EL SILENCIO Y EL CONFLICTO EN EL EVANGELIO DE MARCOS

Propuestas de lectura desde el conflicto colombiano

Juan Alberto Casas Ramírez

Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá)

jcasas.smsj@javeriana.edu.co

https://orcid.org/0000-0002-4650-5456

Resumen: El artículo vuelve sobre los temas del silencio mesiánico y las tensiones relacionales de Jesús en el evangelio según Marcos, tratando de indagar las razones teológicas, contextuales y literarias de aquellos. Además de retomar y ampliar las propuestas explicativas sobre la incomprensión discipular, se quiere valorar el horizonte de lectura propuesto por Elsa Tamez, desde la hermenéutica latinoamericana, que busca entender tales motivos a la luz de las vivencias suscitadas por el conflicto en Colombia. A partir de esta comprensión brindada por el contexto actual, como respuesta dialogal al arco interpretativo, se plantean algunos desafíos sugeridos desde el relato marcano a la realidad colombiana.

Palabras clave: Evangelio según Marcos. Incomprensión discipular. Silencio mesiánico. Hermenéutica biblica latinoamericana. Conflicto colombiano.

Silence and Conflict in the Gospel of Mark

Approach to their Explanation from Colombian Conflict

Abstract: The paper studies the topics of messianic silence and the problematic relationships of Jesus in the Gospel of Mark, trying to explain their theological, contextual and literary reasons. The study seeks to resume and expand the explanatory proposals on the misunderstanding of discipleship. Besides, it wants to evaluate the reading horizon proposed by Elsa Tamez, of Latin American hermeneutics, who seeks to understand these reasons in light of the experiences raised by the conflict in Colombia. Based on this understanding provided by the current context, as a dialogic response to the interpretative arc, there are suggested some challenges of the Gospel to Colombian reality.

Keywords: Gospel of Mark. Discipleship misunderstanding. Messianic silence. Latin American Biblical Hermeneutics. Colombian Conflict.

1. Introducción

Para la hermenéutica contemporánea resulta fundamental reconocer que el sentido de un texto no es algo que está depositado en él para extraerse de forma neutral o aséptica, sino que este es fruto del encuentro dialógico entre el texto y su mundo con el lector y su mundo para propiciar una transformación (o, al menos, un replanteamiento) en los horizontes de comprensión de ambos. Tal premisa lleva a resignificar uno de los presupuestos clásicos de la interpretación literaria, según el cual al culminar la lectura el texto permanece invariable, mientras que solo el lector es modificado por aquel.

Si aceptamos el principio –atribuido a Gregorio Magno– de que “la escritura crece con sus lectores”1, es de suponer que cada aproximación interpretativa a la misma aporta nuevas luces para su comprensión, tanto en el nivel textual (el texto en sí) como a nivel contextual (el mundo detrás del texto), no solo por la “reserva de sentido” del texto, sino porque cada lector, aun sin pretenderlo, proyecta sus precomprensiones y horizontes socio-culturales sobre el texto, estableciéndose así un auténtico diálogo (intercambio de logos) entre texto y lector. Como prueba de ello, tememos que, aunque se ha estudiado y publicado mucho sobre ciertos campos textuales, sería ingenuo pretender ofrecer la última palabra acerca de estos, aun cuando sean prácticamente los mismos2. Se sigue y se seguirá estudiando, escribiendo y publicando sobre ellos, porque los lectores y sus contextos cada vez serán diferentes.

Ahora bien, siempre y cuando se mantenga la fidelidad al sentido literal (el primero y más básico de los sentidos, según la tradición patrística), en lugar de conducir a la afirmación de un puro subjetivismo que relativice los sentidos del texto y conduzca a una pura eiségesis, esta conciencia permite profundizar en la fusión de los horizontes del texto y su mundo, y del lector y su mundo. Sobre todo, cuando estos se tocan analógicamente por la semejanza entre sus situaciones socio-culturales de fondo que, en el caso del texto, dieron origen a sus apuestas narrativas y teológicas y, en el caso del lector creyente, le mueven a buscar horizontes de comprensión y transformación a la luz del texto con el que interactúa.

De esta manera, la presente comunicación aborda algunos de los fenómenos narrativos más sugestivos del evangelio según Marcos, tales como el secreto mesiánico y la incomprensión discipular. Además de retomar las hipótesis tradicionales de explicación, se sugiere que contextos de lectura en medio del conflicto y la victimización, como el caso colombiano, pueden guardar cierta analogía con el trasfondo sociopolítico en que se escribió el evangelio y, por ello, ofrecen nuevas luces para la comprensión de los fenómenos narrativos enunciados, tal como lo propone Elsa Tamez, cuyo estudio profundizaremos. Según esto, el mundo que está “delante del texto” puede contribuir a la comprensión del mundo que está “detrás del texto” y, por consiguiente, del texto mismo. Pero no se trata simplemente de entender o enriquecer la comprensión de un texto del siglo primero. Como parte de la dimensión performativa del sentido del texto bíblico, a la luz de la comprensión brindada por el contexto actual y como respuesta dialogal al arco interpretativo, se plantean algunos desafíos sugeridos desde el relato marcano a la realidad colombiana, puesto que, a pesar de haberse establecido un acuerdo de finalización del conflicto armado con uno de los grupos guerrilleros, el país aún se encuentra inmerso en un conflicto violento evidente.

