Juan Carlos Jiménez Romero
Boyacá (Colombia)
https://orcid.org/0000-0002-7520-3051
Resumen: El artículo hace una aproximación sobre los avances en la investigación exegética y teológica de los primeros once capítulos del Génesis. Se consideran inicialmente algunos aspectos que caracterizan y dan unidad al libro, para luego concentrar la atención sobre la franja 1–11: sus características particulares, su relación con el entero libro, con el Pentateuco y, en general, con toda la Escritura, para finalizar tratando aspectos concernientes a su lógica interna. Si bien algunas conclusiones no alcanzan el nivel de certezas, sí corresponden a las hipótesis más plausibles y los consensos a los que han llegado los estudiosos.
Palabras clave: Libro del Génesis. Consensos exegéticos. Prólogo. Creación.
Abstract: The article presents an approximation on the advances in the exegetical and theological investigation of the first eleven chapters of Genesis. Initially, some aspects that characterize and give unity to the book are considered, in order to later focus attention on the strip 1–11: its particular characteristics, its relationship with the entire book, with the Pentateuch and, in general, with all Scripture, in order to finish by dealing with aspects concerning its internal logic. Although many of the conclusions do not reach the level of certainties, they are in relation to the most plausible hypotheses and the consensus that scholars have reached.
Keywords: Book of Genesis. Exegetical consensus. Prologue. Creation.
Para quien se interesa en el estudio de las Sagradas Escrituras, no es un secreto que Gn 1–11 es una de las partes que más ha llamado la atención de la investigación exegética y teológica, ya sea por corresponder a la franja inaugural del entero libro sagrado o por las características particulares que la revisten. A partir de esta convicción, el artículo se propone establecer y presentar de manera sintética el estado actual de dicho proceso de investigación, privilegiando la perspectiva sincrónica, lo cual no significa una invalidación o exclusión de los estudios, aproximaciones y conclusiones obtenidos en el ámbito diacrónico, puesto que constituyen una importante plataforma desde donde se continua la profundización, confrontación y complementación.
Si bien, la distinción de la sección Gn 1–11 ha sido comúnmente reconocida y aceptada1, también es cierto que no se la puede desligar del entero libro del Génesis, por eso el artículo procura en su primera parte hacer una visión panorámica del libro, para concentrar luego la atención en sus primeros once capítulos, buscando identificar las características y condiciones de unidad, continuidad y autoridad que el mismo contenido de los relatos ofrece al lector atento y ordenado.
Antes de entrar en detalle, es preciso indicar como premisa fundamental que no se pretende ni es posible hacer un registro de la amplitud y multiplicidad de investigaciones, debates y posiciones que se han suscitado sobre el Génesis; más bien se apunta a considerar brevemente los principales aspectos que han concitado la atención de los especialistas, que han dado paso a los consensos que rigen actualmente y sobre los que avanza la comprensión de textos específicos.
Si bien es cierto cada libro de la Escritura posee su propio estatus de identidad e independencia, también es verdad que la investigación bíblica, desde sus distintas perspectivas, coincide en atribuir al conjunto de los cinco libros que conforman el Pentateuco una unidad particular en su constitución2; por eso, vale la pena una consideración inicial desde esta percepción.
Se trata de una presentación esquemática, en la que se destacan ciertos aspectos generales del Pentateuco, en torno a los cuales no solo hay un consenso generalizado de los especialistas, sino que fácilmente pueden ser constatados por los lectores. A partir de esta visión se facilitan algunas consideraciones particulares que ayudan a situar mejor, dentro del conjunto, el libro de nuestro interés.
Perspectiva |
Gn |
Ex |
Lv |
Nm |
Dt |
|||
Capítulos |
1–50 |
1–40 |
1–27 |
1–36 |
1–34 |
|||
1–11 |
12–50 |
1–19 |
20–40 |
1–10 |
11–36 |
|||
Denominación frecuente |
H. de los orígenes /primitiva |
Historia patriarcal |
Historia de Israel o historia del desierto |
|||||
Caracterización en clave histórica |
H. de las naciones / |
H. de Israel: familia |
Historia de Israel: pueblo |
|||||
Generaciones |
20 |
4 |
Varias solo insinuadas. Centrado en la de Moisés. |
|||||
Personajes que son protagonistas |
Varios |
Abraham, |
Moisés, |
|||||
Medio geográfico |
Universo entero |
Oriente – Canaán – Egipto |
Egipto – Desierto – Sinaí – Desierto – Moab |
|||||
Egipto – Desierto – Sinaí |
Sinaí |
Sinaí – |
||||||
Narrativa en |
Antecedentes y |
Preparación próxima |
Don de la Ley y desarrollo de su respectiva regulación |
Interio-rización |
Relectura de la Ley |
|||
Temporalidad |
Aprox. 2000 años |
Aprox. |
Insinuados los 430 años de esclavitud (Ex 12,40), pero se concentra en poco más de un año: desde la vocación de Moisés (Ex 3) hasta la partida del Sinaí (Nm 10). |
1 día |
Resulta evidente la distinción del Génesis con el resto del Pentateuco, provocada por la que con frecuencia se señala como “fisura” entre Génesis y Éxodo, y que recientemente ha ocupado la atención de los especialistas3. La valoración de esta resulta importante para la percepción de la posición particular que ocupa el primer libro frente a los cuatro restantes, la cual se mueve entre el reconocimiento de la profunda diferencia en estilo y contenido4, y la valoración del delicado trabajo de redacción que ha procurado la integración armónica de los dos conjuntos hasta hacer prevalecer su unidad5.
