A. M. Artola – J. M. Sánchez Caro, Biblia y Palabra de Dios (Introducción al Estudio de la Biblia 2), Verbo Divino, Estella 2020, 588 pp. ISBN 978-84-9073-648-7
Se trata de la 5.ª edición –la 2.ª revisada y actualizada– de un manual universitario aparecido por primera vez en 1990, que tuvo una 4.ª edición en 1995, reimpresa once veces hasta hoy. Los mismos AA. originales han buscado actualizar el libro haciéndose eco de los avances en la investigación bíblica de estos veinticinco años.
La colección “Introducción al Estudio de la Biblia”, producida por la Asociación Bíblica Española, afronta las cuestiones contenidas en las introducciones generales (volúmenes 1 y 2) y especiales a la Sagrada Escritura (volúmenes 3 al 8), e incluye dos suplementos dedicados a la Literatura judía intertestamentaria (vol. 9) y a la Literatura y exégesis cristiana primitiva (vol. 10). En los últimos años, la ABE se ha encargado de poner al día esta colección y ha ido publicado nuevas ediciones de cada uno de sus volúmenes.
Mientras que el vol. 1, La Biblia y su entorno, busca ofrecer los “conocimientos [...] necesarios para acercarse a la Biblia con un mínimo rigor científico” (17) y adopta un método predominantemente histórico y filológico, este vol. 2 usa sobre todo el método teológico con la pretensión de responder a la pregunta “¿qué es la Biblia para el cristiano católico” (18) y señalar “un principio unificador” que dé unidad y coherencia a toda nuestra reflexión sobre la Biblia: el de su doble naturaleza, divina y humana, que podemos llamar “el principio de la encarnación de la Escritura” (24).
La primera parte “El Canon de la Biblia” (33-138) es obra de Sánchez Caro, quien después de la primera edición de este manual había anticipado ya valiosas revisiones de algunos temas en “La Biblia, libro sagrado. Teología de la Inspiración en los Últimos diez años”, Salmanticensis 48 (2001) 81-121, y, sobre todo, en “De la Introducción General a la Biblia a la Teología de la Biblia. Una propuesta metodológica”, Salmanticensis 56 (2009), 7-8, que vertebra en tres ejes el proyecto que se intenta concretar con este manual: a) “El intento de elaborar una reflexión teológica acerca del estatuto de la Biblia en la Iglesia y en la teología católicas. b) La búsqueda de un principio unificador, que ayude a plantear las cuestiones vivas de manera coherente y a lo largo de todos los temas tratados. c) El esfuerzo por hacerlo, manteniendo en cada momento un diálogo coherente con los contenidos de la fe cristiana católica, con la exégesis científica y con la cultura contemporánea”.
El tema del canon bíblico (cap. I) supone en primer lugar una investigación positiva que busca recoger los testimonios que documentan la existencia de un conjunto de libros considerados como Palabra de Dios y norma de vida de la comunidad creyente. A esto le sigue la constatación de la progresiva maduración de una conciencia refleja acerca del valor único de estos libros y el reconocimiento de “la Escritura como canónica y normativa”. Siguiendo una trayectoria histórica, el cap. II reconstruye la formación del canon de la BH y del AT y NT cristianos. Además de esta pesquisa de unos datos de hecho, se recoge también “la reflexión teológica” (cap. III) llevada a cabo en el seno de las comunidades cristianas y se pregunta: ¿por qué tenemos este canon y no otro, si se trata de una pura circunstancia histórica o hay algunos criterios concretos que guiaron a la Iglesia para recibir determinados libros como canónicos? El A. desarrolla aquí el “problema teológico del canon” en las diversas confesiones cristianas. Junto con unos “apuntes para la historia de la investigación”, se enuncian las cuestiones aún abiertas en torno al tema: a las preguntas clásicas planteadas por la posible existencia de libros sagrados pero no canónicos o por el valor de los apócrifos, se añaden otras planteadas más recientemente como la relación entre canon bíblico y texto canónico (¿cuál de los diversos textos en los que se ha transmitido la Escritura es el texto normativo para el cristiano) y la adopción del canon como contexto hermenéutico (la “aproximación canónica”).
Sánchez Caro añade en este lugar (“Una cuestión de método”, 125-126) una justificación del orden de los temas adoptado en el presente manual (tratar primero sobre el canon y en segundo lugar la inspiración). Se trataría de un criterio histórico: “el cristiano acoge en la Iglesia determinados libros como normativos. Solo después se pregunta por la razón última de la normatividad de los libros” (126).
La segunda parte, “La inspiración bíblica” (139-316), se debe a la mano de Artola, que ha publicado numerosos estudios sobre la inspiración bíblica, recopilados sucesivamente en sus libros: De la Revelación a la inspiración. Los orígenes de la moderna Teología católica sobre la Inspiración bíblica, Valencia-Bilbao 1983; La Escritura inspirada. Estudios sobre la Inspiración Bíblica, Deusto 1994 y, muy recientemente, Palabra interior e inspiración de la Sagrada Escritura, Estella 2021 (una reelaboración del primero). También esta sección comienza recogiendo los datos de fe: lo que la Biblia dice de sí misma (cap. IV) y lo que la comunidad confesante dice sobre ella (cap. V). A continuación intenta “una explicación razonable del misterio de fe” (cap. VI) y presenta las grandes líneas seguidas hasta ahora en la teología además de las cuestiones aún abiertas a la investigación (cap. VII). Después de estudiar “el valor primordial de la Palabra de Dios, que es su verdad salvífica” (248, cap. VIII), explica “qué queremos decir cuando calificamos la Sagrada Escritura como Palabra de Dios” (278, cap. IX). Aquí –como sugiere el mismo A.– sería de enorme utilidad ampliar la reflexión con las aportaciones de J. M. Sánchez Caro, “La Palabra de Dios, fuente y origen de la Tradición y la Escritura. Comentario a VD 6-21”, EstBib 69 (2011) 381-410, y S. Pié-Ninot, “Teología de la Palabra de Dios e Iglesia”, Gregorianum 89 (2008) 347-367.
