a partir de su resurrección y en 2 Pe 2,10 y Jds 8 el señorío, como una jerarquía que no debe ser despreciada por los creyentes, es decir, que es real y actuante, pero en favor de los seres humanos.
Una expresión que parece suplir a dichas jerarquías celestiales es “los elementos del mundo”. Sobre ellos, Gal 4,3.9 dice:
3 Así nosotros, cuando éramos niños, estábamos sometidos bajo los elementos del mundo […] 9 pero ahora que conocen a Dios, más aún, que son conocidos por Dios ¿cómo vuelven de nuevo a los elementos débiles y miserables, a los que quieren servir otra vez?
En el v. 3 dichos elementos se equiparan a la Ley, que condujo a los judíos hasta Cristo, pero que una vez en él, perdieron su función. En el v. 9, Pablo se extraña y pregunta a los gálatas cómo vuelven a dichos elementos para servirlos de nuevo si, además, no son dioses (Gal 4,8). Luego aclara que los gálatas andan observando días, meses, estaciones y años (Gal 4,10), como si en ello consistieran fundamentalmente los elementos del mundo, lo que coincide con una tendencia del judaísmo que se puede relacionar con el Libro de los Jubileos43, el Primer Libro de Henoc44 e incluso con Qumrán, pero que no es exclusiva del judaísmo. En cualquier caso, para los judíos, se trata del sometimiento a la ley, lo que impide considerar que los elementos del mundo son aquellos considerados como origen de los demás: agua, aire, tierra y fuego. Quedaría la posibilidad de que dichos elementos se identificaran con los arjontes, como parece sugerir Col 2,8-20.
Cinco categorías de seres celestiales que Pablo menciona en las cartas a los Efesios y a los Colosenses, coinciden con jerarquías celestes mencionadas en los autores gnósticos del siglo ii: principados (arjaí), potestades (dynameis), autoridades (exousíai), tronos (thrónoi) y señoríos (kyriótêtes). Cuatro de ellas son mencionadas juntas en Col 1,16, en donde se afirma que fueron creadas en Cristo y para Cristo de modo que son realidades amigables con él y sometidas desde el inicio de la creación. Tres de ellas, principados, autoridades y señoríos, son mencionadas en Ef 1,21 y también sometidas a Cristo, pero a partir de su resurrección. Este texto fue usado por Ireneo para demostrar a los gnósticos que Dios es el creador (demiurgo) y que está por encima de principados, autoridades y señoríos45. Llama la atención el descuido del autor de estas dos cartas al comparar Col 1,16 con Ef 1,21, pues afirma que dichos poderes se sometieron a Cristo a partir de su resurrección (Efesios) y que le estaban sometidos desde la creación (Colosenses). Además, en 1 Cor 15,24, principados, autoridades y poderíos quedarían sometidos solamente cuando sea la segunda venida. Para los valentinianos, el gnóstico resucita con Cristo cuando llega al conocimiento y, por tanto, está sobre todo poder y sobre el mismo demiurgo.
Principados y autoridades, se enlistan en Col 2,10 y en Ef 3,10 con la misma característica que en las menciones anteriores, es decir, que en Colosenses, los principados y las autoridades están sometidas a Cristo desde el inicio y en Efesios a partir de su resurrección.
Sin embargo, de principados y autoridades se habla tanto en Colosenses como en Efesios, en oposición a Cristo (Col 2,15 y Ef 6,12), con la salvedad de que en Ef 6,12 –y 1 Cor 15,24– principados y autoridades siguen activos y amenazando a los cristianos, mientras que en Colosenses fueron sometidos definitivamente. Así que en la misma carta a los Efesios se afirma que los principados y las autoridades quedaron sometidos por la resurrección de Cristo (Ef 1,21 y 3,10), sin ser enemigos de los seres humanos, mientras que en 6,12 les son hostiles y quedarán sometidos hasta la segunda venida de Jesús. Sin embargo, principados y poderes son más personificaciones de fuerzas abstractas –como el pecado y la muerte–, que ángeles o demonios. Theodoto afirmaba que había arjontes amigables con los humanos y arjontes enemigos46.