Ahora bien, esta suerte de distinción que emerge en torno al Génesis con respecto al resto del Pentateuco se puede percibir también en el interior del mismo, de manera análoga, entre los primeros once capítulos y el resto del libro. Este es el presupuesto sobre el cual se soporta el objeto y la estructura del presente artículo.
Entre los diversos elementos que podrían caber bajo este apartado, se hará alusión a dos de los que más han llamado la atención de los especialistas: primero, el trasfondo sacerdotal del libro y, segundo, la continuidad y discontinuidad, cohesión y distinción que le proporcionan los tôledôt y las genealogías.
En primer lugar, un cierto carácter sacerdotal del Génesis ha sido generalmente reconocido. Si fuese en el contexto de la teoría de las fuentes, la Sacerdotal (P) efectivamente ha sido la menos cuestionada y su material –no obstante no sea el que prevalece– se extiende a lo largo de todo el libro6 y, cuando la teoría se ha inclinado más por el carácter redaccional, al autor sacerdotal se le reconoce su papel protagónico en la estructuración y edición del conjunto7. Pero aun sin atender a tal distinción hipotética y simplemente observando su contenido, aflora –de una manera muy sutil, pero estratégica– el lenguaje sacerdotal relacionado principalmente con el culto, el calendario litúrgico, el sábado y la pureza8.
Con esto, bastaría precisar que el relato inaugural del libro narra el evento de la creación en el marco de una semana, la cual solo se completa con el reposo divino del día séptimo, que explícitamente está orientado a ser paradigmático para el culto (Gn 2,2-3)9. El ejercicio del sacerdocio no se menciona explícitamente, pero ya en el relato de Caín y Abel se habla de la presentación de ofrendas (4,3-5) y, desde Noé, ya se construyen altares y se ofrecen holocaustos (8,20), acción que se repetirá con Abraham (12,7-8; 13,18; 22,9-13), Isaac (26,25) y Jacob (33,20; 35,1-7)10. Y como elemento muy próximo a las preocupaciones sacerdotales estaría la distinción, también en el relato de Noé, entre los animales puros e impuros, que si bien es cierto todos son preservados, la cantidad de parejas de los puros es superior, pues solo estos se pueden destinar a los holocaustos (7,2; 8,20). Por último, llaman también la atención las prescripciones que comportan un carácter ritual como la prohibición del consumo de la sangre (9,4) o la práctica de la circuncisión (17,10-27; 21,4)11.
Recientemente, David Petersen indicó que el perfil sacerdotal del Génesis está aglutinado en torno a dos grandes marcas teológicas, que habrían sido bastante significativas en el contexto del exilio: la creación y la alianza12. La primera enfatiza el monoteísmo yahvista promovido en los medios sacerdotales, que hace depender la vocación sacerdotal del pueblo no exclusivamente de la tierra (aun cuando en el momento no se posee, es promesa), sino de la relación con un Dios universal y único13. La alianza, por su parte, focalizada en Noé y Abraham como personajes paradigmáticos14, integra estratégicamente en torno a cada uno de ellos una serie de temas y acontecimientos que se redireccionan inmediatamente al principio anterior: la importancia de la armónica relación del pueblo con su Dios, que es el Dios único y universal15.
En segundo lugar, se ha de advertir que el texto del Génesis no es homogéneo16, ya sea por su estilo, vocabulario o temática. Este carácter se hace notorio en la comparación de las dos grandes unidades literarias: 1–11 // 12–50. Asimismo, es importante destacar que, más allá de las tensiones que en su interior puede existir, hay elementos transversales y de unión en todo el libro que le proporcionan integridad literaria y coherencia, entre ellos se destacan los tôledôt (“orígenes” o “generaciones”) y las genealogías17.
Los primeros se han constituido en marcas estructurantes naturales que llegan a cumplir en el texto la función de cuasi-títulos; estos, a la vez que señalan una cierta ruptura en el desarrollo del relato, se convierten en un elemento de conexión y continuidad entre las partes18. A continuación el esquema resultante en atención a su presencia a lo largo del libro:
tôledôt de… |
(tema o personaje que aglutina o introduce la sección) |
Sección |
|
Sección inaugural |
1,1–2,3 |
||
1) |
2,4 |
Los cielos y la tierra (que inmediatamente ceden el protagonismo a los seres humanos) |
2,4–4,26 |
2) |
5,119 |
Adán (y su línea) |
5,1–6,8 |
3) |
6,9 |
Noé (y sus hijos, en el contexto del diluvio) |
6,9–9,29 |
4) |
10,1 |
Los hijos de Noé (y sus descendientes) |
10,1–11,9 |
5) |
11,10 |
Sem (y su línea) |
11,10-26 |
6) |
11,27 |
Taré (con centralidad de la historia de Abraham) |
11,27–25,11 |
7) |
25,12 |
Ismael (y su línea) |
25,12-18 |
8) |
25,19 |
Isaac (con centralidad de la historia de su hijo Jacob) |
25,19–35,29 |
9) |
36,1 (9)20 |
Esaú (y su línea) |
36,1–37,1 |
10) |
37,2 |
Jacob (con centralidad de la historia de José y sus hermanos) |
37,2–50,26 |
Las segundas, “las listas genealógicas, sirven para dar ritmo a la historia, proporcionando la transición entre las generaciones esenciales, en las que el relato desarrolla los hechos y gestos con mayor detalle”21. De una manera muy cuidadosa, y en ocasiones como parte o complemento de los tôledôt22, refuerzan la idea de continuidad. Estas son mucho más amplias, compactas y frecuentes en los primeros once capítulos, pero se extienden a lo largo de todo el libro, mitigando estratégicamente las fisuras que por otros aspectos se puedan dar23; incluso conecta al libro del Éxodo que inaugura un complejo literario muy distinto, pero comienza a construir su relato sobre la plataforma genealógica presentada en el Génesis (Ex 1,1-7), a cuyos protagonistas no faltan alusiones posteriores (Ex 6,2-8)24.
