R. Aguirre Monasterio (ed.), De Jerusalén a Roma. La marginalidad del cristianismo de los orígenes (Agora 41), Verbo Divino, Estella 2021, 272 pp. ISBN:978-84-9073-675-3
Esta obra constituye la tercera y última (“trilogía”) de un trabajo en equipo. “Así empezó el cristianismo” (2010) y “Así vivían los primeros cristianos” (2017) culmina con este trabajo “De Jerusalén a Roma”. En el segundo libro, Elisa Estévez “no ha podido colaborar” y “se ha incorporado Leif Vaage” (p.11 nota 2); en este, Elisa vuelve a colaborar, pero no participan Santiago Guijarro y Esther Miquel, mientras que se incorporan Estela Aldave Medrano (cap. 3, sobre el evangelio de Juan) y Sergio Rosell Nebreda (cap. 5, sobre el Apocalipsis). Como suele ocurrir en los trabajos colectivos, algunos capítulos son más creativos, otros más sintéticos, algunos más novedosos y otros más acotados. Pero mucho de esto se ve cuidado por el modo de colaboración que se han impuesto desde el comienzo. Lejos estamos de un libro colectivo donde cada quien escribe su obra sin que nada de lo demás influya en ella; es notable –y se ve en casi todos los capítulos– que se diga “sobre esto, ver en Tal obra, ver lo dicho en este trabajo por X”. Es evidente que todos conocen lo dicho por los demás sin que eso impida que cada quien sea responsable de su propio apartado.
El tema que constituye el marco de toda la obra es “la marginalidad”, como el mismo subtítulo lo indica. Pero, es de notar, esta varía según los tiempos y según los trabajos: mientras, en los primeros capítulos constituye una elección del cristianismo, en los escritos posteriores es vista de un modo negativo, como los mismos AA. señalan (257-260).
Coherentemente con lo trabajado en obras anteriores, el esquema sigue, en cierto sentido, un modo cronológico, los Orígenes del cristianismo: Carmen Bernabé escribe sobre el “Reino de Dios” como “marginalidad creativa” (19-45); Carlos Gil analiza profundamente el texto paulino de Fil 3 donde se afirma que somos “ciudadanos del cielo” (47-69); Estela Aldave Medrano (71-96) el texto joánico “mi reino no es de este mundo” (18,36) (en estos es particularmente importante la imagen de “tercer espacio” de E. Soja, también aludida en otros apartados); Rafael Aguirre (97-124) comenta los textos en los que Jesús es presentado como “piedra rechazada” y Sergio Rosell Nebreda (125-154) la visión del mundo nuevo en el Apocalipsis. Es a partir de aquí que se ve el cambio señalado ya que “lo marginal se vuelve central” (137). A continuación (155-182), David Álvarez y Fernando Rivas (183-208) analizan textos de los llamados Padres Apostólicos, 1 Clemente e Ignacio de Antioquía, respectivamente, en los que ya puede observarse que por “marginales” también se comprende a “otros”: sean grupos “apocalípticos” (181) o los “no incorporados en la Gran Iglesia” (184). Finalmente, Elisa Estévez (209-238) analiza “el trabajo y el dinero en las comunidades marginales de los orígenes” entre la 2.ª y la 4.ª generación cristiana (70-190 a. C.).
A diferencia de los otros dos trabajos, este finaliza con un capítulo firmado por todos los colaboradores (239-260), no estrictamente bíblico sino actual ya que “es oportuno plantear, con cierta sobriedad, algunos puntos relevantes para el presente de los estudios que hemos ido realizando” (239). En este capítulo asumen 9 puntos, tomando también algunos elementos de los libros anteriores, probablemente motivado por el carácter cada vez más marginal que el cristianismo tiene en Europa, y particularmente en España, asumiendo varios de los elementos de los trabajos presentados en vistas al presente eclesial.
Como es habitual en otros libros de Editorial Verbo Divino, la obra es cuidada y los errores son muy escasos (el único de cierta relevancia que pude detectar es que en (196-7, y nota 60) se cita la carta de Ignacio a los Magnesios cuando debe ser a los Filadelfios. Por otra parte, alguna idea, como que gran parte de los cristianos de las generaciones estudiadas “están por encima del nivel de la pobreza” (217), ha sido una frase utilizada en algunas partes de América Latina por los sectores reaccionarios para confrontar con la “opción por los pobres”, algo que seguramente no ha sido tenido en cuenta en el texto por la A. Por otra parte, expresamente las referencias a la “ciudadanía del cielo” y al reino que “no es de este mundo”, que también utilizan los mismos sectores, encuentran aquí una expresa y precisa presentación muy diferente que, ciertamente, no puede descuidarse.
Señalemos, en general, que los libros de esta trilogía –y particularmente esta obra– constituyen un referencia imprescindible para entender los orígenes del cristianismo y no deberían faltar en las buenas bibliotecas.
E. de la Serna
Quilmes, Buenos Aires
edelaserna96@gmail.com