En conclusión, estas cinco jerarquías celestiales (principados, autoridades, poderíos, señoríos y tronos) quedaron sometidas a Cristo o bien desde el inicio de la creación, a partir de su resurrección o lo estarán en su segunda venida. Esto es lo más importante, aunque tanto Efesios como Colosenses y Corintios las consideran también como hostiles a los seres humanos. Este vaivén indica que el sistema cosmológico que integraba todas estas esferas todavía no estaba bien estructurado o que era muy variable y que el cristianismo no había diseñado una enseñanza fija para enfrentarlas, sobre todo porque a veces las consideraba amigables.
Pero ¿qué representan cada una de estas categorías celestiales? Ningún texto lo esclarece, aunque en Col 2,8.20 se relacionan estas cuatro categorías con los elementos del mundo (tà stoixeîa toû kósmou), expresión que aparece en la Carta a los Gálatas y en la Carta a los Colosenses. Se usa solo 5 veces en el Nuevo Testamento (Gal 4,3.9; Col 2,8.20 y 2 Pe 3,10). Arjaí (principados), stoijeîa (elementos) y dynameis (poderes) son términos usuales en la filosofía griega del platonismo medio que influenció a Filón y a Plutarco. En las cartas paulinas en ningún caso se explica con claridad en qué consisten, pero aparecen siempre en plural. Por esta razón es presumible que Pablo los haya usado para poner en diálogo el mensaje de Cristo con la filosofía popular47. Aunque estas jerarquías celestiales son mencionadas en los apocalipsis, en ellos tienen carácter personal –no son personificaciones– y más decididamente celestial. Pablo no se ocupa de ellas de la manera que lo hacen esos apocalipsis.
En la literatura apocalíptica hay muchas menciones de principados y poderes (Dn 7,27 menciona a las autoridades en los Lxx y en Theodoción a los principados, pero esa revisión es del siglo ii d.C.). Otros textos son Primer Libro de Enoc 6,7-8; 1 En 41,9; 61,10; 2 En 20,1; Test. Lev. 3,8; Test. Adán 4,1-8; Test. Sal 3,5-6 y 3 Ba 12,1-3; pero todos ellos posteriores al siglo i48. Dos libros que hablan de dichas jerarquías y que son anteriores a Pablo son el Segundo Libro de los Macabeos 3,24, que dice:
24 Cuando ya estaba cerca del tesoro, junto con los guardias, hizo una gran manifestación el que tiene toda autoridad (exousías dynástês) sobre los espíritus, de modo que todos los que habían osado acompañar, fueron presa del poder de Dios y se tornaron débiles y cobardes.
Este párrafo no precisa de qué espíritus se trata, pero los muestra sometidos a Dios.
El otro es el Testamento de Abraham 13,10, en donde la muerte dice a Abraham que buscó entre ángeles, arcángeles, principados, potestades y tronos y no encontró a nadie como él –Abraham–, en donde se usan unos términos muy similares a los de Pablo.
En Col 2,8.20 dichos elementos del mundo se califican como filosofía y falacia vanas, opuestas a Cristo, pero en el v. 10 se anima a los colosenses a no dejarse criticar por cuestiones de comida o bebida, fiestas, novilunios y sábados, con lo que aquellos elementos podrían considerarse seres astrales que determinan las fiestas. Col 2,15 parece identificar dichos elementos con los principados y las potestades, pues dice: “y, desarmados los principados y las autoridades, los expuso públicamente, exhibiéndolos en su desfile triunfal”.
Esto es importante porque no trata solamente de la esclavitud de los judíos, sino de todo el mundo que sirve a dichas jerarquías. En Col 2,16 califica dichos elementos como prácticas ruines de culto de los ángeles y de obsesiones fundamentadas en visiones, de modo que los elementos del mundo pueden ser doctrinas sobre los astros –que señalan días, meses, estaciones, años, fiestas, novilunios y sábados– y que implican cuestiones de ayunos y bebidas. Por esto, es posible que, en el fondo, se pensara no precisamente en un mundo angélico, celestial, que rigiera el ritmo y la forma de vida de los humanos, sino todos aquellos elementos que son ajenos a la salvación traída por Cristo. En ese caso, la frase elementos del mundo tendría su corazón en las palabras el mundo. En Gal 6,14 se habla también del mundo y, junto con Gal 4,3 son las dos únicas veces que se usa esa palabra en la carta. Su sentido es aquello que es anterior u opuesto a Cristo49 y esa es precisamente la conclusión a la que llega Martin: “El contexto en que aparece stoijeîa no tiene nada que ver con ciencia, filosofía o apologética. El contexto es una discusión sobre la maduración del estado pre-cristiano al estado cristiano”50.