Sobre este último aspecto, basta añadir que las genealogías no se limitan a construcciones de continuidad vertical que conectan a Moisés, el gran protagonista del Pentateuco, con Adán, quien procede directamente de las manos de Dios; sino que, algunas listas genealógicas (en particular las que van quedando truncadas), establecen también una conexión horizontal, que corresponde al parentesco con los pueblos vecinos o con los que, en algún momento, Israel entró en relación, generando así un sutil equilibrio entre identidad (distinción) y parentesco con las naciones de la tierra25.
Es claro que las consideraciones hechas hasta aquí contribuyen a una mayor comprensión de la unidad y continuidad de todo el libro. Vale la pena observar, ahora, las razones por las que se subraya un carácter particular de los primeros once capítulos. Para ello, se describirán brevemente algunos aspectos generales, casi de tipo estadístico, para luego concentrar la atención sobre la generalizada caracterización mítica que se les ha atribuido y, al respecto, hacer algunas precisiones importantes.
Es significativo que la universalidad con la que el relato de la creación abre el libro se cierre al final de esta primera parte (1–11), con la llamada tabla de las naciones (cap. 10), donde estarían representados todos los pueblos que habitaban el mundo conocido26. Esta amplitud geográfica, si bien no desaparece por completo en el resto del libro (12–50), se centraliza en Canaán, hacia donde confluyen los movimientos de sus protagonistas, ya sea desde Mesopotamia o Egipto; movimientos que van reduciendo, aún más, el espectro geográfico en el resto del Pentateuco (Egipto – desierto – Canaán)27. También a nivel cronológico es posible registrar una notoria variación, a saber: de casi dos mil años que representan los datos reportados en 1–11, se pasa a cerca de doscientos años en 12–50 y de cuatrocientos treinta para el resto del Pentateuco (Ex 12,4028).
A esta radical variación espacio-temporal entre las dos grandes partes del libro, se deben sumar algunos aspectos genealógicos, concretamente el número de generaciones aludidas que, de veinte en 1–11 pasa a cuatro en 12–50 y a prácticamente una en el resto del Pentateuco. Una variación similar se da en los personajes que son protagonistas en las mismas secciones29.
Como se ha insinuado anteriormente, uno de los elementos más sobresalientes de los primeros once capítulos es su carácter mítico. Percepción que sobre todo es fruto del trabajo investigativo de tipo histórico-critico, el cual, indagando sobre la constitución del Pentateuco, ha visto que algunos relatos de esta porción del texto bíblico (Gn 1–11) pueden estar inspirados en tradiciones mitológicas, épicas e historiográficas de Egipto, Oriente Próximo y Asia Menor, entre las que se destacan Gilgamesh (2200-1200 a. C.), Atrahasis (1700 a. C.) y Enuma Elish (1200-800 a. C.). Con estas es posible hallar coincidencias significativas en cuanto al tipo de eventos narrados, aspectos característicos de algunos personajes o ciertas expresiones y estilos30.
Con frecuencia, afirmar este tipo de conexiones adquiere para el lector común una connotación negativa o más bien pesimista, dados los preconceptos que se tienen sobre los mitos, por su distanciamiento de los hechos reales o históricos. No obstante, la comprensión exegética rescata su justo sentido, en cuanto “sus autores proveen un medio para pensar acerca de problemas básicos, para expresar convicciones e ideas acerca de la vida presente, la vida de sus sociedades y, sin duda, su propia vida individual también”31. De este modo, el lector espera encontrar algo comparable en la historia bíblica de los orígenes cuando se habla de eventos que tienen lugar en un tiempo mítico o relatos con un carácter mítico, pues estos relatos no fueron escritos para dar información acerca del pasado, sino que son cuidadosamente construidos para agregar valor y resonancia al presente32.
Desde esta perspectiva, se debe reconocer el carácter mítico de los primeros once capítulos del Génesis por su proximidad o contacto con este tipo de literatura antigua, pero, a su vez, subrayando sus notables diferencias con dicho estilo narrativo33. Siendo ante todo el resultado de su armónica integración con las tradiciones y principios religiosos propios de Israel, adquieren así un carácter autóctono y autónomo, donde se privilegia el dato simbólico34. Además, si este perfil se les atribuye porque en los relatos se habla del origen del mundo y del hombre, o alude a diversos eventos que bien podrían ser catalogados como los orígenes, se ha de tener en cuenta que su carácter primordial y su finalidad no son de tipo histórico o etiológico, sino que –como el resto del libro y de la Escritura–, procuran ofrecer consideraciones de índole kerygmática (teológica) y antropológica35.
Frente a las evidencias cualquier teoría que diga algo distinto es simplemente banal. Con esta sentencia se quiere subrayar que el papel inaugural de Gn 1–11, frente al libro mismo o frente al conjunto de la Escritura, resulta irrefutable, ya sea en razón de su contenido o en atención a las evidencias textuales que la tradición ha conocido y conservado. Pese a ello, su sentido, alcance y demás particularidades concernientes a este carácter no dejan de ser objeto de amplios procesos investigativos.
Aunque el tema de este artículo es el conjunto Gn 1–11, es importante tratarlo dentro de una sintética presentación de las múltiples perspectivas que los especialistas han subrayado sobre la relación introducción – conjunto. Desde ella es posible establecer distintos niveles de una progresión ordenada y coherente, que involucra los planteamientos más evidentes para el lector corriente hasta los que son fruto de un cuidadoso análisis literario.