2. Silencio y conflicto en Marcos

“Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban:

‘Tú eres el Hijo de Dios.’ Pero él les mandaba enérgicamente que no lo descubrieran”

(Mc 3,11-12)

Es ampliamente conocido que a lo largo de la trama del evangelio según Marcos3 se presentan dos fenómenos narrativos interrelacionados que han captado la atención de exégetas y teólogos a lo largo de los últimos siglos: por una parte, la paradoja de que, siendo la identidad mesiánica y divina de Jesús la cuestión central del evangelio, sugerida desde el primer versículo del mismo, solo los seres no humanos, Dios y los demonios, sean quienes la proclamen “de viva voz”, con el consecuente silenciamiento rotundo por parte de Jesús hacia estos últimos; mientras que aquellos miembros de Israel que deberían estar más capacitados para dilucidarla terminen por confundirla o desconocerla. Sorpresivamente, al final del relato, será el personaje más inesperado quien reconozca y devele el misterio de la filiación divina de Jesús, el Centurión romano (cf. Mc 15,39).

Por otra parte, a lo largo de la narración, las redes de relaciones sociales de Jesús son progresivamente problematizadas y “desintegradas”, hasta el punto dramático de que él termina siendo incomprendido y abandonado por todos (cf. Mc 14,50)4. Ello se pone en evidencia al constatar, desde el inicio del relato, una serie de tensiones narrativas entre Jesús y quienes le rodean; tensiones cuyo carácter resulta ser inusitado debido a la importancia socio-cultural que tenían tales relaciones en un ambiente de tendencia predominantemente colectivista.

En efecto, el conflicto se presenta desde el mismo núcleo institucional y regulador de la sociedad patriarcal mediterránea (la familia); se extiende al ámbito de lo considerado comúnmente como sagrado (representado por las autoridades religiosas); y afecta, finalmente, a la propia comunidad escatológica reunida por Jesús como signo de la inauguración del Reinado de Dios (los propios discípulos).

3. Propuestas tradicionales de explicación del silencio y el conflicto en Marcos

De acuerdo con Malbon5, el tema de la incomprensión de los discípulos cumple las funciones escatológicas y cristológicas de realzar la llegada de los tiempos mesiánicos en que se oculta para unos y se revela para otros el misterio de la identidad del enviado de Dios. Así, la razón última de dicha incomprensión no es directamente el fallo de parte de los seguidores sino el endurecimiento de sus corazones. Y tal endurecimiento es el modo a través del cual el evangelio expresa que el misterio de la persona de Jesús es tan grande para el ser humano que no es posible ser percibido sin la asistencia divina. De este modo, el motivo de la incomprensión discipular expresaría más sobre Jesús que sobre los discípulos. Teniendo en cuenta esta evidente insistencia cristológica, se han desarrollado varias posturas6:

3.1. La incomprensión discipular como expresión del “secreto mesiánico”

De acuerdo con esta perspectiva, que hace parte de la teoría de Wrede7, propuesta a inicios del siglo xx, la incapacidad de los discípulos para comprender a Jesús es una de las consecuencias del llamado “secreto mesiánico”. Así, además del silencio impuesto por Jesús a la persona curada sobre la causa de su curación, los discípulos expresan su incapacidad para comprender al maestro durante su ministerio8. Solo hasta cuando la ficción, que trasciende los límites del relato, señale que estos fueron finalmente testigos de la pascua, es que tendrá lugar una real comprensión. Un reconocimiento de esto, según Dunn,

Es lo que señala a Mc 9,9 como clave del motivo: mientras bajaban del monte de la Transfiguración, Jesús ordenó a sus discípulos “no decir nada sobre lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de la muerte” (9,9). De nuevo, la clave para la comprensión de la misión de Jesús, incluyendo su estatus mesiánico, debía encontrarse solo en su muerte y resurrección9.

3.2. La incomprensión discipular como expresión de una “cristología correctiva”

A mediados del siglo xx, Weeden10, como lo haría más tarde Bultmann, argumentó que los capítulos 1–8 presentan a Jesús en términos de una cristología que lo identificaría con un theiós anér (un “varón divino”, obrador de milagros y triunfante) y que en los relatos sucesivos el evangelio deshace de forma sistemática dicha comprensión11. Tal recurso ha sido categorizado como una “cristología correctiva” y supone el hecho de que la sección del camino fue escrita para corregir una visión sobre la naturaleza de Jesús pensada desde la perspectiva de una theologia gloriae que era expresada de forma especial en los relatos sobre las actividades taumatúrgicas presentes en la primera parte de Marcos. Así, en la llamada “sección del camino”, a través de una theologia crucis, el énfasis estaría más en mostrar al Mesías como el sufriente Hijo del Ser Humano que desde su debilidad triunfa sobre el Satán12. Por tal motivo, Marcos habría elaborado un relato que caracteriza los tres estadios por los que pasan los discípulos (imperceptibilidad, incomprensión y rechazo), y cuanto más avanza el relato en el desarrollo de una theologia crucis, tanto más los discípulos se resisten al destino sufriente de Jesús.