En 2 Pe 3,10 se dice que los elementos van a arder y que la tierra se consumirá, por lo que parece referirse a que también aquellas realidades celestiales son pasajeras para los creyentes, pero aquí esos elementos parecen corresponder a los elementos primordiales del mundo, conforme con el sentido corriente de la expresión en tiempos de Pablo51. Sin que podamos afirmar que unos elementos del mundo son los principados, también están abocados a la destrucción, según 1 Cor 2,6.
Parece claro que la creencia en las categorías celestiales y los elementos del mundo estaban presentes en varios apocalipsis y en cierto judaísmo muy en contacto con la filosofía del platonismo medio con el que tuvo que vérselas Pablo –o quien haya escrito esas cartas– en las comunidades de Corinto, Colosas, Éfeso y Galacia, pero el cristianismo osciló entre su sometimiento desde la creación, conforme al poder infinito de Dios, su derrota cuando Jesús fue exaltado y su aniquilación cuando sea la segunda venida y también varió en cuanto a su amistad o enemistad con los seres humanos. Hay que subrayar, sin embargo, que para Pablo, todas aquellas jerarquías y elementos pierden cierta personaliad y están siempre sometidos a Dios52.
Por otro lado, la palabra mito (mythos), fábula, es un calificativo que el autor de las pastorales da a determinadas doctrinas cercanas al judaísmo y que coinciden, en cierta forma, con el pregnosticismo de que se habla en las cartas analizadas anteriormente. La palabra mito no se usa junto con las jerarquías descritas ni con los elementos del mundo. Tal vez esto se deba a las preocupaciones diferentes del autor o incluso a que las pastorales tengan un autor diferente. La palabra mito solo se usa cinco veces en el Nuevo Testamento, cuatro de ellas en las pastorales: 1 Tm 1,4; 4,7; 2 Tm 4,4 y Tt 1,14 (además 2 Pe 1,16). En dos textos parece que los mitos provienen del judaísmo (1 Tm 1,4 y Tt 1,14). En 1 Tm 1,4 está hablando de mitos y genealogías interminables, sin duda de judíos, como se ve en 1,7, donde dice que son maestros de la Ley, pero equivocados. Pero se trata de maestros de la Ley judeocristianos, que se han extraviado (1,6). En Tt 1,14 se les llama mitos judíos, equiparados a mandamientos humanos. Todos ellos opuestos a la verdad. En dos textos, dichos mitos proceden propiamente del cristianismo, pero sin precisar si, a su vez, proceden del judaísmo (1 Tm 4,7 y 2 Tm 4,4). En 1 Tm 4,7 se trata de mitos de ancianas, que se oponen a la piedad. En 2 Tm 4,4 se trata de mitos cristianos. Dice que llegarán tiempos en que se apartarán de la sana doctrina para atender a mitos. Pero en 2 Pe 1,16 –un texto muy posterior– el autor dice que no enseñaron siguiendo mitos sofisticados, por lo que se entiende que dichos mitos estaban a la mano cuando predicaban, pero que no los usaron, es decir, que los mitos no son deformaciones propiamente cristianas.
No queda clara la relación de estos mitos con las categorías anteriores y con los elementos del mundo, excepto que se trata de asuntos de la Ley, aunque esto solo en dos textos. Bultmann afirma que al decir que la ley fue entregada por ángeles, se alude al mito gnóstico que no quiere culpar a Dios del contenido de la ley (cf. Gal 3,19)53, pero en 2 Pe 1,16 se entiende que las comunidades judías recurrían a ellos con frecuencia.
Ireneo consideró que algunos textos de las pastorales aludían a enseñanzas gnósticas54. Tomemos un ejemplo de cada carta. En 1 Tm 6,20-21, por ejemplo, el autor dice a Timoteo: “Timoteo, guarda el depósito, da la espalda a las charlatanerías profanas y a las contradicciones del falsamente llamado conocimiento (tês pseudonymou gnóseos), que algunos han profesado, alejándose de la fe. La gracia sea con ustedes”. El falso conocimiento es la doctrina de los falsos doctores, pero no queda clara la relación de estos con la gnosis, aunque es posible que entre ambos haya algún tipo de continuidad.