Así, como elemento básico y diciente en sí mismo, se ha de advertir que no es casualidad la expresión con la que se inaugura el libro del Génesis (1,1a) y, por ende, la totalidad de la Palabra de Dios contenida en la Escritura: berē’šît – en el principio, en el Texto Masorético, o en arjê(i) en la traducción griega de los LXX36. Expresión desde la cual se empieza a extender la mirada del lector de una manera progresiva, en un primer momento hasta 2,3, para considerar este bloque como sección inaugural37, resultado de la estructura natural del libro que a partir de allí está marcada por los tôledôt. El contenido de esta porción textual resulta bastante bien definido en cuanto “presenta los dos principales sujetos de la Sagrada Escritura: Dios creador y el hombre su creatura”38.
En este orden, sin perder de vista el contenido antropológico del Génesis, cuya progresión se desarrolla en torno a la inquietud por “quién es el ser humano”, Wénin considera que son
los cuatro primeros capítulos del libro los que forman una suerte de apertura, donde las cuestiones fundamentales concernientes al ser humano son expuestas una primera vez, en una vasta oposición entre el proyecto de Dios de una parte (Gn 1–2) y lo que hace la humanidad, de la otra (Gn 3–4)39,
cuestiones que efectivamente, con múltiples variaciones, serán retomadas a lo largo de todo el libro40.
El siguiente nivel, de interés particular para este escrito, corresponde a la “historia de los orígenes” o “historia primitiva” (Gn 1–11)41. Frente a ella, es posible percibir el consenso de los especialistas, quienes subrayan su carácter de introducción o de “prólogo” del conjunto42, no por su ubicación o por la presentación orgánica de las secciones, libros o bloques literarios que la siguen (no lo hace); sino porque de manera bastante amplia “introduce a los dos principales protagonistas de toda la Escritura: Dios, como origen de cuanto existe, y el hombre, su creatura más excelsa, plasmada a su imagen y semejanza (1,26.27), animada de su mismo respiro (2,7)”43, marcada por la fragilidad (6,3) y por su inclinación hacia el mal (6,5; 8,21) que le conduce a los distanciamientos más extremos de la voluntad de su creador (6,11-12), pero que es capaz de dar vuelta hacia el rumbo original (9,1-7; 10,32; 11,8-9)44. Así, mediante la invención y la sensibilidad de la narrativa hebrea45, esta sección provee una plataforma completa sobre el conjunto de realidades y experiencias donde se desarrolla la historia y el actuar de sus protagonistas46.
Bajo esta percepción, los primeros once capítulos ofrecen al lector del Génesis los presupuestos básicos de tipo teológico, antropológico y cultural, que advierten inmediatamente la entrada al diálogo con un texto que no solo utiliza multiplicidad de géneros y recursos, sino que toca a las distintas dimensiones de la existencia humana47.
Ahora bien, para completar la progresión enunciada, es necesario aludir a sus dos últimos estadios. Uno de ellos es el resultado de las investigaciones que enfatizan la unidad de Ex-Dt en torno a la Ley y a Moisés, en notoria diferencia con el Génesis. Diferencia que no anula la estrecha relación existente entre los dos bloques, como se ha hecho notar precedentemente, de modo que el Génesis viene a constituirse en una amplia introducción preparatoria del resto de la Torá, hecha en clave genealógica48. El otro corresponde a la percepción que se evidencia en la tradición: el Pentateuco como centro y clave de comprensión del resto de la Escritura (Profetas y Escritos) y, en sentido amplio, de toda la historia de la Revelación49.
Para concluir, se ha de subrayar que el propósito de esta serie de elementos considerados hasta aquí es, ante todo el reconocimiento de los primeros once capítulos como un proyecto muy bien organizado50, que, por la riqueza, solidez y estructuración ordenada de sus contenidos, perfectamente puede ser catalogado como prólogo, no solo del libro del Génesis, sino de toda la Escritura.
Luego de considerar algunas particularidades de la sección Gn 1–11 y de identificar su unidad y continuidad, es preciso indicar que las genealogías son uno de sus más claros indicios51. El interrogante que surge en relación con estas es: si las genealogías no existieran, o simplemente si el lector las pusiera entre paréntesis, ¿los relatos perderían su continuidad, conexión y unidad?52
Resolver este cuestionamiento implica un cuidadoso análisis de la franja textual 1–11, para delimitar las fracciones narrativas y establecer si hay uno o más temas que las identifique. Se trata ante todo de un análisis detenido y ordenado de los relatos que permita hallar elementos constantes, repeticiones, contrastes, vacíos, expresiones o escenas relevantes. Este es el trabajo que ha estado en la pluma de los especialistas y que ha dado lugar a distintas percepciones. David Clines las sintetiza en tres:
– La primera recoge una propuesta de Westermann, que vendría a ser completada con los planteamientos de von Rad, y sugiere que es posible identificar su unidad gracias a un esquema recurrente que (con algunas variaciones) estaría en todos los relatos: pecado – discurso – atenuación – castigo53.
– Una segunda opción se desprende también de los planteamientos de von Rad, pero en cuyo debate intervendrían D. Kidner, W. M. Clark y R. Rendtorff. Esta caracteriza el conjunto como “progresión de pecado – progresión de gracia”54.
– La tercera, que ciertamente responde a una revisión y replanteamiento de la anterior, atribuida a Joseph Blenkinsopp, habla de una percepción del conjunto en la lógica “creación, anti-creación, re-creación”55.
Este último planteamiento, se presenta como fruto maduro de la investigación, sobre cuya base se construye este apartado.