La parte tercera y más amplia se titula “Hermenéutica Bíblica y metodología exegética” (317-573) y está redactada también por Sánchez Caro. Parte de un resumen de la historia de la interpretación de la Biblica hasta el siglo xx (cap. X), para plantear el problema hermenéutico desde la filosofía y las ciencias humanas (cap. XI) y la interpretación como cuestión teológica exigida por la naturaleza humana y divina de la Biblia, según las orientaciones de la Const. Dei Verbum (cap. XII). El cap. XIII describe los pasos de un método exegético y las condiciones para una lectura o actualización de la Escritura. Concluido este recorrido propedéutico, el cap. XIV –que adopta el título de DV VI– busca mostrar “de qué manera los conocimientos teóricos se hacen vida en la celebración litúrgica, en la reflexión teológica, en el ministerio de la palabra... y en la vida espiritual de los creyentes” (502-503). Casi como un apéndice histórico, el cap. XV, “La Biblia en España e Hispanoamérica”, ilustra cómo se ha realizado en cada época aquello que se ha tratado de manera teórica en los capítulos anteriores (535).
Para la presente edición, Artola ha reescrito el cap. VI sobre la naturaleza de la Biblia (el más especulativo) y parte de los capítulos sobre la verdad bíblica y la Palabra de Dios (14). Además, se ha cambiado de lugar el estudio sobre lo que se entiende por “Palabra de Dios” (cap. IX), que se presentaba como capítulo único de una parte primera y ahora se acomete después de haber tratado sobre el canon y la inspiración de la Biblia y “como consecuencia y cima de todo ello” (27) y antes de afrontar las cuestiones relativas a la interpretación.
La preocupación didáctica del manual se pone de manifiesto en la inclusión de los apartados “bibliografía comentada” y “actividades” colocados al final de la 1.ª parte (137-138), de la 2.ª parte (275-276), del cap. IX (314-316) y de cada uno de los capítulos de la 3.ª parte (360-361, 399, 458, 501-502). Hay que decir que estos incisos son bastante escuetos, de manera que quien busque una efectiva orientación bibliográfica deberá rastrearla, a veces, en la nota 1 de cada uno de los capítulos, otras, en las añadidas a los títulos de segundo nivel o incluso en el primer párrafo de cada uno de estos apartados.
Si bien es cierto que la existencia concreta de la Biblia (con estos libros y no otros) constituye un punto de partida para la reflexión sobre la canonicidad y es históricamente anterior a un planteamiento teórico sobre la inspiración, es el reconocimiento de la sacralidad de las Escrituras, de su origen divino, el que motiva la aceptación de las mismas en la comunidad de fe. Esta es la razón por la que un buen número de autores elige tratar la cuestión de la inspiración antes que la del canon. De igual manera, uno se pregunta si se puede hacer una “teología de la Biblia” como la que anhelan los AA., sin estudiar sus raíces en la Revelación y su encuadre en la Tradición, como lo proponen, por ejemplo, V. Mannucci – L. Mazzinghi, Bibbia come Parola di Dio. Introduzione generale alla sacra Scrittura, Brescia 212016, o P. Bovati – P. Basta, Ci ha parlato per mezzo dei profeti. Ermeneutica biblica (Lectio 4), Cinisello Balsamo – Roma 2012, que parte del fenómeno concreto de la profecía específicamente bíblica para estudiar la articulación entre revelación, inspiración y escritura.
Finalmente –y más allá de la valoración de esta obra en particular– cabría preguntarse si no ha llegado el momento de un verdadero replanteamiento metodológico de estas cuestiones bíblicas fundamentales que recoja realmente los desafíos suscitados por los resultados de la investigación histórica y de la misma práctica exegética y teológico-bíblica de estos últimos decenios. Un buen punto de partida serían, por ejemplo, las perspectivas presentadas en P. Dubovský – J.-P. Sonnet (eds.), Ogni Scrittura è ispirata. Nuove prospettive sull’ispirazione biblica (Lectio 5) Cinisello Balsamo – Roma 2013, que proponen interrogarse sobre la inspiración a partir de la misma práctica exegética y entablar un diálogo auténtico entre exégesis y teología (ib., 7) y atreverse a “prestar atención a los interrogantes planteados por las disciplinas históricas, sociológicas textuales y literarias de la exégesis y por la hermenéutica teológica” (ib., 11).
A pesar de que difícilmente encontremos “novedades” en el tratamiento de los temas clásicos, este manual universitario de Artola y Sánchez Caro sigue siendo de enorme utilidad para quien comienza los estudios teológicos y necesita iniciarse en las cuestiones clásicas de una “introducción general a la Sagrada Escritura”.
Jorge M. Blunda
Universidad Pontificia de Salamanca
jmblundagr@upsa.es