En 2 Tm 2,23 dice: “Rechaza las locuras y las especulaciones ignorantes, sabiendo que generan conflictos”, que Ireneo comenta: “No andes indagando emanaciones tontas y sin sentido”55, como si el autor estuviera poniendo en guardia contra doctrinas gnósticas.
En Tt 3,9-10 dice:
Pero evita las controversias inútiles, las genealogías, discusiones y contiendas sobre la Ley, pues son inútiles y vanas. 10 Rechaza al hombre que causa divisiones después de una y otra advertencia.
Las personas que procedían del judaísmo y que generaban conflictos en la comunidad cristiana se perdieron en elucubraciones inútiles ligadas al judaísmo e Ireneo dice que serán juzgados según su doctrina gnóstica56.
No se puede hablar de corrientes protognósticas en las cartas pastorales, porque no hay elementos descriptivos suficientes, aunque se perciben algunos que luego fueron fundamentales en la generalidad de los sistemas gnósticos. Pablo no se detenía a describir cuidadosamente las enseñanzas que consideraba erróneas, seguramente porque profundizaba en ellas de viva voz, lo que a nosotros nos deja en la incertidumbre.
La utilización que los gnósticos hicieron de las cartas de Pablo es un buen camino para identificar los elementos pregnósticos que Pablo atacó en sus cartas. Pero la mayoría de los gnósticos no recurrieron a Pablo para identificarse con los señalados por él como falsos maestros, sino para justificar sus doctrinas, pretendiendo que Pablo era gnóstico, al menos parcialmente. En efecto, la mayoría de los gnósticos del siglo ii pretendieron que Pablo defendía sus enseñanzas, pero entresacando algunos enunciados para darles una interpretación gnóstica. Al aislar un enunciado de su contexto, se cargaba de un sentido que no tenía y que coincidía con alguna enseñanza gnóstica. Ireneo dijo de ellos:
Todo el tiempo citan textos que no se hallan en las Escrituras y, como se dice, fabrican lazos con arena. Y no les preocupa acomodar a sus doctrinas, de una manera confiable, sea las parábolas del Señor, sea los dichos de los profetas, sea la predicación de los Apóstoles57.
Se usaron, por ejemplo 1 Cor 2,9 y 15,46-49; Ef 3,15 y Flp 2,10 para defender que el ser humano era un compuesto de cuerpo, alma y espíritu, de acuerdo con la antropología gnóstica. 1 Cor 15,50 se usó para señalar que el cuerpo no resucita; Rom 5,13, para decir que el primer príncipe (arjonte), Yahvé, era ignorante; 1 Cor 15,42-46, para argumentar que la resurrección ya había tenido lugar, afirmación que encontramos en el centro del Evangelio de Tomás y en De Resurrectione, pero también en Pablo y en la obra de Juan.
Solamente Valentín intentó hacer una interpretación gnóstica de toda la doctrina del apóstol. Aunque Valentín haya florecido cerca de la mitad del siglo ii, es posible que su escuela se remonte a interpretaciones consagradas en su tiempo. Con todo, no deja de ser una interpretación alegórica, que no se detiene ante las afirmaciones más ajenas a los gnósticos para convertirlas en expresión acabada de la gnosis.
Los principales elementos del gnosticismo que atacaron los Padres de la Iglesia del siglo ii están presentes en los adversarios de las cartas de Pablo: el conocimiento como clave para la salvación, envuelto en cierto esoterismo, dualismo cósmico (Dios supremo y esferas celestes) y dualismo antropológico (no hay resurrección de cuerpos), pero no en un sistema y en un grupo, sino dispersos entre los diferentes adversarios. En cuanto al conocimiento como clave para la salvación, Pablo subraya que la elección de Dios es gratuita y que no se basa en méritos de conocimiento, más bien, el conocimiento de Dios es un don.