Siendo así, Marcos estaría “usando” a los discípulos simplemente como modelos literarios para contrarrestar ciertas perspectivas presentes en su comunidad, representadas en el evangelio a través de las fallas discipulares. Así, los discípulos representarían a aquellos de la audiencia marcana que estaban fascinados por una teología de la gloria o poder y no podían aceptar la idea de un Jesús sufriente13. En definitiva, para Weeden, la teología de Marcos podría ser trazada a lo largo del evangelio como una “denigración programada de los discípulos”14, puesto que cuanto más avanza el relato en el desarrollo de una theologia crucis, tanto más los discípulos (quienes pasaron por los estadios de la imperceptibilidad, la incomprensión y el rechazo) se resisten al destino sufriente de Jesús15.

3.3. La incomprensión discipular como oposición narrativa a la iglesia de Jerusalén:

Basados en la propuesta de Weeden, Tyson16 y Kelber17, también describieron a los discípulos de Marcos como enceguecidos y ensordecidos frente a la inminencia de la cruz. Sin embargo, para estos autores, tal simpatía por una cristología gloriosa y triunfalista que ocasionaría la incomprensión sobre el hijo del ser humano sufriente no correspondería tanto a una realidad presente al interior de la audiencia marcana, más de corte galileo y antioqueno, sino a ciertas posiciones más características de la iglesia de Jerusalén, resistente a una extensión del evangelio hacia los gentiles sin que estos se hagan antes judíos18. Es decir, que para

Kelber, los discípulos en Marcos representarían en el nivel literario a los dirigentes históricos de la iglesia de Jerusalén, los cuales esperaron la venida del Mesías durante la guerra judía de los años 66-70 d. C. El rechazo de los discípulos en el plano narrativo correspondería en este caso al rechazo de esta creencia escatológica y de las autoridades que lo propugnaron19.

En dicha iglesia jerosolimitana, además de Santiago, el “hermano del Señor” (quien, como pariente de Jesús, haría parte de los de “afuera” en el relato marcano)20, se encontrarían inicialmente Cefas y Juan (considerados, juntos, como “columnas” de la comunidad, según Gal 2,9), personajes que en la trama evangélica, a pesar de haber compartido de modo especial la intimidad con Jesús, son presentados como aquellos cuya incomprensión fue mayor que la del resto de discípulos21.

Sin embargo, y en contra de estas dos últimas aproximaciones, los estudiosos contemporáneos han encontrado que no hay evidencia de que el Theios aner fuese un concepto unívoco y difundido en el siglo i. Asimismo, como señala de Mingo,

La existencia de grupos en la Iglesia primitiva que hubieran defendido una teología del theios aner (Weeden) o de líderes jerosolimitanos con la expectativa escatológica descrita por Kelber es meramente hipotética. Que Marcos escribiera su evangelio para oponerse a estas corrientes es una hipótesis de segundo orden, aún menos probable [...]. [Además,] aunque los discípulos son caracterizados repetidamente como lentos para comprender, el lector no es llevado hasta el punto de un rechazo total de estos personajes22.

3.4. La incomprensión discipular como “retroyección narrativa” de la audiencia marcana perseguida

Desde una perspectiva contextual, el evangelio según Marcos es claramente escrito con las memorias de la represión aún latentes en las mentes de sus lectores de la segunda generación (como lo sugieren pasajes como 4,17; 8,34-38; 10,30; 13,9-13)23. Es probable que algunos miembros de las comunidades destinatarias del evangelio pensaran que el precio del seguimiento era demasiado alto, y que su respuesta a la Palabra (Jesús/el evangelio) los sostendría por algún tiempo. Sin embargo, fue inevitable el surgimiento de la represión y la tribulación a causa de la Palabra, la caída (cf. 4,17), quizás, incluso, la negación (apostasía) de Jesús por miedo (cf. 8,38). Otros pudieron hasta haber delatado a miembros de la comunidad ante las autoridades con la esperanza de evitar las torturas y salvarse a sí mismos (cf. 13,9). Tales experiencias crearon un espíritu de temor e incertidumbre, los cuales empezaron a hacer mella en este grupo todavía incipiente24.

De este modo, para Marcos, el relato de los discípulos va más allá de los límites de la narración del evangelio hacia la historia del movimiento jesuánico de inicios de la segunda generación para el cual él ha escrito su interpretación de la vida de Jesús25. Así, la imagen del fracaso de los discípulos e incluso la de Pedro, quien llegó hasta negar que conociera a Jesús, sería un símbolo poderoso de esperanza y ánimo para aquellos que fallaron, de modo especial sabiendo que Pedro probablemente murió martirizado bajo esta represión. Así, el fracaso de los discípulos paradójicamente llegaría a ser una buena noticia para una comunidad enfrentada con la caída y la apostasía al tiempo que llamaría a la conversión, al perdón y a la reconciliación26. Y, como señala Keller, aunque no haya un registro historiográfico de lo que sucedió al final a los miembros de la audiencia marcana, es sabido que muchos cristianos valientes llegaron a morir por su fe en Jesús y por el evangelio, lo que sería una manera de “recuperar la visión plena”27.

3.5. La incomprensión discipular como desafío literario para los lectores/oyentes del evangelio

Una propuesta de aproximación a la incomprensión discipular que mantiene el presupuesto contextual de la anterior (la represión padecida por miembros de la audiencia marcana), pero se amplía al ámbito de los demás lectores/oyentes potenciales, es la planteada por Best28. Su perspectiva se centra en una lectura literaria donde la falla de los discípulos serviría como espejo para la propia experiencia de los lectores/oyentes que parten de un entusiasmo inicial por el evangelio seguido por una creciente angustia ante la inminencia del sufrimiento. De hecho, como señalan Rhoads, Dewey y Michie,

la caracterización que hace el narrador de los discípulos hace que el lector desarrolle sentimientos ambivalentes hacia ellos. El lector probablemente se identifica con aquellos más que con otros personajes y quiere que tengan éxito29.