Se parte de la constatación de la “creación” como tema central y dominante de los capítulos inaugurales (1–2), pero que no es exclusivo de ellos, sino que vuelve con fuerza en la segunda parte del relato del diluvio (8–9), y sutilmente en el desenlace del relato de la torre de Babel (11,8-9), con el carácter de restauración de la voluntad original de Dios: llenad la tierra. Así, la “creación” se convierte en el tema dominante de los primeros once capítulos; sin embargo, al constatar que estas últimas intervenciones divinas son precedidas y motivadas por eventos que contradicen el orden querido y establecido desde el origen56, se puede establecer como lógica interna de los relatos: creación, anti-creación, re-creación, para-creación, re-creación57.
Adicionalmente, se ha de indicar que la franja textual ubicada entre la creación y el diluvio (Gn 3–5) “no es únicamente la historia del pecado humano compensado por la gracia divina, sino la historia de la disolución de la creación, así que el diluvio no es sino la etapa final de un proceso de desintegración cósmica que ha comenzado en el Edén”58, completándose una percepción integral del conjunto, con la que se ratifica que se trata de una verdadera y propia unidad literaria; evidente desde sus contenidos narrativos y que se refuerza con las genealogías. Desde esta lógica, y según las marcas estructurales que proporcionan los tôledôt, esquemáticamente, la primera parte del Génesis se podrá observar así59:
tôledôt |
Textos |
Relatos |
Genealogías |
1,1–2,3 |
Creación |
||
2,4 |
2,4–4,16 |
Creación – |
|
4,17-26 |
Descendencia de Caín hasta 4,24 (truncada) e inauguración de la nueva descendencia de Adán: |
||
5,1 |
5,1-32 |
Retoma y continuación de la nueva descendencia de Adán (hasta Noé y sus hijos). |
|
6,9 |
6,1–9,29 |
Anti-creación – |
|
10,1 |
10,1-32 |
Descendencia de los hijos de Noé (10,2-20: truncadas las de Jafet y Cam) |
|
11,1-9 |
Para-creación – |
||
11,10 |
11,10-26 |
Descendencia de Sem (hasta Taré y sus hijos: Abram…) |
Por último, vale la pena indicar dos observaciones significativas. Primero, esta lógica se puede también percibir en el resto del Génesis, ya que cuando las circunstancias de los protagonistas parecen conducirlos a su desaparición (por ejemplo, Jacob yendo hacia Mesopotamia) y el plan de Dios se ve contrariado (anti-creación), es nuevamente la intervención divina que reconstruye el camino y, así, la historia sigue su curso de progresión (re-creación)60. Esquema lógico que el lector atento podrá identificar en toda la Historia de la Salvación testimoniada en la Escritura.
La segunda observación hace alusión al contexto histórico en el que, muy probablemente, pudieron tener origen estos primeros relatos del Génesis, sobre lo cual habría un consenso de los estudiosos: exilio y posexilio61. De ser así, los relatos bien podrían ser una “relectura” que hacen los miembros de Israel de su propia historia, desde la realidad del exilio: la creación ordenada, armoniosa y buena, obra de la voluntad divina (1–2), corresponde a la experiencia de vida en la tierra que le ha sido dada a sus padres. El juicio de Dios sobre la desobediencia primera, el asesinato, la lujuria y los matrimonios mixtos (3,8ss; 4,6-7.9ss; 6,3) son los justos juicios sobre el Israel pecador, que por su realidad pecaminosa desemboca en el diluvio (6,5ss) como la anti-creación de la vida de Israel en el momento de la destrucción de Jerusalén. Sin embargo, en Gn 8,1a (re-creación) Dios se acuerda de su pueblo y se vislumbra un nuevo panorama (8,1ss). De esta manera, la vuelta al orden original (9,1-8) bien puede ser identificado con el retorno para recobrar la posesión de la tierra y la promesa divina que un tal desastre no se producirá más (9,9ss). Finalmente, Sem recibe la bendición de su Padre (9,26), de quien procede la línea genealógica que conecta directamente con Abraham (11,10-26), con quien todos los miembros del pueblo se sentirán identificados como sus descendientes y herederos legítimos de sus promesas (12,1ss)62.
Para finalizar este escrito, valga la pena indicar que las consideraciones hechas sobre el Génesis, en general, o sobre la franja textual 1–11, en particular, representan una síntesis de las investigaciones exegéticas que al respecto se han adelantado y tiene como propósito ayudar a situar a quien pretenda correr la línea del conocimiento a nivel del conjunto o adelantar el estudio específico de alguno de sus textos.
Se ha de indicar que el tipo de estudios que últimamente se han venido adelantando sobre el Génesis, se enmarca perfectamente en el estilo generalizado que se sigue para el bloque literario que constituye el Pentateuco y, en general, de toda la Escritura. Se trata pues de una mayor valoración que se ha venido dando sobre la coherencia del texto más que sobre su potencial de fragmentación en fuentes, sobre el texto en la forma en que fuera aceptado canónicamente más que sobre el proceso de formación a partir de las tradiciones orales y escritas, y finalmente sobre el significado de la obra en su conjunto o de amplias secuencias más que de las fracciones63.
Esto obviamente no significa que se haya abandonado el interés por la historia y las circunstancias sociopolíticas o culturales en que haya podido tener su origen, puesto que es una dimensión que no deja de ser importante, al punto que, si aún no se conocen muchos detalles de tales contextos, vale la pena seguir haciendo los mayores esfuerzos posibles para reconstruirlos en orden a una mejor comprensión de sus contenidos64.
Visto el conjunto del libro del Génesis, muy brevemente se puede decir que es un claro ejemplo de lo que se llamaría unidad en la diversidad, como principio básico de toda la Escritura y que se subraya primordialmente en los estudios que se adelantan desde la perspectiva sincrónica, que aplicada aquí se podría expresar en los siguientes términos: la diversidad literaria, estilística o de contenidos de ninguna manera rompe la unidad del libro, reforzada estratégicamente por el autor mediante el uso de los tôledôt y las genealogías, entre otros elementos. Así se llega a la franja textual 1–11 en la que sencillamente es evidente su constitución como parte integral del Génesis y de la Biblia como un todo, pero que no excluye que se le reconozca como una composición con su propia identidad, estructura e integridad temática65.