En cuanto a la cosmología dualista y al demiurgo, se perciben diferentes concepciones de las esferas celestes y de su relación tanto con Dios como con los seres humanos, lo que puede indicar que no había aún una enseñanza coherente y sistemática para postularlas y por tanto, tampoco Pablo –o el autor de las cartas– había formulado una respuesta uniforme y clara sobre ellas. En todos los casos se percibe relación de estas enseñanzas con el judaísmo helenizado del primer siglo, sin que podamos advertir que hubiera habido un cisma con el judaísmo oficial, pero en todos los casos se trata de enseñanzas desarrolladas dentro del cristianismo.
Las advertencias que Pablo –o los autores– dirigió a sus destinatarios no tuvieron el efecto deseado, pues esas enseñanzas se convirtieron en una serie de doctrinas muy atractivas para el mundo cristiano del siglo ii.
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[recibido: 24/11/2022; aceptado: 31/01/2023]
1 Ireneo, Contra los herejes, I, Pr.1.
2 King, What is Gnosticism?
3 Williams, Rethinking Gnosticism, 36. De la misma idea es Desjardins, “Rethinking the Study of Gnosticism”, que en la p. 379 afirma: “Pero en el estudio del mundo antiguo, el término [gnosticismo] crea más problemas de los que resuelve”.
4 Pregnósticos, es decir, que se dieron antes del gnosticismo. Los protognósticos serían, por otro lado, los primeros gnósticos, aquellos en los que se podría distinguir ya un sistema en el que los diferentes elementos se embonan.
5 Cf. Lahe, “Ist die Gnosis aus dem Christentum ableitbar?”, 227.
6 Véase la interesante síntesis de Magezi – Manzanga, “A Study to Establish the Most Plausible Background to the Fourth Gospel (John)”, que llega a las mismas conclusiones. Igualmente Lahe, “Ist die Gnosis aus dem Christentum ableitbar?”, 220-231.
7 Pagels, The Gnostic Paul, hizo la investigación conforme a los dos últimos puntos. Analizó los textos valentinianos que utilizan algún texto paulino y los contrastó con los comentarios de Ireneo, Hipólito Tertuliano, Clemente de Alejandría y Orígenes.
8 Lahe, “Vier gnostischen Mythologeme und ihr jüdischer Hintergrund”, 258.
9 Platón, Timeo, 182.
10 El Primer Libro de Enoc dice que fueron 200 los ángeles caídos (6,7). Luego menciona a 20 de sus jefes. En 8,1 habla de Azazel, Semyaza y Armaros. El jefe de ellos era Azazel. En 8,1, el etiópico da siete nombres: Azazel, Amezarak, Armaros, Baraquiel, Kokabiel, Tamiel, Asradel. El Libro de los Jubileos dice que su jefe era Mastema (Jubileos, 10,8; 17,16; 18,12 y 48,9).
11 Hermes Trismegisto. Corpus Hermeticum (I,9).
12 Bos, “Aristotelian and Platonic Dualism in Hellenistic and Early Christian Philosophy and in Gnosticism”.
13 Pistis Sofía i,15.
14 El “Testamento de Leví”, en Testamentos de los Doce Patriarcas, 3, dice que hay siete cielos y que en ellos está los tronos y los señoríos. También hay intermediarios en Filón, pero no opuestos a Dios.
15 Ireneo, Contra los herejes, I,24,1, describiendo la doctrina de Saturnino (Saturnil), dice que creía que los ángeles creadores habían sido siete y que se basaba en Gn 1,26.
16 Lahe, “Vier gnostischen Mythologeme und ihr jüdischer Hintergrund”, 259.
17 Orígenes, Contra Celso, vi,22.
18 Ireneo, Contra los herejes, I,30.
19 Justino, Apología, 26,1-3.
20 Ireneo, Contra los herejes, I,23,2.
21 Lahe, “Vier gnostischen Mythologeme und ihr jüdischer Hintergrund”, 267.
22 Lahe, “Vier gnostischen Mythologeme und ihr jüdischer Hintergrund” 251. En el Coloquio de Messina sobre el Gnosticismo, Wilson, en Bianchi (ed.), Le Origini dello Gnosticismo, estableció la convención de que se llamara gnosis al movimiento religioso surgido en el helenismo y gnosticismo a los sistemas del segundo siglo. S. Arai, en el mismo libro, pp.181-187, también abogó para que se definiera lo que se entiende por gnosticismo a partir de tres características: Conocimiento como medio para la salvación, dualismo cosmológico y antropológico y necesidad de un redentor.