Así, los discípulos reflejarían el progreso de los cristianos recién bautizados desde una fe entusiasta (primera parte del evangelio) hasta el desafío del seguimiento de Jesús en el camino hacia la cruz (segunda parte del evangelio).

Un enfoque diferente, pero igualmente centrado en los efectos de la caracterización de los personajes en la audiencia, corresponde a la propuesta de Tolbert, para quien los discípulos, como personaje colectivo, en lugar de funcionar como modelos tipológicos para los lectores/oyentes, representarían una advertencia de los peligros que estos deben evitar, mientras que solo el camino y la muerte de Jesús expresarían el paradigma del auténtico discipulado30.

3.6. La incomprensión discipular como actualización de motivos veterotestamentarios en clave escatológica

Sin desconocer las propuestas precedentes, el trasfondo apocalíptico de finales de la época del Segundo Templo permite considerar como igualmente plausible que el motivo de la incomprensión discipular en el evangelio según Marcos puede estar inspirado en la tradición veterotestamentaria, leída en clave escatológica. De hecho, como señala Watts31, en Marcos emerge el recurso de la intertextualidad con respecto a dos motivos muy relevantes del Antiguo Testamento: el primero de ellos presenta a Jesús como el “justo sufriente” que es “puesto a prueba” por Dios (cf. Mc 1,12-13), sufre la oposición de sus enemigos y es abandonado por amigos y compañeros32. De este modo, el fracaso de los discípulos de Jesús no provendría de deficiencias morales o psicológicas, tampoco porque ellos fuesen ejemplificaciones de una teología errada. Este fracaso simplemente asume, como profecía historizada, el motivo del sufrimiento del justo, que es abandonado incluso por sus amigos y compañeros.

El segundo gran motivo veterotestamentario que pervive en el evangelio es la dialéctica entre el amor de Dios y la infidelidad del pueblo33. El recurso marcano a Is 6,9-10 en 4,12 para describir la falta de comprensión de los “de fuera” y en 8,17-18 (que es alusión de Jr 5,21) para describir la obstinación de los discípulos sería expresión evidente de tal dinámica. Siendo así, “los Doce” no solo representan al nuevo Israel, sino que, al mismo tiempo, su historia revive y replica tanto la infidelidad que enceguece como el camino por el que el Israel de la primera Alianza debe volver a Dios34.

4. Una explicación alternativa desde la hermenéutica latinoamericana: La incomprensión discipular marcana leída a la luz del conflicto colombiano

4.1. Marcos y Colombia, tocados por el conflicto y el temor

Las víctimas directas de la violencia en Colombia, así como sus familiares, amistades, vecindades y comunidades han experimentado situaciones de horror extremo en condiciones de enorme indefensión y humillación. Sus victimarios fueron arbitrarios y no conocieron límites. Los testimonios escuchados por el Grupo de Memoria Histórica ilustran la crueldad con la que actuaron los grupos armados y la sevicia con que cometieron los actos, así como su clara intención de sembrar el terror, instaurar el miedo, subyugar a la población y controlar los territorios. A los propósitos y cálculos estratégicos de las organizaciones armadas se sumaron prácticas de horror atroces e inimaginables que respondieron a retaliaciones y odios que se explican, entre otras razones, por la larga duración del conflicto y la ausencia de una aplicación efectiva de leyes vigentes en el país que garanticen los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario35...

... Ya en la otra orilla del ejercicio hermenéutico, la actualización contextual del relato, Tamez propone una sugestiva lectura del evangelio a partir de la situación actual de Colombia planteando que, mientras que Marcos relee el evento de Jesús a la luz del trasfondo de la rebelión judía contra Roma, ella releerá este evangelio teniendo en cuenta tanto su contexto de producción, como el contexto del conflicto armado en el país. Esta autora parte del supuesto de que el evangelio según Marcos fue escrito durante una época de guerra y represión contra los cristianos. Por ello, desde el inicio hasta el final es posible notar que los temas del silencio y el temor son reiterativos. Hay un silencio estratégico aconsejado por Jesús y un silencio autoimpuesto motivado por el temor y la sombra de la traición, incluso al interior del movimiento de Jesús. Muchos, como las mujeres discípulas, se mantienen paralizados por el temor y no comunican el mensaje del Resucitado36.

El origen del conflicto –continúa Tamez– es similar en ambos contextos (el del evangelio y el del lector/oyente en Colombia): la población pobre y oprimida, el acaparamiento de la tierra por parte de pocas familias privilegiadas y la desatención de las necesidades básicas de las personas por parte de sus líderes políticos e incluso religiosos. En tiempo de guerra o conflicto armado, lo que prevalece entre la gente es el temor, y, como consecuencia, el silencio. Como las mujeres al salir de la tumba, nadie quiere decir nada a nadie debido a que se encuentran aterrorizados y paralizados por los eventos de guerra, que se convierten en el pan de cada día. En las grandes ciudades, incluso desde las comunidades creyentes, muchos no quieren ver (percibir, informarse, sensibilizarse) y mucho menos escuchar la realidad de la guerra (discernir, desde la fe, los clamores de Dios ante la injusticia y las víctimas). Cuando hay miedo, el silencio es una regla para sobrevivir37.