Ahora bien, si la constante que identifica a Gn 1–11 es la creación, por su instauración, permanencia, reafirmación o restauración, cuyo protagonista evidentemente es Dios-creador, también es cierto que en esta dinámica aparece el ser humano como coprotagonista –aunque con frecuencia se convierte en antagonista–, con clara distinción de las demás criaturas (1,26-27), pero frente a las cuales recibe un encargo particular (1,28-31), que lo sitúa en su calidad de sujeto y responsable del devenir de la historia.
Así pues, resulta particularmente significativo que la proximidad del hombre con Dios venga subrayada de manera explícita y estratégica en los dos relatos mayores que conforman esta sección: creación (1,26-27) y re-creación (9,6)66, con la paradigmática sentencia “a imagen de Dios ha sido hecho el hombre”. Esta, pues, se viene a constituir en el referente de conformidad con el proyecto creador de Dios, en expresión de la sublime vocación del hombre, en su máximo ideal de realización67 y, por lo mismo, en criterio profundo para la comprensión misma de las diversas realidades en las que se ve inmerso.
En definitiva, se puede afirmar que no es simple casualidad que el tema de la creación ocupe el lugar central de Gn 1–11, y mucho menos cuando se constata que el núcleo de esta lo constituye la creación del hombre “a imagen y semejanza de Dios”, pues los aspectos apenas indicados permiten catalogarlo como la clave de comprensión, no solo de los demás relatos del libro, sino de todos los textos bíblicos que, por su naturaleza (Palabra de Dios dirigida al hombre para su propio bienestar y crecimiento), están orientados a ayudar al lector a completar su ideal de realización.
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[recibido: 28/12/20 – aceptado: 08/04/21]
1 No obstante, la discusión permanece abierta sobre el punto preciso que marcaría tal distinción: 11,26 u 11,32 (Uehlinger, “Genèse 1-11”, 199). Al respecto, y teniendo como referente la posición del tôledôt, para el presente estudio se opta por 11,26 como el término de la primera parte, aunque, por razones prácticas, se continuará hablando de la división global 1–11 (historia primitiva) y 12–50 (historia patriarcal).
2 Véase Petersen, “The Genesis”, 27-40.
3 Para una muestra del debate que ha suscitado este aspecto particular, véase Dozeman – Schmid (eds.), A Farewell to the Yahwist?
4 Se trataría de “dos tradiciones que representan un conflicto entre concepciones opuestas del origen del pueblo: a la concepción genealógica (Gn) se opondría una concepción vocacional (Ex) de tipo profético-deuteronomista, por la que la identidad de Israel reposa no sobre la ascendencia sino sobre la obediencia a la Ley” (Nihan, “Le débat actuel”, 161). De Pury y Römer, en quienes se funda el planteamiento de Nihan, habían señalado además, como características diferenciales significativas, el origen autóctono de Israel y la noción inclusiva de Dios (que convive con otros dioses) propia de la historia ancestral (Gn), en contraste con el origen extranjero del pueblo (Mesopotamia y Egipto) y el carácter exclusivo de Dios en la historia del Éxodo (Dozeman, A Farewell, 4). De otra parte se añade como elemento diferencial la caracterización de Israel: primero como familia y luego como pueblo (Petersen, “The Genesis”, 29-30; Edelman, Clés, 15).
5 Ante la notoria diferencia de temas y estilos –y eventualmente de tradiciones– entre Génesis y Éxodo, se ha de dar mayor mérito al cuidadoso trabajo del redactor que les supo dar una natural y armoniosa conexión, poniendo elementos comunes en el final del Gn (46,8-27) y el comienzo del Ex (1,1-5), con la referencia a las familias que descendieron a Egipto, cuyo número se totaliza en setenta (Blenkinsopp, Creation, 5).
6 Skinner, Genesis, lviii; Carr, Reading the Fractures, 339-340. Véase von Rad, Génesis, 5; Westermann, Genesis, 18.
7 Petersen, “The Genesis”, 30-34.
8 Blenkinsopp, Creation, 6.
9 Römer, Dieu obscur, 23.
10 Ver Edelman, Clés, 21.
11 Petersen, “The Genesis”, 36-37.
12 Ib., 37.
13 Nihan, “Le débat actuel”, 170-171; Giuntoli, Genesi, 17-18.
14 Desde esta perspectiva, la alianza se constituiría en el mayor ligamen entre la historia primitiva (1–11) y la historia patriarcal (12–50).
15 Petersen, “The Genesis ”, 34-36.
16 Uehlinger, “Genèse 1-11”, 203.
17 Blenkinsopp, Creation, 4.
18 Uehlinger, “Genèse 1-11”, 199; Blenkinsopp, Creation, 4-5; Wenham, Genesis, xxi-xxii; Giuntoli, Genesi, 9-10.
19 Si bien es cierto la formula cambia, en razón de los términos que le preceden (zh spr twldt), a diferencia de otros casos, él término en sí mismo no viene afectado directamente por prefijos ni sufijos.
20 En cuanto el verso nueve (9) no agrega nada distinto a la información del tôledôt precedente, no se pone aparte. Algo semejante sucede con 10,32 y 25,13, donde también aparece el término, solo que allí, además de no estar al inicio de la frase, se altera notablemente la formula recurrente, por la inserción de otros términos y, por la presencia de prefijos y sufijos.