23 Theissen, La religión de los primeros cristianos, 264-265.
24 Käsemann, New Testament Questions of Today, 114-137.
25 Schmithals, La apocalíptica, Introducción e interpretación, 81-85.
26 Cf. Sfamenti Gasparro, “Pablo y los primeros gnósticos”; Lahe, “Vier gnostischen Mythologeme und ihr jüdischer Hintergrund”, 270.
27 Ireneo, Contra los herejes, I, 23,5.
28 Ib., 24,1-2.
29 Williams, Rethinking Gnosticism, 13.
30 Bultmann, Teología del Nuevo Testamento, 457. Tratando del Nuevo Testamento en general, pp. 218-236. Bultmann trata el gnosticismo como contemporáneo e incluso anterior al cristianismo, aunque confiesa que hay muy pocos documentos que hablen del gnosticismo de los primeros tiempos.
31 La autenticidad de las cartas del corpus paulino es algo muy discutido y no es objetivo de este trabajo. Analizo primero los indicios que hay en las cartas casi indiscutiblemente paulinas (1-2 Corintios, Romanos y Gálatas), en segundo lugar, los que se encuentran en las cartas más discutidas (Colosenses y Efesios) y, en tercer lugar, los que se encuentran en las cartas reconocidas casi indiscutiblemente como no paulinas (1-2 Timoteo y Tito). En cualquier caso, asumo que todo el corpus paulino se escribió en el primer siglo y que no se le puede calificar de protognóstico.
32 Schlier, Principalities and Powers in the New Testament.
33 Cf. Pagels, The Gnostic Paul, 56.
34 Pagels, The Gnostic Paul, 83.
35 Klutz, “Re-Reading 1 Corinthians after Rethinking ‘Gnosticism’”, 193-216.
36 Ireneo, Contra los herejes, III,2,1.
37 Cf. Pagels, The Gnostic Paul, 97.
38 Ireneo, Contra los herejes, III,30,7.
39 De acuerdo con Harrison, “In Quest of the Third Heaven”, 24-55.
40 Sfamenti Gasparro, “Pablo y los primeros gnósticos”. Desde luego que esta afirmación está en contra de lo que Bultmann expuso en su Teología del Nuevo Testamento, pero lo menos que se puede decir es que Bultmann no demostró con textos la existencia del gnosticismo que afirma con demasiada seguridad.
41 En esto insiste Forbes, “Paul´s Principalities and Powers”, 61-88.
42 Pagels, The Gnostic Paul, no reporta citas de este versículo en los valentinianos, pero sí en el Comentarium in Johannis de Orígenes (13.20-25).
43 El Libro de los Jubileos, escrito seguramente entre el 210 y el 104 a. C., se abre con una advertencia para que los israelitas no se separen de novilunios, sábados, fiestas, jubileos y normas, pues eso los separaría del Señor (Libro de los Jubileos, 1,14), y de la misma forma concluye con las normas para la celebración de la pascua (49-50), con lo que se ve que su finalidad es precisamente hablar de la institución de las fiestas, que fueron prescritas a los seres humanos pues están escritas en tablas celestiales, 16,28.
44 Primer Libro de Enoc, especialmente la sección dedicada a la descripción del recorrido del sol en los números 72-82.
45 Ireneo, Contra los herejes, II,30,9.
46 De acuerdo con Pagels, The Gnostic Paul, 128.
47 Sobre esto, véase Forbes, “Pauline Demonology and / or Cosmology?”, 51-73.
48 Todos ellos analizados en Forbes, “Paul´s Principalities and Powers”, 88.
49 Como afirma Roth, “What evn tw|/ ko,smw| are the stoicei/a tou/ ko,smou/?”, 1-8.
50 Martin, “Returning to the stoicheia tou kosmou”, 434-452, aquí 449.
51 Ib., 3.
52 En esto insiste Wasserman, “Gentile Gods at the Eschaton”, 727-746.
53 Cf. Bultmann, Teología del Nuevo Testamento, 228.
54 Ireneo, Contra los herejes, II,14,7.
55 Ib., 22.
56 Ib., 32,2.
57 Ireneo, Contra los herejes, I,8,1.