4.2. Ocultar la propia identidad como estrategia de supervivencia

La dificultad para diferenciar a los actores armados se complementa con la imposición de silencio a las víctimas y a los testigos, con el propósito de impedir la denuncia y obstaculizar la investigación judicial [...]: Nadie abría la boca, nadie decía nada. Imperaba la ley del silencio y del terror [...]. El mundo se tornó inseguro, y las personas se vieron obligadas a desplegar mecanismos de protección como el silencio, la desconfianza y el aislamiento. Esto modificó sustancialmente las relaciones comunitarias y familiares38.

Una de las razones para temer es la posible acusación de traición, el temor de ser denunciado. En el caso del Jesús marcano –afirma Tamez–, su temor consistiría en que la información sobre su identidad, considerada subversiva, pudiese llegar a las autoridades judías locales, representadas por el sumo sacerdote, los maestros de la Ley, los herodianos y los fariseos; y en que esto llegase también a manos de las fuerzas de ocupación, representadas por el gobernador romano y las tropas39.

En efecto, desde el punto de vista político, la proclamación de Jesús como Hijo de Dios, que era un título imperial, sería considerada como un delito de alta traición al emperador. Y desde la perspectiva religiosa, representada por el sanedrín, los fariseos y escribas, sería una blasfemia. Entonces –considera Tamez–, al inicio de su ministerio, mientras que Jesús difunde la Buena Noticia del Reino de Dios por medio de sus acciones y enseñanzas, debe ocultar su identidad para evitar una represión prematura. Tradicionalmente, esto ha sido denominado el “secreto mesiánico”, pero cuando se ubica el texto en una situación de conflicto armado, es posible verlo como una estrategia de supervivencia40.

Por ello, los espíritus inmundos serían los primeros en traicionar a Jesús. Ellos lo conocen y por eso lo denuncian. Ellos no lo invocan para alabarle, como las personas curadas que no pueden dejar de hablar sobre su nueva condición. Más aún, ellos gritan su identidad para traicionarle. Es así como, en el capítulo 5, legión dirige a Jesús dos títulos usados para referirse al emperador: Hijo de Dios (5,9) y Señor (5,7). Al final, en 15,39, uno de los comandantes de una legión, un centurión, dirige los mismos títulos a Jesús, reconociéndole como Hijo de Dios en lugar del emperador41. En cambio, las personas curadas o restauradas no pueden parar de compartir su testimonio, incluso si no lo proclaman a viva voz, ya que sus cuerpos curados y reestablecidos anuncian a Jesús como el salvador esperado42.

De este modo, se entiende que el propósito del mensaje en Marcos no es atemorizar a sus destinatarios con el anuncio de la guerra o de conflictos internos (como podría pensarse del capítulo 13), pues de hecho ellos ya están experimentando estas realidades. El propósito sería decirles que Jesús también sufrió la persecución y por un tiempo mantuvo en secreto su identidad, y por eso ellos también pueden permanecer en silencio sin sentirse culpables. Marcos quiere prevenirles de cuidar de sí mismos y estar siempre vigilantes en contra de las decepciones y traiciones43. Al respecto, Guijarro sostiene:

Los cristianos perseguidos hoy en día, que se ven obligados a abandonar sus casas y propiedades ante la amenaza del poder más intransigente, se sentirán muy identificados con los primeros destinatarios del Evangelio de Marcos, pues también ellos están experimentando la persecución y la muerte a causa de su fe. Las dificultades que enfrentan los Doce en el relato de Marcos cuando Jesús les anuncia su Pasión y les invita a ir detrás de él, son las mismas que no pocos hoy están afrontando por seguir siendo cristianos44.

4.3. El trasfondo apocalíptico como llamado a resistir

Después de la masacre nosotros dejamos de reunirnos, dejamos de hacer los encuentros deportivos y se suspendieron las fiestas de los carnavales de negros y blancos. Este pueblo quedó vacío por un tiempo. Luego es que la gente regresa, pero ya no fue igual. Hasta desconfiábamos de la gente, nos encerrábamos muy temprano en las casas. Pensábamos que la gente nos haría daño, nos sentíamos amenazados todo el tiempo. Sufríamos de los nervios45.

Como bien sabemos, las circunstancias de crisis, las del trasfondo del evangelio y las de Colombia, constituyen el suelo nutricio del pensamiento apocalíptico (entendido, en este sentido, más allá de las fronteras del género de revelación, según la definición propuesta por John Collins46). Al respecto, Tamez afirma que el lenguaje apocalíptico es típico de situaciones críticas con una gran dosis de sufrimiento, en las que no se vislumbra un final cercano prometedor para los oprimidos47.

Por otra parte, la apocalíptica (tanto la del final de la época del Segundo Templo como la vivida en Colombia en el tiempo actual) tiene el potencial de aportar una perspectiva consoladora y esperanzadora que permite resistir y seguir caminando a pesar de la dura situación presente; pero también puede generar actitudes como la resignación sumisa, pues supone que la historia ya está escrita y predeterminada, que “Dios sabe cómo hace sus cosas”, por lo que no habría nada por hacer ni razón por la cual luchar; o la fuga de realidad, que surge ante la constatación de la propia impotencia por transformar o alterar el curso de los acontecimientos: ante un mundo esencialmente corrompido y en vía de destrucción, la solución solo puede venir de “arriba”, y por ello es hacia arriba a donde hay que mirar y huir48.