21 Uehlinger, “Genèse 1-11”, 206.
22 Las listas genealógicas son introducidas por un tôlᵉdôt en los siguientes casos: 5,1; 10,1; 11,10; 25,12; 36,1 (9).
23 Si bien es cierto el primer tôlᵉdôt de la historia patriarcal (11,27), rompe el esquema con el cual venían siendo presentadas las generaciones desde el último tôlᵉdôt de la historia primitiva (11,10); salta a la vista el énfasis que viene puesto en mostrar la continuidad entre Sem, depositario de la bendición de Noé (9,26), y Taré, padre de Abraham, el depositario de la bendición de Yahaweh, en quien serán bendecidas todas las familias de la tierra (12,1-3) (Clines, Pour lire le Pentateuque, 121).
24 Véase Blenkinsopp, Creation, 5-6. Se ha de advertir también que los tôlᵉdôt se constituyen en un punto fuerte de identidad y distinción del Génesis respecto al resto del Pentateuco –incluso de la Escritura–, pues no vuelven a aparecer con esta función estructurante. Si acaso en Nm 3,1 y Rut 4,18 conservan la forma, no vienen insertos en el modo recurrente del Génesis (Petersen, “The Genesis”, 37-38).
25 Véase Blenkinsopp, Creation, 3. Las genealogías estarían reflejando el panorama de los pueblos que en su momento correspondían al mundo conocido y no una simple creación literaria, hecho que resulta plausible en cuanto la descripción o caracterización bíblica que se hace de algunos de ellos coincide con los vestigios de la historia o las tradiciones de otros pueblos antiguos (véase Uehlinger, “Genèse 1-11”, 209-212).
26 Ib.
27 Véase Römer, Introduction à l’Ancien Testament, 137-139.
28 Blenkinsopp, Creation, 1.8. Se podría particularizar aún más este último dato: desde Ex 3 hasta Nm 10 los relatos se refieren a un poco más de un año, mientras que Dt se enmarca en un solo día.
29 Véase Blenkinsopp, Creation, 1.6; Abela, “Is Genesis the Introduction?”, 404.
30 Véase Uehlinger, “Genèse 1-11”, 209-211; L’Hour, Génesis, 18.29; Blenkinsopp, Creation, 12-14. Römer, Dieu obscur, 27. “Sin embargo, el que se inspire en otras obras no disminuye su valor intrínseco; al contrario, al adaptar esta tradición queda más claro dónde ponen el énfasis los autores bíblicos” (Blenkinsopp, El Pentateuco, 129).
31 Blenkinsopp, Creation, 16.
32 Ib., 16.
33 Uehlinger, “Genèse 1-11”, 212. Bastaría indicar, a manera de ejemplo, que en el Génesis la creación del hombre –y en general del universo– no resulta de un contexto violento entre las deidades (ib., 211).
34 Véase Wenham, Genesis, 1-15, 99; Blenkinsopp, Creation, 2.8-10.
35 Giuntoli, Genesi, 16-17; L’Hour, Génesis, 5; Wénin, “La question de l’humain”, 4-5. Cf. Blenkinsopp, Creation, 2. Uehlinger, “Genèse 1-11”, 213.
36 Giuntoli, Genesi, 9.
37 También resultaría pertinente la denominación que de esta parte hace Anderson, como “prefacio a la historia primitiva” en cuanto le provee las presuposiciones teológicas y antropológicas a la historia que sigue (Anderson, “A Stylistic Study of the Priestly Creation Story”, 152).
38 Wenham, Genesis, 5; Vervenne, quien califica la sección como la apertura del Pentateuco, subraya especialmente el carácter sacerdotal, expresado en una liturgia cósmica de los siete días (Vervenne, “Genesis 1,1–2,4”, 53). Cualquiera que sea el énfasis, desde esta perspectiva, en cuanto el relato de la creación ya indica la totalidad del existente, todo cuanto sigue, dentro y fuera del libro, correspondería a desarrollos parciales del todo narrado.
39 Wénin, “La question de l’humain”, 4.
40 Ib., 4-5; Wénin, La Bible ou la violence surmontée, 62. Para Blenkinsopp, sobre quien seguramente se inspira Wénin, es esta porción textual la que recibe el denominativo de prólogo (Blenkinsopp, El Pentateuco, 98).
41 Se utilizan estas denominaciones en razón de ser las más frecuentes en los libros y artículos de exégesis o teología, como un modo particular de distinción con la llamada “historia patriarcal o ancestral” (Gn 12–50), advirtiendo, no obstante, que el término “historia” no es el más preciso, al menos en el sentido como corrientemente es entendido, puesto que, si bien es cierto que se utilizan referencias cronológicas, es bien sabido que su prioridad no es esta. Desde esta perspectiva, sería más significativo hablar de mito o leyenda, en cuanto estos géneros literarios trascienden por naturaleza el tiempo y la historia; sin embargo, por la acepción poco positiva de estos términos, resultaría más adecuado hablar de “ciclo de los orígenes” (Uehlinger, “Genèse 1-11”, 199).
42 Giuntoli, Genesi, 17; Uehlinger, “Genèse 1-11”, 213; Clines, Pour lire le Pentateuque, 118; Barriocanal, “Dios como creador y destructor (Gn 1–11)”, 16.
43 Giuntoli, Genesi, 17. Como lo fuera ya en el planteamiento que hacía Wenham para 1,1–2,3 (Genesis, 5), este viene a ser uno de los elementos que, en este artículo, determina la preferencia por el denominativo “prólogo”, más que “introducción”, porque en este caso al presentar a los protagonistas se está también haciendo la presentación de los autores de la obra, elemento que, entre otros, es propio de un prólogo.
44 Véase Clines, Pour lire le Pentateuque, 114-115.
45 Giuntoli, Genesi, 16-17. “Se entrelazan el saber empírico y la especulación, el conocimiento, la tradición y la información de tercera mano para dar cuenta de la realización de un orden y de una organización fundamental del mundo, que se sigue sobre el plano cósmico, geográfico y geopolítico (los continentes y los países), étnico y cultural (las lenguas y los modos de vida)” (Uehlinger, “Genèse 1-11”, 213).
46 Uehlinger, “Genèse 1-11”, 198-199.213. En estos capítulos afloran con claridad realidades que caracterizan el devenir cotidiano, la civilización y la cultura: el día y la noche, el nacimiento y la muerte, el bien y el mal, la vida del campo y la ciudad, la fraternidad y el odio, la violencia y el sufrimiento, la constitución de los pueblos y la diversidad de las lenguas, la proximidad del hombre a Dios y su distanciamiento, entre otros (ib., 198).
47 Wénin, “La question de l’humain”, 3-4. En este sentido, el carácter casi independiente de la sección podría entenderse como una estratégica toma de distancia del autor de prácticamente todas las tradiciones conocidas en anticipo y a las que pretende introducir, para favorecer la imparcialidad y mantener la amplitud de su visión (véase Blenkinsopp, Creation, 2-3).
48 Ver Nihan, “Le débat actuel”, 161; Petersen, “The Genesis”, 29-30. Como una visión cercana –ciertamente poco frecuente– estaría también la consideración del Génesis como introducción a la denominada “historia primaria”, que, por la coherencia perceptible en cuanto a la línea histórica y la trama, recoge todo el Pentateuco y se extiende hasta el segundo libro de los Reyes (Abela, “Is Genesis the Introduction?”, 397); percepción que viene influenciada por algunas apreciaciones que florecieron durante el desarrollo de la teoría documentaria, particularmente con el planteamiento de la existencia de la historia deuteronomista como complemento al llamado Tetrateuco (Römer, “La formation du Pentateuque”, 147-148).
49 Römer, “La formation du Pentateuque”, 137.
50 Esta será la visión que se privilegie desde la perspectiva de los métodos sincrónicos. Así, Wénin, digno representante del método narrativo, dirá con toda claridad que “el libro del Génesis no es un manojo de episodios más o menos bien articulados los unos con los otros” (La Bible ou la violence surmontée, 61); afirmación que también encuentra eco en el seno del análisis retórico-semítico, haciéndose mucho más explícita en las palabras de Meynet: “los textos bíblicos son compuestos y sobre todo bien compuestos” (Trattato di Retorica Biblica, 11-12).
51 Se trata de una continuidad que prevalece no obstante cierta ambigüedad que se deriva de las repeticiones, como el caso del capítulo 5 respecto al capítulo 4, o entre los capítulos 10 y 11.
52 Es claro que aquí la supresión de las genealogías no estaría ordenada al planteamiento de alguna hipótesis sobre un texto distinto al canónico, sino a su mayor comprensión.
53 Véase Clines, Pour lire le Pentateuque, 92-96.
54 Ib., 96-114.
55 Véase Clines, Pour lire le Pentateuque, 114-119 y Blenkinsopp, El Pentateuco, 81-82.
56 Blenkinsopp, El Pentateuco, 81; Blenkinsopp, Creation, 4-5. No será simple casualidad que la destrucción que ha sido propiciada por el avance del mal y la violencia (6,5-7.11-13), siga un poco de cerca la misma concatenación de la creación (7,21) (Clines, Pour lire le Pentateuque, 115).
57 Blenkinsopp, Creation, 4-5; Clines, Pour lire le Pentateuque, 114-115. Es verdad que el planteamiento original de Blenkinsopp solo habla de “creación, anti-creación, re-creación”, sin embargo, para distinguir el evento del diluvio, como una fase de anti-creacion (6-7) que explícitamente se refiere a la “destrucción propiciada por el humano”, del evento de Babel donde más que destrucción hace alusión a “un proyecto que desafía el proyecto de Dios, de algún modo paralelo a este”, resulta más preciso caracterizarlo como para-creación.
58 Clines, Pour lire le Pentateuque, 116. La cursiva no es del autor.
59 Teniendo en cuenta el número de presencias en esta franja textual comparada con el resto del libro, “podemos proponer que la organización de las series de tôledôt en grupos de cinco es tan poco casual como la división del Pentateuco en cinco partes” (Blenkinsopp, El Pentateuco, 84).
60 Blenkinsopp, Creation, 4-5.
61 Nihan, “Le débat actuel”, 182; Knoppers, The Pentateuch as Torah, 6; Carr, “The Rise of Torah”, 39-40.55-56.
62 Clines, Pour lire le Pentateuque, 151-152.
63 Clines, Pour lire le Pentateuque, 197.
64 Ib., 197.
65 Blenkinsopp, Creation, 2.
66 Efectivamente, en la sección inaugural los versos donde se relata la creación del hombre rompen con el esquema que se venía dando para cada día, introduciendo repetitivamente el carácter del hombre creado a imagen de Dios (1,26-27). Mientras en el segundo relato, se encuentra apenas antes del discurso divino por el que se establece la primera alianza (de Dios con Noé y sus descendientes), desde antes anunciada, y como culmen de otro discurso divino en el que se retoman explícitamente varios elementos que también formaban parte del relato de la creación del hombre en la sección inaugural, donde aparece como una oración conclusiva (mediante la utilización de la conjunción kî, “porque”) o que justifica las precedentes, en las que se coloca en un puesto privilegiado la vida del hombre (9,6).
67 Véase Wénin, “La question de l’humain”, 5-7.12; Wénin, La Bible ou la violence surmontée, 33.