Para salir al paso de tales actitudes –añade Tamez–, Marcos exhorta a no huir, es decir, a no dar la espalda al conflicto, como si este no existiera. Es posible proteger la vida, yendo al exilio o desplazándose a otro lugar (13,14), pero no se puede ignorar la realidad concreta. Por tal motivo, hay ocasiones en las que es imposible permanecer en silencio, so pena de que la impunidad llegue a ser la norma49. Ser discípulo es caminar hacia la cruz para afrontarla y, aunque se llegue a sentir “pavor, angustia y tristeza hasta el punto de morir”, el Jesús marcano, que ha experimentado en su propia carne estas emociones, recomienda “permanecer y velar” (14,33-34). Hasta aquí llega la propuesta de Tamez. No obstante, el parangón entre la realidad que trasluce el evangelio según Marcos y la realidad conflictual colombiana arroja relaciones y puntos de contacto adicionales que a continuación señalamos.

4.4. La incomprensión como inversión desafiante de una realidad polarizada

“A ustedes les ha sido dado el misterio del reinado de Dios; pero a los que están afuera, todo llega a ser en parábolas, para que viendo vean, pero no miren, y oyendo oigan, pero no comprendan, no sea que se conviertan y sean perdonados” (Mc 4,11-12).

“¿Aún no comprenden ni entienden? ¿Es que tienen la mente embotada? ¿Teniendo ojos no ven y teniendo oídos no oyen? [...] ¿aún no entienden? (Mc 8,17a-18.21).

“Y abandonándole huyeron todos” (Mc 14,50).

Con la incomprensión discipular, Marcos desafía la perspectiva dualista de la realidad, distintiva también del pensamiento apocalíptico, según la cual existen personas más competentes o dignas que otras en el ámbito religioso o social; trastoca el orden de las realidades y subvierte cualquier dialéctica excluyente. No solo porque, como señala Bravo, “en un mundo en el que la historia es la de los vencedores, Marcos escribe un relato, desde el reverso de la historia, sobre un judío vencido”50. También porque quienes se consideran de “adentro” (las autoridades religiosas, los familiares de Jesús, los discípulos) terminan por autoexcluirse del misterio de Reino al no comprender el mesianismo de Jesús y las condiciones de su seguimiento.

Al final, son ellos los que terminan por traicionar, entregar, negar y abandonar a Jesús (14,50). En cambio, el centurión romano, uno que debería ser “el de afuera” por antonomasia por su carácter no judío, no creyente, discípulo y militante del imperio invasor y, lo que es peor, ejecutor de Jesús, llega a ser presentado como el único que ha comprendido la profundidad del misterio de Dios expresada en el cuerpo muerto de su víctima.

Es así que el conflicto ha propiciado y sustentado una polarización en todos los órdenes de realidad, a partir de la cual unos cuantos se auto-consideran como los “ciudadanos de bien”, aquellos que son “buenos” porque no hacen daño a nadie. Y si llegan a ejercer algún tipo de lucha política e incluso armada lo hacen por el bien y la purificación de la sociedad (son “los de adentro”, que creen que “ven” y comprenden). En contraposición, quienes no hacen parte de los “buenos”, por descarte, serán contados entre los “malvados”, aquellos que piensan y actúan distinto, que no se acomodan a los estándares tradicionales y por eso protestan, son criminales por naturaleza y deben ser excluidos, silenciados o exterminados (están o deben estar “afuera” porque son tenidos por ciegos y sordos). Como es natural, cada quien pensará que está en el bando de “los buenos”, que Dios está de su parte y que “los malvados” son los otros, proscritos también por parte de Dios. Siguiendo un típico marco apocalíptico rígido, aquí no hay espacio para el arrepentimiento o la conversión, la única opción es la eliminación de la contraparte.

Y en medio de ambos bandos está el pueblo empobrecido y victimizado, frecuentemente estigmatizado y considerado como “de afuera” porque se cree que si ha pasado por lo que ha pasado es porque “algo habrá hecho”, por lo que la voluntad de Dios vendría a estar detrás de su sufrimiento y a legitimar su crucifixión. De este modo, las víctimas no solo se pueden sentir abandonadas por las autoridades o la sociedad en general. También pueden pensar que Dios mismo las ha abandonado.

4.5. Algunos desafíos del silencio y la incomprensión marcanos para sus lectores de todos los tiempos (incluyendo quienes estamos inmersos en el conflicto colombiano)

Marcos alerta a sus lectores/oyentes (incluso en el hoy de la historia), para no llegar a considerarse e instalarse entre los de “adentro”; entre aquellos que se creen “los buenos”, “los selectos privilegiados”, “los ya salvados”. Antes bien, invita a una actitud de continuo “autoexamen ocular y auditivo”, no sea que se pueda perder la capacidad de ver, escuchar, comprender y anunciar a Jesús en medio de las eventualidades de la realidad.

En cierto modo también, el escenario religioso colombiano puede reproducir el carácter paradójico del evangelio: en muchas ocasiones quienes deberíamos ser más competentes e idóneos para discernir los signos de los tiempos –el acontecer histórico de Dios en medio del conflicto–, y ofrecer horizontes de sentido esperanzadores que sustenten la ortodoxia con una ortopraxis coherente (teólogos, autoridades religiosas, agentes de pastoral, bautizados en general), parecemos ciegos –cuando no, cómplices y hasta promotores– ante la tragedia del pueblo que está siendo crucificado.

En el mejor de los casos, escuchamos su clamor y su sufrimiento, pero nos contentamos con ofrecerle esponjas empapadas en vinagre (15,36). Son otros, en cambio, los que sin necesidad de enarbolar la bandera de alguna iglesia o religión, incluso como representantes del secularismo ateo o agnóstico (al que tendemos a demonizar), son capaces de reconocer la sacralidad de la sangre derramada, ven y comprenden su realidad, exponen su propia vida en la denuncia profética de las realidades de violencia y de muerte, luchan por la dignificación de los empobrecidos y hacen memoria de los sepultados y desaparecidos. De hecho, Bravo señala que en el caso de Marcos “el escribir la memoria de Jesús en un momento de persecución es un acto subversivo contra la prohibición de la memoria”51.

Ciertamente, el discipulado, como llamado y curación, es fruto de la gracia, pero, como en toda realidad del orden de la gracia, se requiere la participación consciente e intencional de la libertad humana para acogerle. En tal sentido, solo podemos dejarnos encontrar por el Resucitado para verle si aceptamos el reto de escuchar al joven de la tumba (que podría representar a todos los mártires de la historia, y también a los de Colombia, partícipes de la reivindicación del mártir del Gólgota) e ir a Galilea, donde se encuentran los endemoniados, los sufrientes, los enfermos, los oprimidos, las viudas, los extranjeros, los migrantes y los marginados clamando por misericordia, justicia y liberación.

Solo allí, en ellos y a través de ellos será posible ver, oír y comprender al Crucificado-Resucitado. Entonces se caerán las escamas de nuestros ojos y podremos seguirle y anunciarle auténticamente. Solo así un texto sin futuro aparente, como es Marcos, que finaliza en fracaso, muerte, silencio y temor, puede ser generador de futuro, vida y esperanza.

Bibliografía

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[recibido: 08/08/19 – aceptado: 13/08/19]


1 “Divina eloquia cum legente crescunt” (Las palabras divinas crecen con sus lectores), Gregorio Magno, en Homilías sobre la profecía de Ezequiel, 1,3.18.

2 Mientras la crítica textual no encuentre alguna variante significativa de estos.

3 Considerado como el primero en ser escrito y considerado también por autores como Price, como “la narrativa más duradera de gran alcance en la historia de la civilización occidental, tal vez en la historia del mundo” (Price, “Foreword”, xi).

4 Recuérdese al respecto estudios tales como: Kingsbury, Conflicto en Marcos: Jesús, autoridades, discípulos; Bravo, Jesús, hombre en conflicto: El relato de Marcos en América Latina; Guijarro, Fidelidades en Conflicto; Tamez, “The Conflict in Mark”; Weeden, Mark: Traditions in Conflict.

5 Malbon, “Echoes and Foreshadowings in Mark 4-8”, 228.

6 Aquí se propone una serie de posturas que retoma y amplía la ya conocida tipología establecida por Black y que va desde una posición “conservadora” –que, en consonancia con la apocalíptica judía, tiene una visión positiva sobre los discípulos y explica su ceguera como producto de la acción demoniaca, liberándoles de cualquier responsabilidad moral (cuyos representantes serían Robert Meye y Suzanne Watts Henderson)–, hasta una posición “liberal” –que no duda en señalar a los discípulos como causantes directos de su incomprensión y auto-exclusión de la familia escatológica de Jesús por haber rechazado la theologia crucis que subyacería al mesianismo sufriente de Jesús y las condiciones para seguirle (representada por Theodore Weeden y Mary Ann Tolbert)–, pasando por una posición “intermedia” –que ubica a los discípulos en el mismo nivel de la muchedumbre, los escribas y la familia biológica de Jesús en cuanto seguidores (visión positiva) falibles (visión negativa) cuya fe imperfecta e inacabada explicaría sus paradójicas reacciones y tendría un propósito pedagógico: advertir a los lectores de las fallas del discipulado y revelar a Jesús como el único modelo adecuado de discipulado (encabezada por Ernest Best y Cédric Fischer) (cf. Black, The Disciples according to Mark).

7 Wrede, The Messianic Secret.

8 Dunn, Del Evangelio a los evangelios, 77.

9 Dunn, Del Evangelio a los evangelios, 77.

10 Weeden, Mark: Traditions in Conflict.

11 Robbins, “The Healing of Blind Bartimaeus (10:46-52) in the Marcan Theology”, 225.

12 Dawson, Healing, Weakness and Power, 97.

13 Weeden, Mark: Traditions in Conflict; Guijarro Oporto, El camino del discípulo, 15.

14 Ib., 41.

15 Al respecto cf. Martínez, El discipulado en el evangelio de Marcos, 17-18.

16 Tyson, “The Blindness of the Disciples in Mark”.

17 Kelber, The Kingdom in Mark: A New Place and a New Time.

18 Al respecto cf. Pikaza, Evangelio de Marcos, 81.

19 De Mingo, “Evangelizados por los pobres”, 386.

20 Vale la pena precisar que, mientras en el relato marcano el personaje llamado Santiago, que hace parte del grupo de “los Tres”, es el hijo de Zebedeo, hermano de Juan, quien habría sido ejecutado por orden de Herodes Agripa (cf. Hch 12,1-2), en la iglesia jerosolimitana su lugar dentro del “triunvirato” habría sido ocupado por su homónimo Santiago, “hermano del Señor” (cf. 1 Cor 15,7; Hch 1,13-14). Al respecto, Pikaza señala que: “A diferencia de Pablo, Marcos ha sido mucho más crítico de la línea ‘cristiana’ de los hermanos de Jesús, entre los cuales se encuentra indudablemente Jacob, a quienes ha visto como aliados de los escribas de Jerusalén, que consideraban a Jesús como endemoniado (cf. Mc 3,20-35; cf. también 6,1-6a). Este será un elemento básico para entender su evangelio, pues Marcos no ofrece solo una ‘reconstrucción del Jesús histórico’, sino que interpreta desde su tiempo a los diversos representantes del movimiento cristiano, entre los cuales ocupan un lugar destacado los parientes de Jesús, quienes, a su juicio, no pueden llamarse ‘del Cristo’ (cf. Mc 9,41), porque se sitúan más bien en la línea de los escribas del judaísmo oficial” (Pikaza, Evangelio de Marcos, 81).

21 Kelber sostiene que los discípulos en Marcos son la representación de un cristianismo fallido en la comunidad de Jerusalén. Una Iglesia “consciente de su impecable tradición y contexto”, todavía herética en su matrimonio con una Theologia glorie inalterada y un éxtasis apocalíptico. Al respecto cf. Kelber, Mark’s Story of Jesus.

22 De Mingo, “Evangelizados por los pobres”, 387.

23 Al respecto, cf. Menken, “The call of blind Bartimaeus”, 285. No se trataría de la persecución de Nerón en Roma, sino de los acontecimientos ocurridos en el tiempo de la rebelión de los judíos palestinos contra Roma, entre los años 66-73 d. C., en que los revolucionarios judíos, inspirados por una teología nacionalista anti-romana y anti-gentil, habrían convertido en blanco de sus ataques a los grupos mixtos de cristianos judíos y gentiles de Jerusalén, que se habrían negado a participar en el alzamiento contra Roma. Al respecto cf. Marcus, “The Jewish War and the Sitz in Leben of Mark”; Roskam, The Purpose of the Gospel of Mark in Its Historical and Social Context; Head, “Mark as a roman document from the year 69: Testing Martin Hengel’s Thesis”; Pikaza, El evangelio de Marcos. La buena noticia de Jesús, 129; Miller, “The Social Logic of the Gospel of Mark”, 254-262.

24 Keller, “Opening Blind Eyes”, 152.

25 Moloney, Mark: Storyteller, Interpreter, Evangelist, 167.

26 Donahue y Harrington, The Gospel of Mark, 33-34.

27 Keller, “Opening Blind Eyes”, 157.

28 Best, Disciples and Discipleship.

29 Rhoads, Dewey y Michie, Marcos como relato, 177.

30 Tolbert, “How the Gospel of Mark Builds Character”, 349.

31 Watts, Isaiahs New Exodus and Mark, 125.

32 Jeremías (20,6-11) y Job (12,2-3; 16,20; 19,14) pueden ser los ejemplos más antiguos de este motivo, el cual aparece también en los Salmos (31,11; 38,11-12; 41,9-10; cf. Mc 14,1-11). De igual manera, se podrían considerar bajo este motivo los Cantos del Siervo sufriente de Isaías (52,13–53,12) que se replican en la Sabiduría de Salomón (2,10-20; 5,1-8) y en el Hodayot de Qumrán (1QH 10, 9-13.16; 10,31-36; 11, 5-10; 19, 22-25).

33 Dicho tema aparece en las narrativas tempranas de las rebeldías de Israel en el desierto en que el pueblo rechaza el liderazgo de Moisés y su propia liberación de Egipto (cf. Ex 32–34). La historia deuteronomista considera el período de los jueces como un ciclo de apostasía y castigo divino seguido por la súplica del pueblo y el perdón divino (cf. Jue 2,6–3,6). Tal ciclo se replica en el Salmo 78 y caracteriza las llamadas a la conversión y al retorno en los escritos proféticos (Is 1,17-19; 40,2; 44,21-23; 59,13; Lm 4,12-14.21-23).

34 Sabin, Reopening the Word. Reading Mark as Theology in the Context of Early Judaism.

35 Centro Nacional de Memoria Histórica, ¡Basta ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad, 259.

36 Tamez, “The Conflict in Mark”, 102-103.

37 Ib., 115.

38 Centro Nacional de Memoria Histórica, ¡Basta ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad, 33, 61 y 263.

39 Tamez, “The Conflict in Mark”, 116.

40 Ib., 117.

41 Ib., 118.

42 Tamez, “The Conflict in Mark”, 110.

43 Ib., 114.

44 Guijarro Oporto, El camino del discípulo, 132.

45 Centro Nacional de Memoria Histórica, ¡Basta ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad, 274.

46 Collins, “Towards the Morphology of a Genre”, 9.

47 Tamez, “The Conflict in Mark”, 110. Cf. también Yarbro Collins, Crisis and Catharsis.

48 Cf. Casas Ramírez, “‘¿Dónde está tu Dios?’: Apuntes para una reflexión teológica sobre la historia en los albores del siglo XXI”, 356-357.

49 Tamez, “The Conflict in Mark”, 121.

50 Bravo Gallardo, Jesús, hombre en conflicto, 25.

51 Bravo Gallardo, Jesús, hombre en conflicto, 247.